Tres a?os buscando a Bin Laden
El l¨ªder de Al Qaeda puede esconderse en cualquier ciudad de Pakist¨¢n, el aliado de Washington en la guerra contra el terror
Los atentados del 11 de marzo en Madrid fueron la ¨²ltima excusa utilizada por el hombre m¨¢s buscado del planeta para dejarse o¨ªr. Al mes siguiente, Osama Bin Laden ofrec¨ªa una tregua a Europa, se permit¨ªa justificar el 11-M y reiteraba sus amenazas a EE UU e Israel por la "ocupaci¨®n de Palestina".
Para millones de personas, hace ya tres a?os que el demonio cambi¨® los cuernos por la barba y el tridente por el Kal¨¢shnikov, que siempre acompa?a a este hombre de 47 a?os, que otros muchos millones de seres consideran un h¨¦roe. Unos rastrean sus huellas con terror, los otros con devoci¨®n. Su paradero fue casi siempre un misterio desde que se empe?¨® en echar a los infieles sovi¨¦ticos de Afganist¨¢n.
Decenas de miles de fervientes creyentes estar¨ªan dispuestos a darle refugio
Eran los tiempos en que la CIA apoyaba ciegamente al presidente de Pakist¨¢n, Mohamed Zia ul Haq, y ¨¦ste a Gulbudin Hekmatiar, el l¨ªder m¨¢s radical de las siete guerrillas muyahidin que combat¨ªan en Afganist¨¢n. El joven Osama bebi¨® en la fuente del integrismo de Hekmatiar, que hab¨ªa logrado convencer a Zia de la necesidad de establecer una alianza entre Ir¨¢n, Pakist¨¢n y Afganist¨¢n, que ser¨ªa la gran barrera de la fe musulmana contra los ateos comunistas, el polite¨ªsmo hind¨² y la decadencia occidental.
El tigre del integrismo isl¨¢mico comenz¨® a tomar cuerpo entonces. Zia, el gran aliado de Washington, se hac¨ªa incontrolable. Una caja de mangos introducida como regalo en el avi¨®n de Zia acab¨® con la vida del presidente y de toda la plana mayor del Ej¨¦rcito paquistan¨ª, en agosto de 1988, antes de que Afganist¨¢n cayese en manos de los muyahidin. Muerto Zia, el poder de Hekmatiar declin¨®, pero la ruptura definitiva de Bin Laden con Estados Unidos no se realiz¨® hasta que el Pent¨¢gono estacion¨® tropas en Arabia Saud¨ª, en 1990. Bin Laden tuvo tiempo para establecer en Afganist¨¢n y Pakist¨¢n las redes que ahora le ocultan.
Estados Unidos ha ofrecido una recompensa de 25 millones de d¨®lares por su captura, pero despu¨¦s de que no pagaran al que revel¨® el escondite de Sadam Husein porque "no fue una confesi¨®n voluntaria", los escogidos que conocen el paradero de Bin Laden no se arriesgar¨¢n a venderlo al enemigo.
Por Afganist¨¢n y Pakist¨¢n se mueven todo tipo de cazarrecompensas -como puso de manifiesto la detenci¨®n de tres norteamericanos en julio pasado-, que protagonizan su propia guerra contra el terrorismo movidos por el af¨¢n de capturar al hombre m¨¢s buscado, a sus lugartenientes o a alg¨²n pez gordo talib¨¢n. Pero en esas tierras de guerreros altivos y fidelidad tribal hasta la muerte, los cazarrecompensas parecen moverse en c¨ªrculos que pueden convertirse en remolinos que les absorban.
Ap¨¢trida desde que en 1994 Arabia Saud¨ª le retir¨® la nacionalidad, Osama es el hijo 17? de los 52 que tuvo un emigrante yemen¨ª que se hizo multimillonario al frente de una constructora que se convirti¨® en la primera del reino saud¨ª. Se cri¨® entre pr¨ªncipes, pero a diferencia de ellos su educaci¨®n fue puramente saud¨ª. Realiz¨® todos sus estudios en Yedda y, cuando sali¨®, se fue dos a?os a L¨ªbano, pero vio en la guerra civil que poco despu¨¦s estall¨® en ese pa¨ªs el s¨ªmbolo del castigo divino por la perdici¨®n de la sociedad isl¨¢mica.
De madre siria, su esposa es tambi¨¦n siria y ¨¦l mismo es padre de siete hijos. Buena parte de su familia le volvi¨® la espalda tras los atentados del 11 de septiembre. Sus cuentas fueron confiscadas al igual que su herencia. Nadie duda, sin embargo, de que goza de simpat¨ªas m¨¢s s¨®lidas que los lazos familiares y de que tiene acceso a importantes recursos financieros procedentes no tanto de su propia fortuna como de donaciones secretas.
