Profesor, texto, Red
Vuelven los vencejos en primavera, vuelven los ex¨¢menes en junio y tras el largo par¨¦ntesis del verano vuelven en septiembre los alumnos a las aulas. La luminosa serenidad del cielo en ese mes nos orienta hacia las clases, repensando los programas, los objetivos y los m¨¦todos de esa tarea primordial en la vida de una persona, y decisiva para el futuro de una sociedad, que es la escuela. Muchos ni?os y j¨®venes se acercan al espect¨¢culo dram¨¢tico, que deber¨ªa ser toda clase: alguien que delante de alguien logra con sus palabras hacer real la verdad, el descubrimiento de la realidad, el asombro ante la propia existencia. Y todo ello mientras se aprenden letras, descubren r¨ªos, universos de historia, lenguajes, estructuras, legislaciones, situaciones, personas.
Unos pocos buenos profesores y libros son la clave para acceder a lo que la Red ofrece
Hay que repensar con qu¨¦ actitudes, m¨¦todos e instrumentos educar
La educaci¨®n tiene ante s¨ª problemas espec¨ªficos en cada generaci¨®n: desaf¨ªos de contenido y tareas de m¨¦todo. Con la mutaci¨®n social, econ¨®mica y tecnol¨®gica que estamos viviendo, hay que repensar con qu¨¦ actitudes, m¨¦todos e instrumentos educar. Uno capital en nuestros d¨ªas es la proporci¨®n de presencias e influencias en la escuela, que vive en una permanente tensi¨®n dial¨¦ctica entre su interna capacidad creadora y cr¨ªtica por un lado, la influencia social y la intromisi¨®n pol¨ªtica por otro. ?C¨®mo se forja una vida humana: oyendo a alguien que nos precede, alumbra y ense?a con su palabra viva; leyendo un libro de texto, compacto y completo, que junto a saberes precisos nos ofrece ulteriores posibilidades de lectura y reflexi¨®n, o sustituyendo los libros de texto por el acceso puntual y la permanente recogida de materiales en Internet? ?Puede abolir el texto al profesor y al profesor la Red? ?Cu¨¢l es la proporci¨®n en que deben intervenir estos tres protagonistas?
El hombre surge a la existencia, a la libertad y a la dignidad, en un doble movimiento permanente: desde dentro hacia fuera y desde fuera hacia adentro, desde el otro hacia s¨ª mismo y desde s¨ª mismo hacia el otro. La sonrisa, la palabra y la caricia de la madre van dando nacimiento a la inteligencia, la palabra y la iniciativa del ni?o. Hay una alteridad constituyente del hombre por el otro a lo largo de toda su vida: desde el nacimiento hasta la muerte. Lo esencial de la vida humana, desde el amor a la esperanza, nos tiene que ser dado por el pr¨®jimo. Lo material podemos alcanzarlo cada uno por nosotros mismos, en cambio lo personal, como son la confianza y el afianzamiento en la existencia, la fe en Dios, el coraje ante el futuro y la seguridad en uno mismo, nos nacen de la palabra y presencia, acci¨®n y vida del pr¨®jimo. La trascendencia del hombre se realiza a partir de la historia y la autonom¨ªa personal se verifica como hecho moral m¨¢s all¨¢ del ego¨ªsmo en la proexistencia y servicio a los dem¨¢s.
El profesor silente y locuente, exhortando e informando, sosteniendo y corrigiendo, es el elemento primordial de la educaci¨®n. ?sta consiste en la transmisi¨®n de saberes y convicciones, en la gestaci¨®n de posibilidades y esperanzas, que s¨®lo aparecen reales cuando alguien las previve. Sin un "t¨²" iniciador y provocador, el hombre permanecer¨ªa en la sordera y mudez del "ello", sin descubrirse y reconocerse como un "yo", con nombre, quehacer y responsabilidad. Sentirse previvido y acompa?ado, provocado y sostenido es la primera condici¨®n para que alguien se lance a esa aventura insospechable que es el destino personal. En la misma medida que la genialidad y la serendipia s¨®lo acontecen a quienes tras una larga paciencia un d¨ªa les sorprende el descubrimiento esperado durante a?os o decenios, as¨ª la ilusi¨®n personal y ejercicio profesional se les logra sobre todo a quienes han tenido al lado otros que se han aventurado antes, corriendo el bello riesgo de pensar e investigar, creer y crear.
Al profesor le acompa?an los libros de texto. Son los puentes sucesivos por los que han ido pasando de una generaci¨®n a otra los saberes acreditados, las palabras verdaderas, las conductas humanizadoras. Tienen su grandeza y su miseria. ?Qu¨¦ es lo esencial que hay que saber en cada ¨¢rea de conocimiento y c¨®mo sintetizarlo en un libro escolar? La cultura real de una sociedad la han hecho posible los buenos profesores y los buenos libros tanto de texto como de ampliaci¨®n ulterior en esos a?os decisivos de la vida que van entre los 10 y los 20 a?os. El libro es sagrado en manos de alguien que lo haga hablar, que lo convierta en acontecimiento personal; en un sentido es mucho menos, pero en otro es mucho m¨¢s que la persona. Hay personas que son inferiores a sus obras, y hay libros superiores a sus autores.
