El Cid, la gran fuga de un aventurero
Amado o denostado, ocho provincias rescatan su leyenda con una ruta tur¨ªstica
La Historia cambia todos los d¨ªas", afirma el profesor Dumouchel en una carta a Bouvard y P¨¦cuchet, los protagonistas de la novela hom¨®nima de Flaubert. "Se ataca a Belisario, a Guillermo Tell y hasta al Cid, reducido por los ¨²ltimos descubrimientos a un simple bandido". H¨¦roe y traidor, mercenario y vasallo fiel, caballero piadoso o aventurero sin escr¨²pulos... Rodrigo D¨ªaz de Vivar, el guerrero castellano del siglo XI, es todav¨ªa un personaje controvertido que admite los juicios m¨¢s opuestos, aun en ¨¢mbitos muy alejados de la investigaci¨®n hist¨®rica. As¨ª, en tiempos de la Guerra Civil el Himno de Riego llamaba a los republicanos "hijos del Cid", y Mar¨ªa Teresa Le¨®n consideraba al de Vivar un defensor de los derechos del pueblo frente a los tiranos. Para los militares sublevados, sin embargo, el mismo personaje simbolizaba los valores de la Espa?a tradicional, y fue el propio Franco quien en 1955 inaugur¨® en Burgos la estatua ecuestre que ha quedado como la imagen por excelencia del Campeador: su brazo imperioso prolongado por la Tizona, largas barbas, yelmo apuntado y capa al viento.
La manipulaci¨®n pol¨ªtica no debe impedirnos apreciar la grandeza que el arte ha conferido al h¨¦roe y su multiplicidad de matices. Le conocemos desde su primera juventud hasta su madurez, marcado siempre -porque los poetas as¨ª lo han querido- por un destino tr¨¢gico: su casamiento con la hija del conde enemigo de su familia al que acaba de matar, sus amores con do?a Urraca, la muerte a traici¨®n de su protector el rey Sancho, la jura de Santa Gadea, el destierro, el desgraciado matrimonio de sus hijas, su cad¨¢ver a caballo defendiendo Valencia... Son todos episodios populares que los artistas no han dejado de recrear y enriquecer: el Romancero y Manuel Machado le han dedicado versos memorables; Guill¨¦n de Castro y Corneille le subieron a las tablas del teatro, y Antonio Gala hizo lo propio con su viuda, do?a Jimena; cant¨® en franc¨¦s gracias a Massenet y Debussy; se han plasmado sus aventuras en dibujos animados, y, c¨®mo no, Charlton Heston le incorpor¨® a la n¨®mina de h¨¦roes cinematogr¨¢ficos en la famosa pel¨ªcula de Anthony Mann. Con Don Quijote, Don Juan y Carmen, el Cid constituye una de las aportaciones espa?olas a los arquetipos universales.
Un consorcio entre ocho diputaciones provinciales ha querido ahora recuperar al Campeador para el turismo, y para ello ha trazado una ruta que toma como referencia (pero no de forma estricta) la primera gran obra de la literatura castellana, el Cantar de M¨ªo Cid. Para dar coherencia al recorrido se han organizado distintos itinerarios a partir de un largo y serpenteante eje central de unos 900 kil¨®metros que va desde Vivar del Cid (cuna del h¨¦roe) hasta Valencia. De ¨¦l surgen 10 anillos y varios ramales en los que se incluyen casi todos los lugares ligados al Cantar y alg¨²n otro no citado en el poema, pero vinculado a la leyenda del Campeador. Esta multiplicaci¨®n de caminos se debe al vagabundeo del guerrero, que una vez expulsado de Castilla dej¨® que el azar de la guerra y la rapi?a guiaran sus pasos.
