Cuando Turqu¨ªa era europea
Turqu¨ªa como candidata a ingresar en la Uni¨®n Europea: el momento crucial se acerca. Pero a la vez que se enfurece el debate, crece tambi¨¦n la confusi¨®n sobre lo que se discute. Los argumentos a favor o en contra de un hipot¨¦tico ingreso turco a muy largo plazo se reparten en tres conocidos ¨¢mbitos: el puramente pol¨ªtico, el de su conveniencia econ¨®mica y el de las posibles ventajas geoestrat¨¦gicas. La verdad es que s¨®lo un pu?ado de economistas especializados, con abundante documentaci¨®n como respaldo, pueden tener la respuesta adecuada al debate sobre las ventajas e inconvenientes que ese paso representar¨ªa para el conjunto de la UE. De forma individual es m¨¢s f¨¢cil entender los motivos del apoyo o rechazo de unos y otros. Es comprensible, por ejemplo, el recelo alem¨¢n en momentos en los que se debate tan intensamente la situaci¨®n interna del pa¨ªs. Quedan muy lejanos los triunfalismos de 1990; se supone que Alemania soportar¨ªa un porcentaje importante de los gastos que implicar¨ªa el ingreso de Turqu¨ªa, y todo eso en unos momentos en los que la ultraderecha est¨¢ volviendo a levantar la cabeza. Por supuesto, que el peso de la inmigraci¨®n turca es un lastre importante en todo este asunto es algo sabido.
Pero los an¨¢lisis tienden a quedarse en argumentos de base pol¨ªtica, cultural y supuestamente hist¨®rica. En la reciente ampliaci¨®n de la UE, consumada el pasado mes de mayo, ese tipo de consideraciones jugaron el mismo papel -o superior- al de aquellas de tipo puramente econ¨®mico. Llama la atenci¨®n la dureza que puede desplegarse en relaci¨®n a Turqu¨ªa cuando s¨®lo hace pocos meses las autoridades comunitarias digirieron las duras presiones de Polonia, pasaron por alto la muy escasa tolerancia de algunos gobiernos b¨¢lticos hacia sus minor¨ªas nacionales y perdonaron la arrogancia de los grecochipriotas. Lo importante era ampliar la integraci¨®n europea hacia el Este por motivos eminentemente pol¨ªticos. Y pol¨ªticas est¨¢n siendo ahora la decepci¨®n y las dudas.
Lo malo de todo ello es que por ese camino se desciende con gran rapidez hacia estilos populistas, y por ello, sesgados. Diversos pol¨ªticos alemanes argumentan que despu¨¦s de Turqu¨ªa tratar¨ªan de ingresar en la UE diversos pa¨ªses del norte de ?frica. Eso es tener mala memoria voluntaria. Turqu¨ªa accedi¨® a la OTAN en 1952, s¨®lo dos a?os despu¨¦s de que se celebraran en ese pa¨ªs las primeras elecciones democr¨¢ticas de su historia. E hizo honor a la confianza depositada en ella durante la guerra fr¨ªa. Mientras el resto del mundo musulm¨¢n comenz¨® a plantear problemas a Occidente ya desde los primeros a?os de la descolonizaci¨®n, y no digamos durante los setenta, el aliado turco evitaba las estridencias de los egipcios, los paquistan¨ªes, los iran¨ªes, los argelinos, incluso los marroqu¨ªes. Lo importante entonces era que los gobiernos turcos contuvieran a los extremistas de izquierdas y, a lo largo de los a?os ochenta, pararan la expansi¨®n de la vecina revoluci¨®n iran¨ª. Tanto es as¨ª que ya en los sesenta comenz¨® a discutirse el posible acceso de Turqu¨ªa a la entonces Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE). De hecho, se convirti¨® en miembro asociado en 1963, cuando s¨®lo hac¨ªa tres a?os que los militares turcos hab¨ªan dado un golpe y ahorcado a Adnan Menderes, el primer ministro democr¨¢ticamente elegido en 1950. Y en 1970 Ankara firm¨® el Protocolo Adicional para un ingreso eventual. Por lo tanto, ning¨²n pa¨ªs musulm¨¢n cumpli¨® como Turqu¨ªa con los trabajos sucios que la "cristiana" Europa le encomend¨® durante la guerra fr¨ªa, y ning¨²n otro recibi¨® las promesas que se le hicieron a Ankara. Por lo tanto, el "efecto domin¨®" de candidaturas a la UE ser¨ªa totalmente inaceptable y evitable.
El cardenal Joseph Ratzinger, desde el Vaticano, opina que la adhesi¨®n de Turqu¨ªa ser¨ªa "ahist¨®rica" y que la identidad turca se forj¨® "en la oposici¨®n a Europa y al cristianismo, que constituye la esencia europea" -seg¨²n recog¨ªa EL PA?S el pasado 25 de septiembre-. No deja de tener su gracia que un cardenal tan encumbrado nos quiera confundir: la Sublime Puerta combati¨®, en todo caso, contra el catolicismo, dejando de lado la firme alianza con la cat¨®lica Francia que se inici¨® en el siglo XVI. Pero est¨¢ ya muy demostrado que los ortodoxos balc¨¢nicos ayudaron a la expansi¨®n del turco contra los cat¨®licos. Y en cuanto a los protestantes, cabe recordar que Solim¨¢n el Magn¨ªfico estudi¨® el conflicto que planteaba la Reforma y consider¨® seriamente la posibilidad de apoyar directamente a Lutero. De hecho, exhort¨® a los predicadores de las mezquitas de Estambul a que celebraran el auge del luteranismo. Pero sobre todo, los otomanos ayudaron activamente a los calvinistas h¨²ngaros y transilvanos a lo largo del XVII. En cuanto a los brit¨¢nicos, consiguieron acceso al comercio y relaciones diplom¨¢ticas con el Imperio otomano, ya a fines del XVI, en base a su car¨¢cter de anglicanos y, por lo tanto, enemigos de la cat¨®lica Espa?a. De ah¨ª arranca la actual simpat¨ªa que subsiste entre los brit¨¢nicos hacia Turqu¨ªa.
Si todo un antiguo jefe de Gobierno como Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar sostiene que "los problemas de Espa?a con Al Qaeda" se remontan al siglo VIII, no es de extra?ar que para otros muchos la batalla de Lepanto est¨¦ todav¨ªa a la vuelta de la esquina, las ideas de Carlos V tengan plena vigencia. Por lo tanto, la integraci¨®n de Turqu¨ªa en la UE ser¨ªa deseable, entre otras muchas y m¨¢s importantes razones, para pasar p¨¢gina de cierta concepci¨®n vetusta que tenemos en Europa sobre nuestra propia historia, entrando de una vez en el siglo XXI. Mientras tanto, y si se llegan a producir, las negociaciones con Ankara dar¨¢n el margen de una larga d¨¦cada para controlar lo que de verdad importa: la adecuaci¨®n de Turqu¨ªa con el acervo econ¨®mico, pol¨ªtico e institucional de la Europa comunitaria.
Francisco Veiga es profesor de Historia de Europa Oriental y Turqu¨ªa en la UAB, y autor de La trampa balc¨¢nica (2002) y Slobo (2004).
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