La Posada de los Abrazos
Una pensi¨®n sin ¨¢nimo de lucro ofrece un hogar a los excluidos sociales en el barrio de San Francisco de Bilbao
En el n¨²mero 34 de la calle San Francisco, un barrio bilba¨ªno que se debate entre la desolaci¨®n y la esperanza, se abre una pensi¨®n distinta, no s¨®lo a las que abundan en la zona, sino a todas las dem¨¢s. Es La Posada de los Abrazos. En dos pisos, que albergan 15 habitaciones, 21 hombres y dos mujeres marcados por las drogas, la marginaci¨®n o la mala suerte, intentan recomponer su vida rota en mil pedazos. Para ello cuentan con su voluntad y la protecci¨®n de un grupo de 12 so?adores realistas, pertenecientes a movimientos cristianos, de mujeres e incluso de vecinos, empe?ados en otorgarles, casi a cualquier precio, la dignidad perdida.
En La Posada de los Abrazos, a las normas de convivencia las llaman "criterios" y los hu¨¦spedes, "posaderos". La mayor¨ªa asegura que est¨¢n de paso pero ha hecho de la pensi¨®n su hogar. "No hay quien les eche", les reprocha entre risas Luz Amparo, una colombiana que, cuando se le pregunta por su profesi¨®n de soci¨®loga, responde: "Aqu¨ª no se ejerce la profesi¨®n; se ejerce la ternura". Menuda de cuerpo, es una de las almas del proyecto.
Las puertas est¨¢n abiertas a todos, menos para los que rompan la convivencia
Junta a ella, j¨®venes profesionales, voluntarios, "unidos por la misma sensibilidad", que prestan su tiempo, conocimiento y hasta dinero para "dignificar" esas vidas que no importan a casi nadie. "Lo que creamos aqu¨ª es un espacio f¨ªsico y de convivencia. No es una pensi¨®n al uso. Se asemeja en que cada uno tiene su propia habitaci¨®n pero el funcionamiento es distinto. Los hu¨¦spedes se relacionan entre s¨ª: desayunan juntos, celebran los cumplea?os, hablan. Realizamos reuniones peri¨®dicas en las que cada uno dice lo que quiere. Se trata de involucrarles en las decisiones. En definitiva, de devolverles la autoestima y la dignidad", explica Kepa Eguzkiza, trabajador social.
Iratxe Amantegui tambi¨¦n forma parte del equipo responsable de la pensi¨®n. Cuenta que las puertas est¨¢n abiertas para todos y s¨®lo se echa a los que protagonizan actos violentos y rompen la convivencia. Actualmente, se est¨¢ planteando un debate sobre la posibilidad de admitir a maltratadores.
En esta fonda no se permite el consumo de sustancias t¨®xicas, pero s¨ª se admite a toxic¨®manos. Algunos de los actuales "posaderos" han terminado con infinitos a?os de arrastrarse por el camino de las drogas cuando encontraron su hogar en La Posada de los Abrazos. Es el caso de Luis Rabasot, de 50 a?os, que repite que "el ¨²nico secreto de que esto funcione es el trabajo de los responsables". Cuenta su vida arropado por el humo infinito de sus cigarrillos. "Andaba de ac¨¢ para all¨¢ y finalmente, me qued¨¦ en la calle. Aqu¨ª he encontrado compa?erismo, estabilidad y cari?o en los momentos malos. Soy toxic¨®mano y lo ser¨¦ siempre aunque lo haya dejado porque la palabra ex toxic¨®mano no existe. Llevo desde los 21 a?os en la calle, meti¨¦ndome droga. Esto me da mejor resultado que otras asociaciones en las que he estado".
Este hombre, que asegura haber dejado de so?ar hace tiempo, critica la falta de ayudas institucionales para un proyecto que, sin embargo, ha suscitado el inter¨¦s del Ayuntamiento de Bilbao y del Gobierno vasco, entre otros. "Se ha hecho un gran trabajo de la nada y no se valora. La Posada de los Abrazos es la gran olvidada. Si las instituciones echaran una mano ser¨ªa bueno para nosotros y tambi¨¦n para ellas porque se est¨¢ demostrando que esto marcha y se podr¨ªan abrir otras", reitera.
El miedo a carecer de financiaci¨®n para seguir adelante est¨¢ presente aunque nadie lo diga. Los ingresos son escasos. La habitaci¨®n doble cuesta 195 euros mensuales y quien prefiera no compartir tendr¨¢ que pagar 270. Casi todos los hu¨¦spedes perciben ayudas sociales pero son insuficientes as¨ª que los propios trabajadores no s¨®lo no cobran, excepto dos que s¨ª perciben un salario, sino que ayudan econ¨®micamente.
Jos¨¦ Ram¨®n Bilbao tiene 45 a?os. Desde hace dos a?os sigue un tratamiento de metadona y sue?a con finalizarlo pronto, encontrar una mujer "inteligente y con las manos bonitas" y tener un hijo antes de que su abuela, de 95 a?os, se muera. "Tengo trastorno de personalidad y una minusval¨ªa del 66%. Antes era m¨¢s comunicativo y ahora prefiero estar s¨®lo. No me voy a marchar ni hoy ni ma?ana, lo har¨¦ cuando tenga m¨¢s seguridad".
Hay otras historias, como la de Y.B., de 45 a?os, junto a su hermana las dos ¨²nicas mujeres hu¨¦spedes de la casa. "Ten¨ªa 11 a?os cuando se muri¨® mi padre y desde entonces todo se vino abajo. Aqu¨ª somos como una familia, aunque ri?amos". O la de Tom¨¢s, a quien cuando lleg¨® a la posada le pidieron un abrazo, pero ¨¦l no sab¨ªa abrazar.
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