Cada viajero podr¨¢ dise?ar -seg¨²n sus intereses- la excursi¨®n que mejor le convenga, con la seguridad de encontrarse siempre con un paisaje en el que sigue latiendo el esp¨ªritu ¨¦pico de Ruy D¨ªaz de Vivar. En conjunto, estamos ante uno de los trayectos tur¨ªsticos espa?oles m¨¢s sorprendentes y ambiciosos, una suerte de laberinto fascinante que va desde el coraz¨®n de la vieja Castilla hasta las playas del Mediterr¨¢neo a trav¨¦s de caminos poco transitados, donde la literatura, la naturaleza y el arte nos acompa?an.
Citamos la literatura en primer lugar porque ser¨¢ precisamente el Cantar la mejor gu¨ªa de la que va a disponer el viajero para orientarse, y tambi¨¦n, quiz¨¢, para perderse, pues le obligar¨¢ a visitar pueblos escondidos y parajes intrincados. Nadie ha de renunciar a leer los versos del M¨ªo Cid en los mismos lugares donde transcurre su gesta (Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal y Mar¨ªa Goyri as¨ª lo hicieron en su propia luna de miel). La visita al pueblo de Vivar, por ejemplo, s¨®lo tendr¨¢ pleno sentido si, evocando el poema, uno se imagina los ojos llorosos del guerrero desterrado, el paisaje de puertas abiertas, alc¨¢ndaras vac¨ªas y vasallos fieles que esperan la voz de marcha para abandonar Castilla. San Pedro de Carde?a, Molina de Arag¨®n o Valencia son lugares muy hermosos y llenos de atractivos por s¨ª mismos, pero los episodios que el juglar ambient¨® all¨ª los convierten, respectivamente, en s¨ªmbolos del dolor, la amistad y el triunfo. La literatura posee esta capacidad de educar nuestra mirada, de ense?arnos otra realidad que, como un halo, rodea el mundo sensible y que en este caso s¨®lo ser¨¢ perceptible por aquellos que se hayan dejado seducir por la cadencia del texto medieval.
La naturaleza es el segundo gran atractivo del camino. Pocas veces el Cantar nos describe el paisaje, y, sin embargo, ser¨¢ lo que m¨¢s nos llame la atenci¨®n en nuestro recorrido. La despoblaci¨®n de buena parte de las zonas rurales por las que discurre depara la sorpresa de lugares de una riqueza ecol¨®gica extraordinaria, como el valle del Arlanza en Burgos, el ca?¨®n del r¨ªo Lobos en Soria, la Sierra de Miedes y el parque natural del Alto Tajo (Guadalajara), las lagunas de Gallocanta (Zaragoza), la sierra de G¨²dar en Teruel o el Maestrazgo (Castell¨®n). El palmeral de Elche (Alicante), por el contrario, es una muestra asombrosa de c¨®mo el hombre puede convertir una zona ¨¢rida en un para¨ªso, y nos recordar¨¢, adem¨¢s, la labor civilizadora de los musulmanes, para quienes esta combinaci¨®n de vegetaci¨®n ordenada y de agua simboliza el Jard¨ªn del Ed¨¦n, el abandono del desierto y la promesa de la felicidad eterna. Algo muy parecido debieron sentir los castellanos al verse due?os de tal vergel, y as¨ª, cuando el Cid recibe a do?a Jimena en Valencia, lo primero que le muestra, desde el punto m¨¢s alto de la ciudad, es el paisaje de mar y cultivos.
Por fin, la riqueza art¨ªstica del camino es abrumadora. Es imposible describir con detalle cada uno de los lugares, as¨ª que haremos un recorrido veloz por las cuatro comunidades por las que discurre la ruta para detenernos en algunos puntos que tienen una importancia especial en el poema.
1 CASTILLA Y LE?N
El viaje empieza en Castilla y Le¨®n. Aqu¨ª el recuerdo del Campeador es intenso, pues ¨¦ste era el reino del que se le expuls¨® y muchos de los versos m¨¢s emotivos del Cantar est¨¢n inspirados en el dolor de la partida. En Vivar del Cid se encuentra el moj¨®n que se?ala la "legua cero" (as¨ª dice) de la ruta. La cercan¨ªa a la capital burgalesa est¨¢ convirtiendo a Vivar casi en barrio residencial. Algunas casonas de piedra, un molino de agua sobre el Ubierna y un sencillo monasterio de monjas clarisas donde se custodi¨® el c¨®dice del Cantar hasta 1776 es lo que nos deparar¨¢ el paseo por el pueblo.
