Cinco a?os de Mohamed VI
Cinco a?os despu¨¦s de haber sucedido a su padre, Mohamed VI sigue siendo hasta cierto punto "un enigma", seg¨²n las palabras de Gilles Perrault en una entrevista concedida unos d¨ªas despu¨¦s de la muerte de Hassan II. El contraste entre el hombre p¨²blico y el hombre privado sorprende. El primero, t¨ªmido, atrapado, r¨ªgido, lee a duras penas sus discursos, concede muy pocas entrevistas y, en cinco a?os, no ha dado ni una sola rueda de prensa. Las reuniones oficiales parecen aburrirle soberanamente, y parece incluso como si las rehuyera. En la cumbre euro-magreb¨ª, llamada 5+5, a principios de diciembre de 2003, lleg¨® tarde y no particip¨® en el banquete de apertura. Dos d¨ªas m¨¢s tarde, para consternaci¨®n de los dem¨¢s jefes de Estado y de una parte de la delegaci¨®n marroqu¨ª, falt¨® a la cena que reuni¨® a todas las delegaciones. En otras ocasiones, como en la 13? cumbre de los No Alineados, celebrada en Kuala Lumpur en febrero de 2003, dedic¨® m¨¢s tiempo a realizar compras de lujo y llenar de chismes el avi¨®n oficial en el que se desplaza que a multiplicar sus entrevistas bilaterales. Durante una cumbre ¨¢rabe en el pa¨ªs de su amigo, el rey de Bahrein, el cercano mar y los placeres que ¨¦ste ofrece -esqu¨ª acu¨¢tico sobre todo- le atrajeron mucho m¨¢s que el mantener sus relaciones con sus "hermanos" ¨¢rabes.
Aunque el tema sigue siendo tab¨² en la prensa local, cada vez son m¨¢s numerosos los marroqu¨ªes, incluso entre las ¨¦lites, que cuestionan un tren de vida que resulta todav¨ªa m¨¢s chocante porque millones de marroqu¨ªes viven en la miseria
Tras un largo periodo de inacci¨®n, el nuevo C¨®digo de la Familia es el hecho destacado de los cinco primeros a?os en los que Mohamed VI ha estado al frente del reino
Lo m¨¢s preocupante del nuevo reino es que continuamos sin tener la menor idea del rumbo que pretende seguir Mohamed VI. ?Lo sabe ¨¦l o ha decidido hacer de ello un m¨¦todo de gobierno?
(...) El hombre privado es mucho m¨¢s distendido y simp¨¢tico, aunque es susceptible y col¨¦rico. Le gusta re¨ªr, y ha conservado, en parte, el sentido del humor y el esp¨ªritu festivo que le caracterizaban cuando su padre viv¨ªa todav¨ªa y le dejaba tranquilo. En 2003, due?o durante un rato de su tiempo y de sus movimientos, realiza uno de sus sue?os. Pasa una velada en las afueras de Par¨ªs en casa del cantante Johnny Halliday, uno de sus ¨ªdolos, y de Laetitia, su compa?era sentimental. ?Est¨¢ encantado! Necesita respirar despu¨¦s de haberse asfixiado durante tanto tiempo.
Seg¨²n una opini¨®n generalizada, le ha cogido el gusto al poder, sin querer, sin embargo, asumir todas las obligaciones. Despu¨¦s de mostrarse durante un tiempo menos protocolario que su padre, ha terminado por resignarse al fasto ligado a su cargo.
En sus desplazamientos le acompa?an cientos de personas que trastornan de nuevo la vida cotidiana de los habitantes de las regiones y las zonas visitadas. As¨ª, durante la cumbre de la OUA, que se reuni¨® a mediados de enero de 2001 en Yaund¨¦, Mohamed VI lleg¨® al frente de una delegaci¨®n compuesta por 250 personas. Para hospedar a toda esta gente, el comit¨¦ organizador camerun¨¦s encuentra la residencia de Mont Fenb¨¦, una suntuosa morada compuesta por dos palacios y numerosas dependencias. Los responsables del protocolo marroqu¨ª, que han llegado poco antes de la reuni¨®n, se?alan que nadie puede hospedarse en el mismo recinto que su majestad. En consecuencia, un piso del hotel Mont Fenb¨¦ debe ser especialmente acondicionado. El coste adicional es de 50.000 d¨®lares. Al mismo tiempo consideran que una de las alfombras en la suite real est¨¢ descolorida. Afortunadamente, los marroqu¨ªes tiene todo previsto. Han llegado con tres aviones cuyas bodegas est¨¢n repletas de muebles y objetos decorativos. La alfombra es sustituida...
