Ceremonias lorquianas
Diez ceremonias compendian esta versi¨®n del Romancero lorquiano, en un ritual lleno de simbolismo. El propio Federico est¨¢ en escena, iluminado unas veces, en trance siempre y escribiendo constantemente. Y en torno a ¨¦l se desarrollan todas esas ceremonias testimoniales. Tres cantaores hacen el relato, que lamentablemente nos perdimos en gran parte porque no se les entend¨ªa bien.
La obra result¨® excesivamente larga. Los bailes fueron todos en extremo prolongados, hasta el punto de que nunca se ve¨ªa el final de ellos. Fue un repetir y repetir de recursos intencionadamente, como si en esas repeticiones se condensara la almendra de lo que estaba ocurriendo. Bailes serios, dram¨¢ticos, bien bailados. Sobre todo los de ellos, pese a su machaconer¨ªa. El de Anto?ito el Camborio, ya hacia el final, fue realmente excesivo. Todos lo fueron, en una obra en que el baile era decisivo. Pareciera como si Paco Su¨¢rez, creador de esta obra ceremonial, hubiera querido expresar con el baile todo lo que los personajes llevaban dentro. Posiblemente fuera as¨ª.
El romancero gitano
Florencio Campo, Claudia Faci, Daniel Do?a, Inge Mart¨ªn, Keli¨¢n Mart¨ªnez, David Paniagua, Marcos Flores, Alegr¨ªa Su¨¢rez, Jos¨¦ Maya. Teatro Lope de Vega, Sevilla, 7 de octubre.
Luego est¨¢ la Luna, en otro plano de interpretaci¨®n. Siempre distante, fr¨ªa. Es un personaje omnipresente, y sin embargo ambiguo, que marca caminos a los otros. Apenas est¨¢, pero su presencia lo domina todo de manera exhaustiva. Es un personaje de referencia, en una obra que puede pesar en ocasiones, pero que tiene otras virtudes destacables.
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