?lvaro Uribe disecciona el eterno retorno del gen macho
Su novela 'El taller del tiempo' retrata a una insana saga mexicana
Miguel Primero bautiz¨® a su hijo como Miguel Segundo, y ¨¦ste le puso a su reto?o Miguel Tercero. El destrozo que produce en las cabezas esa man¨ªa de los padres de pasar a la posteridad a costa y en la carne de los hijos es el motor de El taller del tiempo, la aguda novela del mexicano ?lvaro Uribe (1953). El escritor mezcla la teor¨ªa filos¨®fica del eterno retorno y su pasi¨®n por La m¨¢quina del tiempo, de Wells, para narrar con humor negro la dram¨¢tica pervivencia del gen macho en una estirpe oligarca del DF.
Mismo nombre, igual destino: desesperados por ser ellos mismos y no una copia de la copia. As¨ª, los Migueles (uno y trino: padre, hijo y nieto) de El taller del tiempo (Tusquets) luchan con ardor por convertir a sus hijos en v¨ªctimas y, a la vez, por no serlo ellos mismos respecto de sus padres. Imposible tarea que Uribe, licenciado en Filosof¨ªa, ex diplom¨¢tico y editor de libros en el Consejo Nacional de las Artes y la Cultura, narra con una mezcla sabia de perspicacia y capacidad de s¨ªntesis: casi un siglo de historia familiar en s¨®lo 188 p¨¢ginas.
El autor, que ha venido a Madrid a presentar esta novela que gan¨® este a?o en M¨¦xico el I Premio Antonin Artaud, sabe bien que la relaci¨®n padre-hijo es un tema "m¨¢s antiguo que la literatura occidental" que nunca ha dejado de seducir a escritores: "Ya estaba en la Odisea y en la Biblia, con ese Dios Padre siempre enojado que aplasta cruelmente a sus hijos; pero tambi¨¦n en la narrativa europea, en Los Buddenbrook de Thomas Mann, y en la mexicana, por ejemplo en Pedro P¨¢ramo".
Quiz¨¢ por eso su idea fue indagar a fondo en esa relaci¨®n que ¨¦l define como "monarqu¨ªa feudal" sin caer en t¨®picos ni verdades absolutas, cont¨¢ndola desde varios puntos de vista a veces contradictorios, a trav¨¦s de los ojos de los Migueles o de sus familiares, y a la manera de una historia "esf¨¦rica", sin final posible. El libro estuvo en su cabeza durante mucho tiempo, desde que muri¨® su padre cuando ¨¦l ten¨ªa 29 a?os. "Tuvimos una no relaci¨®n y me quedaron muchas cosas por preguntarle. Lo mat¨¦ de adolescente. Me fui a Par¨ªs a los 23 y estuvimos seis a?os sin hablar. Cuando muri¨®, estuve otros 15 esperando poder escribir sobre dos varones de la misma familia. No lo hice, quiz¨¢ por temor a matarlo de nuevo. A la vez, ten¨ªa la obsesi¨®n de escribir una historia sobre un viaje en el tiempo. Y por fin supe que las dos historias eran la misma".
Lo cual no significa que la novela naciera como terapia: "Escribi¨¦ndolo me di cuenta de que tengo vicios y virtudes gen¨¦ticos, de otra persona. Me veo con terror cada vez m¨¢s parecido, f¨ªsica y moralmente, a mi padre, o a la suma de no s¨¦ cu¨¢ntos. Pero la literatura debe ser una terapia para los dem¨¢s, no para uno mismo. Debe ayudar a los dem¨¢s. Uno no es artista por vivir experiencias art¨ªsticas, sino por ser capaz de producirlas en otros".
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