Otro ejemplo caricaturesco lo encontramos en febrero de 2004, en los d¨ªas posteriores al terremoto del Rif, en el que hubo m¨¢s de 600 muertos. Ahmed Benchemisi, director del semanario Tel Quel, resumi¨® perfectamente la situaci¨®n: "La perspectiva de la visita real al lugar, durante los cuatro primeros d¨ªas que han seguido al se¨ªsmo, es una de las principales razones (si no la principal) del retraso registrado en las ayudas. Los camiones estaban all¨ª, los afectados tambi¨¦n, pero statu quo: "?Llega su majestad! ?Que no se mueva nadie mientras esperan! Por si quisiera repartir la primera manta, igual que pone la primera piedra de un edificio p¨²blico...".
El islote de Perejil
Si hay discrepancia [con Espa?a] sobre el estatuto del islote de Leila, hay que ir m¨¢s all¨¢ para buscar las razones de la crisis. Desde hace muchos meses las relaciones bilaterales son francamente malas: zonas de pesca marroqu¨ªes inaccesibles a los marineros espa?oles; emigraci¨®n clandestina marroqu¨ª que exaspera a Madrid (...); actitud de Espa?a en el conflicto del S¨¢hara, considerada parcial y favorable al Polisario; maniobras navales espa?olas cerca de la costa rife?a; duras cr¨ªticas de la prensa espa?ola contra Mohamed VI. El contencioso es voluminoso. ?Est¨¢ el rey en el origen de esta desgraciada iniciativa o, si emana del aparato de seguridad, ha sido informado? ?Han sido evaluadas las consecuencias del desembarco? Lo cierto es que el regalo de boda [Mohamed VI celebr¨® su matrimonio 48 horas despu¨¦s de la toma de Leila/Perejil] se convierte en un fiasco.
Sea como sea, Mohamed VI fue pillado por primera vez, en un flagrante delito de mala gesti¨®n de los asuntos del pa¨ªs, tanto si dio su visto bueno a la operaci¨®n y no vio el alcance, o si le pusieron delante de los hechos consumados y control¨® mal a sus tropas. Toda la clase pol¨ªtica del reino coincid¨ªa un¨¢nimemente en decir que una torpeza semejante no habr¨ªa ocurrido en tiempos de Hasan II. En el Consejo de Ministros, Mohamed el Yazgui [dirigente socialista] exig¨ªa explicaciones, al considerar que el Parlamento y el pueblo ten¨ªan derecho a saber. El rey le cort¨® en seco y le invit¨® a "releer la Constituci¨®n".
Aunque sea anecd¨®tico, lo sucedido tras este intercambio animado ilustra bien la manera de funcionar del soberano que parece caminar con alegr¨ªa por las huellas dejadas por su padre. Cuando Mohamed VI acaba de colocar en su sitio a Yazgui, el ministro de Asuntos Religiosos, Alaui Mdaghri, interviene y, como fiel cortesano, arremete contra Yazgui, al que reprocha sus palabras "indignas". Se decide finalmente celebrar m¨¢s tarde una reuni¨®n interministerial para tratar el asunto. Mientras tanto, Mohamed VI pide a Alaui Mdaghri que se quede en su casa y conf¨ªa a Yazgui una misi¨®n en China. Queda claro que no se hablar¨¢ ya de nada.
Fin del laxismo
La gesti¨®n de los tr¨¢gicos acontecimientos del 16 de mayo de 2003 [los atentados de Casablanca se cobraron 45 vidas] y las medidas que hubo que tomar despertaron una en¨¦rgica oposici¨®n. Desde luego, el rey visit¨® con bastante rapidez a los heridos, pero esper¨® m¨¢s de dos semanas antes de pronunciar un discurso dedicado, b¨¢sicamente, a la seguridad: "(...) Ha llegado la hora de la verdad, anunciando el fin de la era del laxismo frente a quienes explotan la democracia para atentar contra la autoridad del Estado, y de aquellos que difunden ideas que representan un terreno f¨¦rtil para sembrar las espinas del ostracismo, el fanatismo y la discordia". Aunque afirma que no se alejar¨¢ del camino de "la democracia y la modernidad", Mohamed VI marca as¨ª el regreso obligado a las pr¨¢cticas de seguridad. Qu¨¦ alejada parece la ¨¦poca, sin embargo reciente, en la que afirmaba a prop¨®sito de los islamistas: "No hay que combatirles, hay que convencerles". "?De verdad no veo d¨®nde est¨¢ el peligro islamista!". Dispone de un aparato de seguridad que no es m¨¢s apreciado hoy que en tiempos de Hassan II, pero del que se empieza a decir que da menos resultados y es menos eficaz que en la era de Basri [ministro del Interior destituido por Mohamed VI en el oto?o de 1999].