Burgos ser¨¢ el pr¨®ximo destino. En ning¨²n otro punto la iconograf¨ªa cidiana alcanza mayor presencia y protagonismo. A nadie le debe extra?ar si lee r¨®tulos como "Pasteler¨ªa El Cid", "Carnicer¨ªa Tizona" o "Asociaci¨®n de Amas de Casa Do?a Jimena". Esto no significa que los burgaleses tengan una especial inclinaci¨®n al humor o al disparate, sino que para ellos todo lo que rodea a Rodrigo D¨ªaz de Vivar trasciende lo hist¨®rico y se convierte en algo cotidiano. En el puente de San Pablo, sobre el Arlanz¨®n, el escultor Joaqu¨ªn Lucarini represent¨® a los principales personajes vinculados con el Cid, quienes parecen flanquear el paso de la imagen ecuestre fundida por Juan Crist¨®bal. La iglesia g¨®tica de Santa ?gueda (del siglo XV) se levanta sobre la anterior rom¨¢nica que sirvi¨® de escenario para la famosa jura que cuenta el romancero ("en Santa Gadea de Burgos, / do juran los hijosdalgo..."). Mil rincones m¨¢s convierten a Burgos en un hito imprescindible en la ruta: as¨ª, entre otros, la tumba del Campeador (una sencilla l¨¢pida situada en el crucero de la catedral), su supuesta casa junto al arco de San Mart¨ªn (donde sus propios servidores, aterrados por el edicto del rey, le niegan la entrada), el arco y el puente de Santa Mar¨ªa o el castillo de la ciudad.
A pocos kil¨®metros de la capital se alza el monasterio de San Pedro de Carde?a, hoy ocupado por una comunidad cisterciense, pero habitado por benedictinos en el siglo XI. S¨®lo un ala del claustro y parte de la torre pertenecen a fechas cercanas al Cid. El resto es obra muy posterior: la esbelta y sobria iglesia se construy¨® en el siglo XV, y en los siglos XVII y XVIII se completaron las ampliaciones. La voz del poeta del Cantar suena aqu¨ª conmovida, pues narra la separaci¨®n definitiva del h¨¦roe de su familia, a la que dej¨® bajo la protecci¨®n de los monjes.
En la provincia de Soria encontraremos otro de los escenarios m¨¢s c¨¦lebres: el de la llamada afrenta de Corpes (el violento repudio por parte de los infantes de Carri¨®n de las hijas del Cid, a las que azotaron y abandonaron en un robledal). No se sabe con exactitud a qu¨¦ t¨¦rmino corresponde, pero la tradici¨®n lo ha situado cerca de Castillejo de Robledo (pueblo que posee una iglesia rom¨¢nica y las ruinas de un castillo templario), junto a la ermita de la Virgen de Pa¨²l. En estas tierras, cuajadas de atalayas y torres, todav¨ªa se percibe el car¨¢cter de frontera que tuvieron durante muchos siglos, cuando el Duero separaba las tierras cristianas de las musulmanas. La cercana villa de San Esteban de Gormaz perteneci¨® alternativamente a un bando y a otro hasta que fue tomada de forma definitiva, a mediados del siglo XI, por el propio Rodrigo D¨ªaz de Vivar. Su calle mayor conducir¨¢ a los principales monumentos, entre los que destacan sus dos iglesias rom¨¢nicas. San Esteban de Gormaz conserva las ruinas de su castillo, pero no las hemos de confundir con las de la fortaleza de Gormaz, varios kil¨®metros m¨¢s al sur, pasado El Burgo de Osma. El impresionante alc¨¢zar de Gormaz (obra musulmana del siglo X) se alza sobre un cerro y domina el paisaje.
