El bicho de la copa
?Est¨¢ ah¨ª! Larga, fea, con curvas. Un labio sugerente, aunque algo ca¨ªdo. Poca cabeza, un cuello largo y una gran cintura. Un asa borracha y una peana estrecha con tacones y plataforma. Es tan vac¨ªa como brillante. Es tan rotunda como hueca. Tiene una boca generosa y una base sin fondo.
Cost¨® cien guineas y ?a saber que es eso al cambio! Hoy vale ingenio a raudales e ilusi¨®n sin mesura, pero, sobre todo, una buena batalla en el agua.
Seduce como ninguna a su edad. Embarga por su mera presencia. Ha movido pasiones y revuelve los corazones. La Copa del Am¨¦rica est¨¢ ah¨ª, en Valencia, y ?ojo! porque tiene un bicho, un bicho rancio, antiguo, sereno.
Quiz¨¢s se aburri¨® en sus a?os en el armario de George L. Schuyler y destil¨® las esencias del esp¨ªritu de la competici¨®n. Quiz¨¢s sea una leyenda o una pesadilla, pero, en cualquier caso, no te acerques, no te muevas, porque, si te muerde, est¨¢s perdido.
Algunos dicen que da fiebre y que en el delirio pensar¨¢s en las olas, en las proas, en lo eterno de una estela y, al final, no lo podr¨¢s resistir y viajar¨¢s a Valencia. All¨ª ver¨¢s colores, formas imposibles, trapecistas, concentraci¨®n, alegr¨ªa y frustraci¨®n.
Velas al viento, ruidos extra?os, la fuerza de la luz y la sabidur¨ªa de los viejos lobos de mar con sus tretas y su instinto.
Sentir¨¢s como tu sangre es salada y que la mar es un mundo donde, a veces, se juega al ajedrez. No comprender¨¢s c¨®mo se puede luchar por ella. No comprender¨¢s por qu¨¦ vienen de tan lejos. No comprender¨¢s c¨®mo se tir¨® 132 a?os en el Club de Yates de Nueva York y despu¨¦s, en poco m¨¢s de 20, haya vivido en tres continentes.
Pero da igual porque siempre ha sido atractiva, siempre hubo hombres que bebieron los vientos por ella y siempre los habr¨¢.
Las regatas comenzar¨¢n a ca?onazos y terminar¨¢n a ca?onazos. Habr¨¢ fortuna y habr¨¢ justicia. La playa de la Malvarrosa ver¨¢ lo que nunca se hab¨ªa visto y el viento jugar¨¢ con todos.
Por delante quedan los an¨¢lisis de formas, de estructuras y predicciones de velocidades. Las pruebas en el canal y en el t¨²nel de viento. Miles de mediciones en el campo de regatas, anotaciones, reuniones, m¨¢s an¨¢lisis y m¨¢s reuniones. Botaduras de gala de barcos de nueva generaci¨®n con lo ¨²ltimo de lo ¨²ltimo, sudor, mucho sudor. Viradas, trasluchadas, tomas de baliza y m¨¢s ca?onazos. La sal en la boca, la amargura de la derrota y la delicia de la victoria.
Todo por perseguirla, por no evitar la picadura del dichoso bicho, por dejarse llevar por su fuerza, por intentar desentra?ar sus misterios e intentar solventar sus problemas.
Y, aunque tambi¨¦n nos visitar¨¢n las controversias, los esc¨¢ndalos, y las batallas medi¨¢ticas, al final se impondr¨¢ la ley que todo lo puede en la Copa del Am¨¦rica: la ley del m¨¢s r¨¢pido. Y el m¨¢s r¨¢pido vencer¨¢.
Luis S¨¢enz Mariscal es abogado experto en las normas de la Copa del Am¨¦rica
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