Cada cierto tiempo, las presiones de EE UU obligan al presidente paquistan¨ª, Pervez Musharraf, a emprender operaciones militares -como la del jueves pasado- en las zonas tribales que se extienden a lo largo de la frontera de Pakist¨¢n con Afganist¨¢n, mientras las tropas norteamericanas hostigan desde el interior afgano. El Ej¨¦rcito paquistan¨ª nunca desde la fundaci¨®n del Estado, en 1947, se hab¨ªa adentrado en esas zonas due?as del contrabando, el tr¨¢fico de armas, de drogas y de alcohol. Tanto en la provincia de Baluchist¨¢n como en la llamada Provincia Fronteriza del Noroeste (la NWFP, en sus siglas en ingl¨¦s), las ¨¢reas tribales eran manejadas por Islamabad a trav¨¦s de una especie de pacto entre caballeros, por el cual ellas no cuestionaban el Estado y el Estado no se inmiscu¨ªa en sus asuntos. Musharraf ha roto ese acuerdo, pero no ha encontrado a Bin Laden, ni a sus lugartenientes, ni a los l¨ªderes talibanes.
Cuando asesinado Zia, la l¨ªder del Partido Popular del Pakist¨¢n (PPP), Benazir Bhutto, gan¨® las elecciones y se convirti¨® en primera ministra, crey¨® que podr¨ªa extender su poder por esa zona, pero no lo consigui¨®. Bhutto no tard¨® en comprender que en Pakist¨¢n exist¨ªa un Estado dentro del Estado, el formado por los servicios secretos, firmes aliados de las tribus, que les hac¨ªan copart¨ªcipes de sus beneficios. Hamid Gul, antiguo jefe de los servicios secretos, desde su mansi¨®n de jubilado dorado en Rawalpindi, declaraba recientemente al hablar de Bin Laden que los ¨²nicos que han traicionado la l¨ªnea com¨²n de actuaci¨®n fueron los norteamericanos y los europeos. "Antes todos ellos estaban a favor de la guerra santa. Yihad era una de sus palabras favoritas", afirm¨® Gul, que dijo conocer bien al "humilde combatiente".
La tesis m¨¢s f¨¢cil de que Osama Bin Laden se oculta en esas zonas fronterizas tribales no tiene m¨¢s fundamento que la dificultad de la zona. Sin embargo, el l¨ªder de Al Qaeda, que inici¨® su actividad terrorista contra EE UU desde su refugio en Sud¨¢n a principios de la pasada d¨¦cada -se le atribuyen los atentados contra las embajadas estadounidenses de Kenia y Tanzania que causaron 224 muertos-, ha podido refugiarse discretamente en el interior de un pa¨ªs que cuenta con 140 millones de habitantes.
Decenas de miles de fervientes creyentes paquistan¨ªes y afganos, sun¨ªes y chi¨ªes estar¨ªan dispuestos a dar refugio a este hombre, visto como un guerrillero m¨ªstico que proclama el fin del cisma entre los musulmanes, para que juntos, sun¨ªes y chi¨ªes, vuelvan a reconquistar Jerusal¨¦n. No ser¨ªa de extra?ar que el hombre m¨¢s buscado se encontrase en cualquier casa de una de las enormes ciudades paquistan¨ªes, desde Rawalpindi, la antigua capital, hasta Karachi, sin descartar Lahore.
"En el islam wahab¨ª no se es nunca demasiado piadoso. Osama es la conciencia de la familia", declar¨® en mayo pasado Carmen, una suiza en proceso de divorcio de uno de los 24 hermanos Bin Laden. Carmen est¨¢ convencida de que el famoso terrorista sigue recibiendo apoyo de su familia. No se le conocen excentricidades, ni gustos ostentosos. No es dif¨ªcil, por tanto, guardarle en una habitaci¨®n de un apartamento cualquiera. Osama Bin Laden s¨®lo parece tener en mente su cruzada contra el imperio del mal y, como un monje de clausura, puede permanecer en la clandestinidad hasta el fin de su tiempo.
Rastreo cibern¨¦tico
Expertos de Estados Unidos y Europa rastrean incansablemente la Red en busca de pistas que puedan conducir a Osama Bin Laden o al coraz¨®n de la estructura de Al Qaeda con la esperanza de que ello pueda impedir atentados tan brutales como los que han sacudido Nueva York, Bali o Madrid.
Una de las principales v¨ªas de investigaci¨®n se centra en la financiaci¨®n de Al Qaeda y de los m¨²ltiples grupos afines aparecidos en distintos pa¨ªses. Se trata no s¨®lo de cortarles los fondos -un reciente informe de la ONU asegura que no se ha avanzado nada en este campo-, sino de averiguar por d¨®nde y qui¨¦n mueve esos fondos.
El gran temor no es que Bin Laden escape impune, sino que el terrorista sea capaz de idear otro ataque a¨²n mas sangriento que el de las Torres Gemelas. Los expertos aseguran que Al Qaeda trata desde hace m¨¢s de una d¨¦cada de hacerse con material radiactivo, lo que le permitir¨ªa construir una bomba nuclear sucia. Adem¨¢s, se teme que hayan logrado adquirir armas qu¨ªmicas o biol¨®gicas.
A estos rastreadores cibern¨¦ticos no se les escapa que tal vez sean ellos los que tengan que librar la gran batalla que Bin Laden trama en la actualidad, ya que un ataque masivo en el ciberespacio tendr¨ªa unas consecuencias devastadoras para Occidente.
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