2 CASTILLA-LA MANCHA
La entrada en la actual comunidad de Castilla-La Mancha se produce por la sierra de Miedes. El Cid atraves¨® estos montes de noche y el poeta los calific¨® de "fieros". A partir de ahora el camino empezar¨¢ a marcarse a punta de lanza. Casi todos los lugares fueron objeto de saqueo o sometidos a tributos por el Campeador. En el hoy modesto pueblo de Castej¨®n del Henares, el Cid demuestra por primera vez sus dotes como estratega y toma la villa al tiempo que su lugarteniente ?lvar F¨¢?ez recorre en algarada el valle del Henares. Estos soldados, que regresan de sus correr¨ªas y batallas tintos de sangre y dejan a sus espaldas un paisaje de ceniza y destrucci¨®n, son los mismos hombres que se emocionan al recordar su patria, que se besan en la boca para demostrarse su emoci¨®n y afecto (as¨ª se saluda el Cid con ?lvar F¨¢?ez y con el propio rey Alfonso), que saben ser tambi¨¦n valientes, generosos y fieles. El s¨ªmbolo mayor de amistad y lealtad se encuentra en un lugar hermoso, en Molina de Arag¨®n (Guadalajara), cuyo gobernador musulm¨¢n, Abengalb¨®n, es uno de los personajes m¨¢s dignos del Cantar. El poeta le caracteriza como alguien generoso y fiel, que ofrece su protecci¨®n a los hombres y la familia del Campeador. Los capitanes del Cid le tratan con sumo respeto y, cuando se dirigen a ¨¦l, le besan en el hombro, a la manera musulmana. Este gesto de aceptaci¨®n natural y sincera de su diferencia es uno de los pocos rasgos de tolerancia hacia los seguidores de Mahoma que encontraremos en el Cantar. Aparte de la belleza del caser¨ªo de Molina, de su castillo, murallas e iglesias, la visita a este lugar proporcionar¨¢ la oportunidad de acercarnos al parque natural del Alto Tajo, cuyas hoces y ca?ones guardan una gran riqueza de flora y fauna.
3 ARAG?N
Entramos en Arag¨®n, que en el cantar de gesta es escenario de batallas y correr¨ªas. Tanto el conde de Barcelona como el rey moro de Valencia intentan oponerse en vano al avance del Cid y a su constante saqueo y sometimiento de tierras que les pertenecen o a las que protegen. Algunas de estas ricas ciudades que tiemblan ante la amenaza del Campeador son Calatayud (que conserva calles de sabor medieval y edificios mud¨¦jares como las torres de San Andr¨¦s y de la colegiata de Santa Mar¨ªa la Mayor) o Daroca (ciudad amurallada con importantes iglesias y conventos). En esta ¨²ltima poblaci¨®n nace el anillo de Gallocanta, que nos acercar¨¢ hasta el humedal del mismo nombre.
En la provincia de Teruel siguen las escaramuzas y los combates: Montalb¨¢n, El Poyo del Cid, Monreal, Cella... Pronto llegaremos a una de las poblaciones m¨¢s hermosas de la ruta: Albarrac¨ªn. Esta ciudad, cuyo nombre procede de Ibn Raz¨ªn (otro moro que rindi¨® pleites¨ªa al Cid), nos ofrece una estampa impresionante sobre el r¨ªo Guadalaviar, con sus poderosos muros escalando la roca hasta el castillo. El caser¨ªo ofrece ejemplos notables de arquitectura popular y est¨¢ dominado por la imponente catedral dedicada al Salvador (siglos XII-XVIII). La sierra de Albarrac¨ªn permite ver ciervos, mariposas, pinares o sabinas que parecen hundir sus ra¨ªces en las propias paredes de piedra.
