CosmoCaixa pone la ciencia a prueba de ni?os
El museo ha costado 100 millones de euros y ocupa cuatro veces m¨¢s que el anterior - El proyecto acoge 52 especies animales y 80 vegetales del Amazonas
"?Cu¨¢l es el mejor museo del mundoooooooo?". La pregunta ha logrado silenciar a los primeros ni?os que llegan al centro. "?Cu¨¢l es el mejor museo del mundoooo?", repite. Aquel se?or de pelos a lo Einstein y aire de pirado no se iba a ir de all¨ª sin su respuesta. El m¨¢s peque?o, Luisito, saca del apuro a los dem¨¢s con una respuesta emp¨ªricamente correcta, aunque pol¨ªticamente no. "Se?or, para contestar deber¨ªamos viajar por todo el mundo". Jorge Wagensberg abandona su fe cient¨ªfica por su vena publicitaria y grita: "??ste, hombre; ¨¦ste!" y el director del museo se pierde entre obreros y cacharros para ordenar el caos a pocos d¨ªas de la inauguraci¨®n de su gran juguete, el CosmoCaixa.
La visita al museo se inicia, como el universo, con el Big Bang, cuando se crearon la energ¨ªa, el espacio, el tiempo y las leyes de la naturaleza, pero en el que a¨²n no exist¨ªan las galaxias, las estrellas ni los planetas. Durante 10.000 millones de a?os el universo era est¨¦ril, no hab¨ªa ning¨²n tipo de vida. A esta parte del museo se le llama la Materia Inerte. El recorrido seguir¨¢ por la Materia Viva (aparici¨®n de los primeros organismos unicelulares en la Tierra), la Materia Inteligente (evoluci¨®n de la vida a partir de la neurona y la aparici¨®n del cerebro) y la Materia Civilizada (desde el inicio de la Humanidad hasta la llegada de estos ni?os a CosmoCaixa).
No es un museo para contemplar, sino para comprobar. Los ni?os lo saben y lo exprimen, poniendo a prueba al museo y a la misma civilizaci¨®n. Incluso en la parte de la Materia Inerte, donde el universo es la nada, en CosmoCaixa se puede actuar con 67 m¨®dulos, entre ellos el de la propagaci¨®n del sonido, escuchando la voz del visitante con un segundo de retraso despu¨¦s de recorrer un tubo de 340 metros. La mayor inversi¨®n es un muro de 65 metros de largo donde se han colgado trozos de roca para ense?ar c¨®mo era la Tierra en el momento de su formaci¨®n.
Pese al esfuerzo de traerse trozos de monta?as, a los ni?os no les impresionan las moles de pizarra de Le¨®n ni que hayan cumplido sus 450 millones de a?os, ni las 10 toneladas de lago glaciar de Brasil. Si acaso les reta la roca pot¨¢sica de S¨²ria, que se podr¨¢ desgastar a lametazos.
Los ni?os se van a los cl¨¢sicos. Como en el parque de atracciones son las monta?as rusas, en el museo de la ciencia es la electricidad est¨¢tica o las descargas el¨¦ctricas. Un par de chavales rodea una bombilla gigante. El primero que la toca siente un calambrazo, pero el susto, lejos de cambiar de experimento, anima al resto. Por s¨ª solos descubren que con una mano en la bombilla y con otra en el cuerpo del amiguete, el calambrazo lo recibir¨¢ ¨¦ste. Es el ¨²nico momento en que hay que poner orden antes de que el museo comience a temblar.
Los conservadores no se apuran. "No hay problema", asegura Julio Lara, t¨¦cnico de producci¨®n. Si la ciencia est¨¢ en el museo, la tecnolog¨ªa est¨¢ detr¨¢s de ¨¦l. "Hemos implantado un sistema tecnol¨®gico propio de las plantas de producci¨®n. Esto nos permite saber al instante si un expositor se ha averiado, o su n¨²mero de visitas y el tiempo que se para la gente".
S¨®lo ocho personas se ocupan de que funcionen tecnol¨®gicamente los 50.000 metros cuadrados, tres personas m¨¢s que en el anterior museo, aunque era cuatro veces menor.
El Amazonas
El caramelo del museo es una gran cristalera que envuelve mil metros cuadrados de Amazonas. La gu¨ªa les reta a que adivinen qu¨¦ planta es natural y cu¨¢l es de pl¨¢stico. Es dif¨ªcil distinguirlas, aparte del gigantesco cebia. La reproducci¨®n llega a los sonidos y al clima, agobiantemente h¨²medo (80% de humedad y 28? de temperatura), pero s¨®lo as¨ª podr¨¢n sobrevivir las plantas, las hormigas atta, los p¨¢jaros, los macacos, los yacar¨¦s y la sigilosa anaconda, con su cueva para ocultarse del espect¨¢culo.
Tras el jolgorio de la Amazonia, mitad zoo mitad herbolario, los excitados ni?os necesitan un poco de chill out. El planetario es perfecto. Su misteriosa oscuridad amansa al grupo infantil, que mira el techo esperando que les caigan las estrellas. Han pasado dos horas recorriendo 13.700 millones de a?os, est¨¢n cansados, pero no se han quejado. CosmoCaixa garantiza cient¨ªficamente el entretenimiento.
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