Plat¨®n nos dej¨® dicho que el libro s¨®lo es fecundo cuando es el recuerdo, ampliaci¨®n y prolongaci¨®n de una palabra viva. "Est¨¢ probablemente lleno de gran ingenuidad y desconoce la profec¨ªa de Ammon quien cree que las palabras escritas son capaces de algo m¨¢s que de hacer recordar a quien conoce el tema sobre el que versa lo escrito". Lo mismo que las pinturas no hablan cuando se las pregunta y se yerguen mudas ante el espectador, de la misma manera, los libros "se callan en gran solemnidad", cuando se les hacen preguntas que no estaban dentro del horizonte del autor cuando escrib¨ªa. Todo libro sin interpretaci¨®n es mudo, y cuando se trata de un "texto sagrado" s¨®lo ella lo libera del fundamentalismo. Por eso se habla con raz¨®n de una "interpretaci¨®n infinita", y santa Teresa reclamaba "no libro muerto sino Cristo vivo". Para disipar errores inveterados hay que subrayar que el cristianismo no es "religi¨®n de libro", sino de la Palabra viva, de la Persona viviente. Los musulmanes designaron a los jud¨ªos y cristianos como "gentes del libro", por remitirse a unas Escrituras Sagradas, pero eso no significa que el libro como tal sea en s¨ª mismo la realidad divina.
Sin embargo, hay que hacer el elogio incondicional del libro: desde el de texto fijo al de lectura abierta y libre. Miles de hombres y mujeres en la historia de la humanidad debemos quicio y giro de nuestra existencia a la lectura de un libro. ?Hubiera sido san Agust¨ªn quien luego lleg¨® a ser si no hubiera le¨ªdo a sus 19 a?os el Hortensio de Cicer¨®n? ?Hubiera encontrado su camino Edith Stein si no hubiera alcanzado de los anaqueles de sus amigos el matrimonio Conrad Martius el libro de la vida de santa Teresa de Jes¨²s para pasarse la noche entera ley¨¦ndolo y cerrarlo a la ma?ana siguiente con la afirmaci¨®n "¨¦sta es la verdad?". Un fil¨®sofo alem¨¢n, E. Coreth, recuerda c¨®mo sobrevivi¨® espiritualmente en las trincheras de Stalingrado por la lectura de Oyente de la palabra, de Karl Rahner.
Los libros de texto en un sentido son innecesarios, si hay un profesor capaz y convencido; pero en otro son insustituibles. ?No est¨¢n amenazados hoy por las fotocopias y por Internet? Todo progreso t¨¦cnico es a la vez real posibilidad y real riesgo. En la antig¨¹edad tard¨ªa el paso del volumen, que hab¨ªa que sostener con las dos manos enroll¨¢ndolo y desenroll¨¢ndolo, al c¨®dex, que es el antecedente de nuestro libro, llev¨® consigo una transformaci¨®n y democratizaci¨®n de la cultura, que llegar¨ªan al l¨ªmite con la imprenta. ?Podr¨¢ el libro ser sustituido hoy por los m¨¢s diversos medios t¨¦cnicos: radio, disco, televisi¨®n y finalmente Internet?
Si ense?ar es ante todo transmitir realidad discernida y enjuiciada, situada y ensanchada; si la tarea principal del profesor hoy es no tanto ofrecer informaci¨®n como suscitar sentido, libertad y sagacidad para encontrarla; ofrecer criterios de selecci¨®n con capacidad para identificar lo que son fuentes vivas diferenci¨¢ndolas de los arroyos envenenados por sucios o desinformados, entonces la persona viva y el texto completo son insustituibles. Si hace unos decenios ya estaba todo en las bibliotecas y hoy est¨¢ todo en Internet, la gran cuesti¨®n es saber qu¨¦ hay que leer, c¨®mo hay que leer, qu¨¦ autores ofrecen garant¨ªa, d¨®nde comienza la indoctrinaci¨®n seductora y d¨®nde la real formaci¨®n liberalizadora. Siendo todo esto as¨ª, entonces hoy m¨¢s que nunca son necesarios la persona y el libro que ofrecen decantado lo que un cernido cr¨ªtico de siglos nos ofrece como v¨¢lido y necesario. Capacidad de discernimiento, de cr¨ªtica, de selecci¨®n, de creatividad, a la vez que de ensanchamiento, es lo m¨¢s necesario hoy en la escuela. Desde ah¨ª la Red es un oc¨¦ano de saberes complementarios pero valiosos s¨®lo para quien es capaz de reconocerlos, integrarlos o descartarlos.
Unos pocos buenos profesores y unos pocos buenos libros fundamentales son la clave necesaria para acceder a todo lo que la Red ofrece. Nadie puede sustituir a nadie en la vida; tampoco el profesor al alumno, pero puede y debe ayudarle a encontrarse consigo mismo y desde ah¨ª a crecer, a buscar y encontrar por s¨ª solo. Tampoco en la escuela nadie sustituye a nadie: ni la persona al texto, ni el texto a la persona, ni el ordenador al texto. Lo decisivo es la lucidez intelectual y la dignidad moral necesarias para otorgarle a cada uno su lugar propio. La vida es verdadera cuando estamos en el lugar debido en el tiempo debido. Tambi¨¦n en la escuela.
Olegario Gonz¨¢lez de Cardedal es catedr¨¢tico de la Facultad de Teolog¨ªa en Salamanca y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Pol¨ªticas.
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