La autopsia practicada al adolescente muerto en Hondarribia revela palizas previas
La fiscal¨ªa de menores de San Sebasti¨¢n ordena una investigaci¨®n policial
La autopsia practicada al cuerpo de Jokin, el chaval de 14 a?os que se arroj¨® desde la muralla de Hondarribia (Guip¨²zcoa) el pasado 21 de septiembre despu¨¦s de sufrir durante meses el acoso de un grupo de compa?eros de clase, confirma las sospechas de su familia. Los forenses encontraron hasta cinco zonas de su cuerpo con claros signos de haber recibido numerosos golpes unos ocho d¨ªas antes del suicidio. La fiscal de Menores de San Sebasti¨¢n ha ordenado a la Ertzaintza que investigue lo sucedido. Ocho compa?eros de Jokin han sido expulsados temporalmente del instituto de Hondarribia.
Al alba del martes 21, aprovechando que en su casa todos dorm¨ªan, Jokin cogi¨® la bicicleta, se dirigi¨® a las murallas y se tir¨®. Su cad¨¢ver, oculto entre el c¨¦sped, no se encontr¨® hasta la tarde. Para entonces, sus padres ya hab¨ªan empezado a descubrir horrorizados lo que Jokin les hab¨ªa estado ocultando durante meses. Un grupo de compa?eros de su clase, el 4? A de ESO del Instituto Talaia de Hondarribia, lo ven¨ªa sometiendo a una persecuci¨®n sistem¨¢tica a base de amenazas, palizas y vejaciones. Los resultados de la autopsia desvelaron ayer lo que Jokin nunca quiso contar. Adem¨¢s de las lesiones propias de la ca¨ªda, los forenses han descubierto lesiones y magulladuras causadas con anterioridad, rastros de golpes en el pecho y en el abdomen, en los brazos y tambi¨¦n en las piernas. El informe forense se refiere en varias ocasiones a "¨¢reas equim¨®ticas". Una equimosis es la mancha l¨ªvida, negruzca o amarillenta de la piel o de los ¨®rganos internos, que resulta de la sufusi¨®n de la sangre a consecuencia de un golpe. Los forenses calculan que esas lesiones tienen una antig¨¹edad de ocho o diez d¨ªas.
El viernes 17 de septiembre, s¨®lo cinco d¨ªas despu¨¦s del inicio del curso, la direcci¨®n del instituto telefonea a casa de Jokin. El chaval no ha ido a clase ni el jueves ni el viernes. Un portavoz del centro admite que ya sospechan el porqu¨¦. Los padres consiguen que su hijo les diga algo m¨¢s. Confiesa que ha recibido una paliza cada d¨ªa que ha ido: el lunes, el martes, el mi¨¦rcoles... El jueves, aunque su padre lo hab¨ªa acompa?ado hasta la puerta porque le cog¨ªa de paso, Jokin se da la vuelta y se va. Su madre le pide entonces que le diga qui¨¦nes son los autores. La respuesta del chaval da una idea del horror por el que est¨¢ pasando: "?Qu¨¦ quieres, que me maten a hostias si te digo qui¨¦nes son?".
Noche del lunes
El lunes d¨ªa 20, Jokin no tiene que ir al instituto. La direcci¨®n del centro les ha pedido a los padres que no acuda porque van a hablar con los presuntos agresores. El muchacho, aficionado a la inform¨¢tica, se pasa el d¨ªa en su habitaci¨®n, conectado a Internet. El d¨ªa transcurre con normalidad. Por la noche, en la cena, Jokin y Xabier, su ¨²nico hermano, de 19 a?os, charlan animadamente sobre la dimisi¨®n de Camacho. Xabier se va a la cama a eso de la una y media de la madrugada. Le da la impresi¨®n de que su hermano peque?o, con el que comparte cuarto y confidencias, duerme profundamente.
A la ma?ana siguiente, Jokin ya no est¨¢. Transcurren las horas y los padres dan parte a la Polic¨ªa Local, a la Ertzaintza y tambi¨¦n al Instituto. Esa misma tarde, en vista de que el muchacho sigue sin aparecer, la direcci¨®n del centro decide adelantar una reuni¨®n fijada para el mi¨¦rcoles. Est¨¢n convocados los padres de Jokin y los de los ocho presuntos agresores. Y es a partir de ah¨ª donde los padres empiezan a enterarse de dos cosas terribles. La primera, la m¨¢s grave, es el calvario vivido por su hijo. La segunda los deja perplejos: pr¨¢cticamente todo el mundo en el instituto -incluidos los profesores- tiene noticias del acoso, pero nadie ha dicho nada ni tomado medida alguna. M¨®nica, una de las primas de Jokin, escribe tras el funeral una serie de preguntas que a¨²n no tienen respuesta: "?D¨®nde miraban los profesores mientras Jokin sufr¨ªa delante de sus ojos? ?Qu¨¦ hace el Estado con nuestros hijos, en sus escuelas, cuando se los conf¨ªamos? ?Qu¨¦ clase de mundo estamos construyendo que hace de ni?os de 14 a?os torturadores sistem¨¢ticos y sin escr¨²pulos?".
