Barras y estrellas en la Ford
Los estadounidenses Hamilton, ganador, y Landis, nuevo l¨ªder, recuerdan el 11-S tres a?os despu¨¦s
El 11 de septiembre de 2004 fue una jornada apropiadamente simb¨®lica en la factor¨ªa Ford, s¨ªmbolo universal del capitalismo, territorio del imperialismo econ¨®mico americano en Almussafes (Valencia), entre aut¨®ctonos naranjos y arrozales.
Floyd Landis, de Pennsylvania, estaba en California el 11 de septiembre de 2001 y a¨²n se le quiebra la voz, suave, cuando, tres a?os despu¨¦s, recuerda aquel d¨ªa. Habla, orgulloso, despu¨¦s de haber recuperado en una fecha tan se?alada -tan dolorosamente recordada- el maillot de l¨ªder de la Vuelta. Habla emocionado. "Para nosotros, los americanos, esta fecha significa mucho", dice. "Supongo que este maillot es un homenaje a todo el pueblo". Landis, el p¨¢lido, pelirrojo, barbilampi?o amigo menonita de Lance Armstrong, no estaba muy seguro de recuperar el liderato y, por lo tanto, ofrece un discurso menos elaborado que Tyler Hamilton, de Massachussets, amigo y vecino en Girona de Lance Armstrong, amigo y futuro compa?ero de equipo en el Phonak de Landis. A Hamilton -o eso asegur¨® el ciclista que mejor corre cuanto m¨¢s sufre, el corredor que es incapaz de disputar un Giro, un Tour, una Vuelta, con todos los huesos ¨ªntegros, sin f¨¦rulas, yesos, resinas sint¨¦ticas o vendajes compresivos sobre clav¨ªculas, om¨®platos, costillas, mu?ecas o rodillas- no le interesaba tanto el tiempo, su situaci¨®n en la clasificaci¨®n general, sus posibilidades de ganar la Vuelta, como la victoria pura y simple. "Solamente he pensado en ganar la etapa para dedic¨¢rsela al pueblo americano", dijo Hamilton, el mismo pecoso que hace unas semanas se proclam¨® campe¨®n ol¨ªmpico de la especialidad en Atenas. "Este d¨ªa es muy importante para Am¨¦rica, y cualquier resultado que no hubiera sido una victoria habr¨ªa supuesto una desilusi¨®n para m¨ª".
Visto lo visto en la contrarreloj, el asunto ya es 'hispano-espa?ol', o sea, cosa de escaladores
Ni Landis, el gregario que poco a poco empieza a sentirse estrella y que tiene un palmar¨¦s pr¨¢cticamente virgen de victorias relevantes, ni Hamilton, el corredor cuyo palmar¨¦s es casi tan largo como su lista de desgracias, incluidas los destrozos del esmalte de sus dientes que rechinaban de dolor y la muerte de su adorado perro Tugboat en pleno Tour, mostraron su disposici¨®n, o su fe, para ganar la Vuelta. Uno, el l¨ªder, dice que marcha d¨ªa a d¨ªa; el otro, el ol¨ªmpico, dice que toda su preparaci¨®n veraniega ha estado dirigida a la cita ol¨ªmpica y que no sabe qu¨¦ dar¨¢ de s¨ª su cuerpo en una carrera de tres semanas que justamente hoy, con el terror¨ªfico dise?o de Belda por las monta?as del interior alicantino, entrar¨¢ en harina. Borrados sus nombres -y los de los especialistas como V¨ªctor Hugo Pe?a, que se mantiene en los puestos altos gracias a la inercia de la contrarreloj por equipos y su maestr¨ªa en la individual- de la clasificaci¨®n general, la Vuelta se queda, como los ¨²ltimos a?os, en asunto hispano-espa?ol, o sea, visto lo visto ayer en los desolados llanos que acogieron la contrarreloj -rectas de pol¨ªgono industrial desiertas en s¨¢bado al mediod¨ªa, m¨¢s de 30 grados, humedad desecante, afueras polvorientos de pueblos que dormitaban y descansaban, recta final de f¨¢brica de coches-, en cosa de escaladores.
Isidro Nozal ha descubierto que es bueno, que es ambicioso, que puede ser un ciclista importante, y ha perdido un kilo. El a?o pasado, m¨¢s pesado, m¨¢s inseguro, m¨¢s estresado, ganaba las contrarreloj, se exhib¨ªa. Ayer fue quinto, segundo espa?ol, a 9s del Triki Beltr¨¢n de pecho estrecho y largo, de piernas finas, de fuerzas ocultas que despert¨® las iras de Pino, el director de Hamilton, quien protest¨®, fuerte voz, educado, al presidente del jurado por lo que entendi¨® hab¨ªa sido ayuda extempor¨¢nea al ciclista de Ja¨¦n: las motos de la Guardia Civil nunca estaban muy lejos en las rotondas, donde el relance. Aitor Gonz¨¢lez, dos a?os despu¨¦s de su apabullante triunfo en la Vuelta 2002, ha descubierto la necesidad, ha mostrado el deseo, ha visto que su realidad estaba dolorosamente lejana de sus deseos. Tres ciclistas tachados de la lista. Cuatro con Beloki, que respira bien pero no pedalea a¨²n a gusto. Quedan otros cuatro: Valverde, el chico que vale para todo pero al que le cuesta hacer la diferencia, y los tres escaladores que ayer sobrevivieron. O sorprendieron. Como Mancebo. El ciclista de Navaluenga, otro herido, otro con f¨¦rula, como Hamilton, no hac¨ªa una contrarreloj buena, seg¨²n confesi¨®n propia, desde aficionado, desde la Vuelta a ?vila. Ayer, en el terreno que m¨¢s repel¨²s le da -las ¨²nicas cuestas eran los pasos elevados sobre las autopistas- torci¨® menos el cuello, mantuvo m¨¢s sereno el torso, manej¨® con m¨¢s agilidad los cambios, llev¨® su coraz¨®n hasta 193 pulsaciones por minuto en los momentos de m¨¢ximo esfuerzo, en su final apote¨®sico, lo mantuvo a 175 de media, y, vestido de carmes¨ª, casi nazareno, termin¨® tan alto como sexto, a menos de un minuto de Hamilton, por delante de sus otros dos rivales, de Sastre, siempre sobrio y espl¨¦ndido en la especialidad, de Heras, que espera, ansiedad, la subida de hoy a Aitana.
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