Muchos marroqu¨ªes, que hablan hoy en d¨ªa de atomizaci¨®n del poder, tienen la sensaci¨®n de que no hay un piloto en el avi¨®n o un centro ¨²nico del poder como durante el reinado de Hassan II. Lo explican por la falta de inter¨¦s del joven rey por la gesti¨®n cotidiana de los asuntos de Estado. Ya el jueves por la tarde, cuenta un acostumbrado de palacio, la semana de trabajo del soberano est¨¢ acabada. Se divierte, hace que le proyecten pel¨ªculas en una sala privada ultramoderna, recibe a sus amigos, se desplaza.
Fuad Al¨ª el Hima y el joven equipo que le rodea y le aconseja parecen mal dotados para limpiar las cuadras de Augias y asumir as¨ª la parte m¨¢s sombr¨ªa de la herencia de Hassan II. En los asuntos del Cr¨¦dit Immobilier H?telier o de la Caisse Nationale de la S¨¦curit¨¦ Sociale estos j¨®venes han tenido la tentaci¨®n de abrir la caja de Pandora, pero la cierran r¨¢pidamente cuando toman conciencia de la gravedad y de la envergadura del esc¨¢ndalo. Algunos de ellos tienen los mismos defectos que sus mayores con, acaso, algo m¨¢s de sofisticaci¨®n t¨¦cnica, pero sin la experiencia pol¨ªtica de sus predecesores. La fracasada ocupaci¨®n del islote de Leila/Perejil, la calamitosa gesti¨®n del se¨ªsmo en el Rif, los asuntos Lmrabet y Mandari/Othman Benjelloun, las insignes meteduras de pata de la diplomacia marroqu¨ª en la cuesti¨®n del S¨¢hara, son una demostraci¨®n de poca profesionalidad que no ocurr¨ªa en tiempos del padre de Mohamed VI.
Este ¨²ltimo ha demostrado, en varias ocasiones, que era capaz de implicarse con seriedad en algunos asuntos importantes de sociedad y de brindar las respuestas adecuadas. Supo, por ejemplo, responder a las expectativas de los militantes amazig al crear el Instituto Real para la Cultura Amazig, que puede contribuir eficazmente a salvaguardar la cultura bereber. Durante el primer a?o de su reinado, el "rey de los pobres" supo tambi¨¦n analizar con precisi¨®n los males que padece la sociedad marroqu¨ª. Pero, tras un largo periodo de inacci¨®n, el nuevo c¨®digo de la familia es el hecho destacado de sus cinco primeros a?os al frente del reino.
Grandes fastos
El estudio de los reinados de Mohamed V y de Hassan II, as¨ª como el inicio del reinado de Mohamed VI, ponen de relieve el car¨¢cter absoluto de la monarqu¨ªa marroqu¨ª, aunque las personalidades del predecesor o del sucesor de Hassan II han podido -o pueden- atenuar el rigor. Los ¨²ltimos representantes de la monarqu¨ªa alau¨ª no se han conformado con labrarse una Constituci¨®n a medida que les otorga pr¨¢cticamente plenos poderes pol¨ªticos. Se han apoderado de los resortes econ¨®micos para disponer de los recursos necesarios para controlar mejor el ¨¢mbito pol¨ªtico y, de forma accesoria, vivir con grandes fastos. No existe un solo pa¨ªs democr¨¢tico que pueda aceptar las condiciones de vida del rey de Marruecos y su familia. Aunque el tema sigue siendo tab¨² en la prensa local, cada vez son m¨¢s numerosos los marroqu¨ªes, incluso entre las ¨¦lites, que cuestionan un tren de vida que resulta todav¨ªa m¨¢s chocante porque millones de marroqu¨ªes viven en la miseria. El "querido pueblo", al menos en lo que se refiere a su poblaci¨®n urbana m¨¢s desheredada, sabe perfectamente a qu¨¦ atenerse. Invitado a principios de la primavera de 2003 por unos militantes de distintas asociaciones afincados en Derb Sultan, un