El pen¨²ltimo cap¨ªtulo del acoso a Jokin tiene su origen el pasado mes de agosto. ?l y otros compa?eros pasan unos d¨ªas de campamento en Zuaza (?lava). El monitor sorprende a 25 de ellos fumando hach¨ªs. Les dice que, nada m¨¢s volver a Hondarribia, mandar¨¢ una carta a sus padres cont¨¢ndoselo. Cuando los padres de Jokin la reciben, van a hablar con el monitor. ?ste les muestra su extra?eza: "Qu¨¦ raro que s¨®lo os hay¨¢is interesado vosotros...". La madre de Jokin descubre que muchos de los chavales han conseguido interceptar la carta en el buz¨®n. Tras ser sorprendidos, acusan a Jokin de chivato. Empiezan las palizas. En la reuni¨®n del martes 21, la madre de uno de los presuntos agresores defiende a su hijo y acusa a la de Jokin: "T¨², al dec¨ªrnoslo, rompiste la lealtad de la cuadrilla". A eso de las seis de la tarde, un hombre que pasea su perro junto a las murallas, encuentra el cuerpo de un muchacho.
Mensaje desgarrador
Horas despu¨¦s del suceso, un compa?ero escribe un mensaje desgarrador en el mismo chat de Internet en el que participaba Jokin: "kuant ms tiemp psa peor m sient es cmo un gusno ke cme mi interior x no abert defndid. (Cuanto m¨¢s tiempo pasa peor me siento. Es como un gusano que come mi interior por no haberte defendido)"
Todos los testimonios caminan en la misma direcci¨®n. Se explican entonces los padres por qu¨¦ el a?o pasado la odont¨®loga tuvo que cambiarle a Jokin el aparato de los dientes. "Se lo rompieron de una paliza", desvela por fin una compa?era, "yo estaba all¨ª cuando le dieron la paliza, pero me dijeron que si dec¨ªa algo ir¨ªan a por m¨ª". Se enteran tambi¨¦n de que la inquina ven¨ªa de antiguo. Al principio del curso anterior, Jokin sufri¨® una descomposici¨®n de vientre. Desde entonces, la persecuci¨®n fue continua. Hay d¨ªas que tiene que salir del instituto corriendo para que no lo alcancen y le peguen. Otros d¨ªas, como el pasado martes 14 de septiembre, se encuentra al llegar a clase con una pintada vejatoria y un buen n¨²mero de rollos de papel higi¨¦nico sobre los pupitres...
Nada m¨¢s ser levantado el cuerpo, la muralla de Hondarribia se llena de velas, flores y mensajes. En casi todos hay algo que, dentro de lo posible, conforta a la familia: el cari?o de los chavales por Jokin. Pero tambi¨¦n algo que mueve a la rabia, a la desesperaci¨®n. En uno de ellos, firmado por siete chicas y un chico, se lee: "Si alguien hubiera tenido el valor suficiente como para confesar todo lo que sab¨ªa quiz¨¢s no hubiera sucedido nada de esto. Sabemos que t¨² tampoco quer¨ªas marchar, pero no hab¨ªa otra soluci¨®n; lo sabemos, te has marchado. No volveremos a contemplar tu mirada, tu sonrisa".
Unas horas antes de tomar la fatal decisi¨®n, Jokin escribi¨® en su chat de Internet: "Libre, oh, libre. Mis ojos seguir¨¢n aunque paren mis pies".
No salt¨® la luz de alarma
Jokin tuvo un problema: era listo. Sacaba buenas notas. Incluso en alguna ocasi¨®n acudi¨® en auxilio de una profesora que naufragaba ante un problema inform¨¢tico. Durante los meses terribles en que sufri¨® las palizas y la humillaci¨®n de sus compa?eros de aula sigui¨® sacando buenas notas. Quiz¨¢s por eso, piensan ahora sus familiares, no saltaron las alarmas, no se encendi¨® la luz roja. Uno de sus t¨ªos explica: "El chaval era introvertido, ten¨ªa su dosis de orgullo y era muy inteligente. Y yo creo que hab¨ªa desarrollado una doble personalidad hasta un l¨ªmite insospechado, aunque esto suene impropio para un cr¨ªo de su edad".
Lo tr¨¢gico del asunto es que, si algo no hab¨ªa sido Jokin en su corta vida, era chivato. De eso le acusaron cuando se descubri¨® lo del hach¨ªs del campamento, pero ni aun en sus peores d¨ªas, cuando ya ten¨ªa en su cuerpo los moratones que luego encontrar¨ªan los forenses, acept¨® decir qui¨¦nes eran sus verdugos. Sus padres le ofrecieron cambiar de colegio, y dijo que no. Algunos amigos del pueblo le ofrecieron una nueva cuadrilla, y dijo que no. Protegi¨® a los suyos de su sufrimiento.
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