Una mansi¨®n donde se engordan patos
Los jefes de ETA llevaban cuatro a?os viviendo con su hijo en una casa a una hora de Euskadi
No es una casa, se trata m¨¢s bien de una mansi¨®n. Un fot¨®grafo, despu¨¦s de escrutarla durante horas a trav¨¦s del teleobjetivo, dice que se parece a la que utiliz¨® Alejandro Amen¨¢bar para rodar Los otros. La polic¨ªa francesa, como siempre que se desarrolla una operaci¨®n contra ETA, ha montado un dispositivo discreto, aunque f¨¦rreo, en torno al lugar de la detenci¨®n. S¨®lo unos cuantos reporteros, y despu¨¦s de triscar agachados por un maizal en pendiente, logran burlar el control y acceder a una granja, la ¨²nica desde donde se divisa la mansi¨®n Soubre, que as¨ª se llama la vivienda donde al amanecer de ayer fueron detenidos Mikel Albizu y Soledad Iparragirre. La due?a de la granja es una se?ora mayor, muy simp¨¢tica, que no sale de su asombro. "Patos", dice se?alando la casa situada a 150 metros de la suya, "hasta que me he enterado por la televisi¨®n de lo que ha pasado, yo cre¨ªa que lo m¨¢s importante que se hac¨ªa all¨ª era engordar patos...".
La se?ora -que no dir¨ªa su nombre ni por todo el oro del mundo- no ha necesitado teleobjetivos para saber que el due?o de la casa, un tal Aricot, que es concejal de una poblaci¨®n cercana llamada Orriule, vive con una chica llamada Lavie. "Aunque se dice por aqu¨ª", puntualiza con picard¨ªa, "que no est¨¢n casados". Dice que Aricot, aunque propietario, vive en la casa anexa a la mansi¨®n. "La casa grande", a?ade, "se la tienen alquilada a un matrimonio con un hijo peque?o, un chaval de unos ocho a?os. A veces los veo salir en una furgoneta, una Renault Express de color blanco".
Dice que no sabe mucho m¨¢s, y un recorrido apresurado por el pueblo, preguntando aqu¨ª y all¨¢, arroja id¨¦ntico resultado. Nadie es capaz de describir al terrorista m¨¢s buscado, nadie se atreve a decir si es alto o bajo, si moreno o calvo. Al ¨²nico que s¨ª reconocen haber visto es al hijo, que estudia en el Liceo, situado en el centro del pueblo, a s¨®lo un kil¨®metro de su vivienda. De lo que tambi¨¦n est¨¢n seguros todos es de que la pareja de espa?oles nunca dio que hablar. De hecho, ayer por la ma?ana, cuando la due?a de la granja se despert¨® y sali¨® a dar de comer a las gallinas, divis¨® a unos hombres con armas largas -a ella le parecieron escopetas- que entraban en la vivienda de sus vecinos. "Si en alg¨²n momento me hubieran dado mala espina", cuenta, "hubiera seguido mirando, pero pens¨¦ que se trataba de cazadores, y segu¨ª con lo m¨ªo". S¨®lo el telediario la sac¨® de su error.
Hasta aqu¨ª todo es m¨¢s o menos normal. Suele suceder cuando la polic¨ªa logra echarle el guante a un criminal especialmente despiadado. Los vecinos se llevan una gran sorpresa y glosan los detalles de urbanidad del detenido. Sin embargo, en esta ocasi¨®n hay dos datos que llaman poderosamente la atenci¨®n. El primero es el tiempo que los terroristas llevan viviendo aqu¨ª. Seg¨²n da fe la due?a de la granja, Mikel Albizu y Soledad Iparragirre se mudaron hace nada m¨¢s y nada menos que cuatro a?os. Lo que quiere decir que el terrorista m¨¢s esquivo, el fugitivo por antonomasia, se sent¨ªa mucho m¨¢s seguro en su casa que muchas de sus v¨ªctimas. El otro dato es la cercan¨ªa de Espa?a. Aunque sumergida en el paisaje y la forma de vivir de Francia, la vivienda de los Albizu est¨¢ a tan s¨®lo una hora de autopista de la frontera con el Pa¨ªs Vasco. Los expertos en la lucha antiterrorista ven¨ªan advirtiendo desde hace alg¨²n tiempo que la presi¨®n policial hab¨ªa empujado a los terroristas de ETA hacia el norte de Francia. De hecho, las detenciones -cada vez m¨¢s numerosas- as¨ª lo atestiguaban. Sin embargo, Antza, el jefe, el que daba la orden de matar, segu¨ªa viviendo sin sobresaltos en un paraje bell¨ªsimo, con su compa?era y su hijo peque?o, disfrutando de un jard¨ªn frondoso y -a ojos de sus vecinos- engordando patos para convertir en foie y magret.
Durante todo el d¨ªa, lo ¨²nico que se acert¨® a ver desde la granja fue el ajetreo de la polic¨ªa francesa, que entraba y sal¨ªa de la casa, donde permanec¨ªan los detenidos. Un agente, con su ordenador port¨¢til abierto sobre la mesa del jard¨ªn, no dej¨® de teclear hasta el anochecer.
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