barrio popular de Casablanca, el autor descubre que el sector de la zona en la que se encuentra se ha convertido pr¨¢cticamente en un ¨¢rea sin ley. La polic¨ªa ya no entra en ¨¦l, y las bandas de j¨®venes, en lugar de aterrorizar a la poblaci¨®n local, imponen su ley. Los estragos del alcohol y la droga se leen en los rostros fatigados de estos chicos sin perspectivas. Son ruidosos, desaf¨ªan al r¨¦gimen insult¨¢ndole: Ahaddine ar ray, ahaddine al alams (esclavos de la bandera, ?de qu¨¦ os ha servido vuestra esclavitud?), gritan dirigi¨¦ndose a unos vecinos indiferentes, demasiado agotados para protestar. De un barrio parecido de Casablanca, Sidi Moumen, sali¨® la decena de kamikazes que saltaron por los aires el 16 de mayo de 2003, provocando en su locura la matanza de 30 inocentes. ?Son conscientes los dirigentes de Marruecos de que en estos barrios olvidados de la capital econ¨®mica o de las principales ciudades del pa¨ªs la fiebre mon¨¢rquica ha desaparecido? "No hay que tomar al pueblo marroqu¨ª por m¨¢s bestia de lo que es", declara tranquilamente nuestro anfitri¨®n. "Ni el Estado, ni la regi¨®n, ni la ciudad han hecho nunca nada por ellos. ?Resignaci¨®n, violencia y desesperaci¨®n, es lo ¨²nico que hay aqu¨ª!".
Cabe concluir que el debate sobre la legitimidad de la monarqu¨ªa no presenta ning¨²n inter¨¦s en estas zonas marginales, cada vez m¨¢s numerosas. La legitimidad real, que se apoya en el poder absoluto del monarca, en la utilizaci¨®n del islam con la encomienda de los creyentes, en la tradici¨®n din¨¢stica, en los lazos de clientelismo y sumisi¨®n al majz¨¦n, se vive confusamente como una aut¨¦ntica provocaci¨®n. Los islamistas no tienen ninguna necesidad de cargar las tintas. Pero la legitimidad democr¨¢tica, basada en el respeto a la ley, en la igualdad de derechos, en unas elecciones libres y una justicia independiente, est¨¢ fuera de toda cuesti¨®n. Nadie cree en ello porque nadie se ocupa de ello. Las prioridades de la poblaci¨®n est¨¢n en otro lado: ?necesita sobrevivir!
La monarqu¨ªa, al hacer alarde de sus fastos y al exponerse demasiado pol¨ªtica, econ¨®mica y socialmente, se pone cada vez m¨¢s en tela de juicio. Su legitimidad, aunque en general no se cuestione, tiene unos fundamentos menos s¨®lidos, y su lugar exacto est¨¢ por redefinir. A pesar de su experiencia y de sus cualidades de hombre de Estado, el traje ya le ven¨ªa un poco grande a Hassan II, que dej¨® un enorme pasivo en el ¨¢mbito social. Corre el riesgo de ser enseguida demasiado grande para Mohamed VI, que se expone a a?adir la inexperiencia y la falta de visi¨®n en pol¨ªtica exterior a la impotencia en el ¨¢mbito social. En Oriente Pr¨®ximo, la voz de Marruecos se ha vuelto inaudible, a pesar de que la brutalidad y la rigidez de Ariel Sharon no le ha facilitado la tarea. En el S¨¢hara Occidental, numerosos expertos consideran que, desde la muerte de Hassan II, las autoridades marroqu¨ªes han carecido de imaginaci¨®n y han multiplicado al mismo tiempo las torpezas, como, por ejemplo, el irritar a James Baker, el emisario de la ONU. "Mohamed VI", escribe R¨¦my Leveau, "tiene grandes dificultades para asimilar los datos de los problemas a los que se enfrenta. Se ha implicado sobre todo a fondo en el asunto del S¨¢hara Occidental, con la esperanza de lograr provecho de una salida de la crisis favorable a las tesis marroqu¨ªes".
En 2004, cuando acaba de celebrar el quinto aniversario de su entronizaci¨®n, resulta muy dif¨ªcil imaginar el destino de Mohamed VI, y, por tanto, de la dinast¨ªa alau¨ª. Mohamed VI ascendi¨® al trono en unas circunstancias infinitamente m¨¢s favorables que las que prevalec¨ªan en el momento en que su padre sucedi¨® a Mohamed V. La oposici¨®n de principios de los a?os sesenta lleg¨® en 1998 al Gobierno y sus representantes no tuvieron palabras o gestos demasiado fuertes para testimoniar su afecto al joven rey. ?ste muy pronto le cogi¨® gusto al poder, pero todos eran conscientes de que a¨²n no hab¨ªa terminado de recuperar el tiempo perdido mientras era pr¨ªncipe heredero, y estaba sujeto a penosas y frecuentes obligaciones protocolarias bajo la implacable mirada de un padre intransigente. De ah¨ª, sin duda, esa impresi¨®n extra?a de un rey diletante, algo ausente. Sin embargo, en varias ocasiones ha demostrado que tiene convicciones y que puede cortar por lo sano los problemas. Estas iniciativas no son desde?ables, y, como dicen apropiadamente R¨¦my Leveau y Abdallah Hammoudi, "el futuro de las monarqu¨ªas descansa en una serie de milagros, de constantes reconquistas del poder, como el regreso de Madagascar, la Marcha verde o las manifestaciones de unanimidad durante los funerales de Hasan II". Habr¨ªan podido a?adir la destituci¨®n de Driss Basri y, sobre todo, la adopci¨®n del nuevo c¨®digo de la familia. En cinco a?os, el soberano no se ha manchado las manos de sangre, algo de lo que nadie se quejar¨¢.
En el ¨¢mbito de las libertades p¨²blicas, el balance no es tan tranquilizador. Aunque han desaparecido numerosos tab¨²es, lo que permite a la prensa hablar tanto del patrimonio y los negocios de la familia real como de la vida cotidiana de los presidiarios de Tazmamart, el asunto Lmrabret, el nuevo c¨®digo de la prensa, as¨ª como la reciente legislaci¨®n antiterrorista no dejan de provocar inquietud. A falta de instituciones cre¨ªbles y de contrapoderes reales, las maquinarias policial o judicial, atendiendo a instrucciones del majz¨¦n, pueden ponerse en marcha en cualquier momento y machacar al individuo. En la conclusi¨®n de un peque?o y conmovedor libro en el que cuenta su dolorosa experiencia de c¨¢rcel, Jaled Jamai deplora que, "despu¨¦s de algunos a?os de resistencia", la oposici¨®n haya "abdicado en nombre de la integridad territorial o de un nacionalismo ciego. Adem¨¢s se ha sometido para conservar sus privilegios, al aceptar que al Estado de derecho lo sustituya el derecho del Estado, y a la fuerza de la ley, la ley de la fuerza. Por tanto, ha contribuido a reforzar un r¨¦gimen en el que el derecho se ha convertido en un privilegio, y el privilegio, en un derecho en el que reinan como due?os absolutos el majz¨¦n pol¨ªtico y el majz¨¦n econ¨®mico".
Una interminable transici¨®n
Pero sin duda lo m¨¢s preocupante del nuevo reino es que seguimos sin tener la menor idea del rumbo que pretende seguir Mohamed VI. ?Lo sabe ¨¦l? ?O ha decidido hacer de esta falta de rumbo un m¨¦todo de gobierno? Lo "m¨¢s perverso" en el sistema marroqu¨ª, subraya de nuevo Jaled Jamai, es que nunca llega al punto de ruptura. "As¨ª, cuando menos lo esperamos, suelta lastre, dando la impresi¨®n de que por fin entramos en un Estado de derecho, que el pa¨ªs est¨¢ en una transici¨®n democr¨¢tica. Una transici¨®n que no acaba nunca. Hace que surja la esperanza en una era de democracia y d¨ªas mejores, y toda idea de revuelta o de revoluci¨®n se apaga luego gradualmente".
??rbitro o jugador, instituci¨®n sagrada u hombre de negocios, Estado de derecho o aparato represivo? Mohamed VI no podr¨¢ jugar eternamente a dos bandas y eludir todas estas cuestiones. Tendr¨¢ que elegir, dar sentido y coherencia a su reino, si no quiere terminar como Mulay Abdelaziz, desastroso sucesor del en¨¦rgico Hassan I a finales del siglo XIX. Por desgracia, hoy las reglas del juego son por lo menos igual de borrosas que en tiempos de su padre. "Los responsables de este pa¨ªs no tienen ni visi¨®n ni estrategia. Es deprimente", suspira Najib Akesbi, antes de a?adir sonriendo: "Cuando quiero levantarme la moral, miro hacia ?frica; cuando quiero ser realista, miro hacia el Norte. ?No es una fatalidad, para nosotros los marroqu¨ªes, que no encontremos nuestro equilibrio m¨¢s que hacia abajo?".
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