4 COMUNIDAD VALENCIANA
En la Comunidad Valenciana, los caminos se multiplican. La dificultad de la conquista de los nuevos territorios es patente en la ciudad de Morella, en pleno Maestrazgo, que fue tomada por el Cid en agosto de 1084, y que todav¨ªa hoy impresiona por su aspecto inexpugnable, con su imponente roquedal cruzado de murallas y un conjunto de edificios g¨®ticos (civiles y religiosos) que la convierten en un lugar cuya belleza es dif¨ªcil de igualar. Muchos otros castillos encontraremos a nuestro paso que dan testimonio de las pugnas entre castellanos, aragoneses y musulmanes. En Cullera, la antigua fortaleza en la que busc¨® en vano refugio el rey Yusuf es hoy un santuario franciscano con una magn¨ªfica vista de la bah¨ªa, de la desembocadura del J¨²car (r¨ªo en torno al cual el Cid batall¨® en numerosas ocasiones) y de los desaguisados urban¨ªsticos que caracterizan a buena parte de nuestra costa mediterr¨¢nea. Muy cerca, en el valle de la Valldigna, es imposible no sentirse embriagado por el olor del azahar si uno tiene la fortuna de visitarlo cuando florecen los naranjos. Ciudades monumentales (como J¨¢tiva) o castillos majestuosos (como el de Villena) esperan en esta regi¨®n, aunque ning¨²n otro lugar tiene la importancia de la propia Valencia, la ciudad que el Cid conquist¨® y defendi¨®, que signific¨® el culmen de su gloria y donde estableci¨® una sede episcopal que concedi¨® al belicoso cl¨¦rigo franc¨¦s Jer¨®nimo. Como en Burgos, una estatua ecuestre (obra de la escultora norteamericana Ana Hyatt Huntington) recuerda al Cid, due?o de la ciudad en el siglo XI.
Hemos seleccionado algunos puntos del recorrido, pero la ruta es mucho m¨¢s extensa. Todos los caminos guardan alguna sorpresa, ninguno carece de belleza. El mismo poeta medieval que escribi¨® los versos maravillosos del Cantar es quien nos propone el itinerario. ?Qui¨¦n podr¨¢ resistirse a seguir sus huellas?
- ?scar Esquivias (Burgos, 1972) es autor de 'Huye de m¨ª, Rubio' (Edelvives).
UNA RUTA CON DIEZ ANILLOS
El CAMINO DEL CID comienza en Vivar del Cid (Burgos, a 12 kil¨®metros de la capital) y atraviesa ocho provincias: Burgos, Soria, Guadalajara, Zaragoza, Teruel, Castell¨®n, Valencia y Alicante. En muchos casos la comunicaci¨®n entre los distintos puntos del itinerario se realiza por carreteras comarcales.
Uno de los grandes atractivos
de la ruta reside en el legado art¨ªstico y arquitect¨®nico, que incluye monumentos declarados patrimonio de la humanidad, como la catedral de Burgos, el arte mud¨¦jar aragon¨¦s, el arte rupestre mediterr¨¢neo, la Lonja de la Seda de Valencia y el palmeral de Elche. El viaje descubre castillos
y murallas de soberbia estampa (Gormaz, Atienza, Jadraque, Villena), catedrales (El Burgo de Osma, Sig¨¹enza, Segorbe, Orihuela...), abad¨ªas (Fredesval, Santo Domingo de Silos, Santa Mar¨ªa de Huerta, El Puig, Santa Mar¨ªa de la Valldigna), iglesias de poderosa personalidad (San Baudelio de Berlanga, las mud¨¦jares aragonesas) y conjuntos urbanos pintorescos (Covarrubias, Berlanga de Duero, Albarrac¨ªn, Alca?iz, Morella, Pe?¨ªscola).
Del eje central de la ruta salen 10 anillos: de San Esteban de Gormaz, de Gallocanta, de Montalb¨¢n, de Molina de Arag¨®n, de Albarrac¨ªn, del Maestrazgo, de Morella, de Pe?¨ªscola, de la Taifa de Valencia
y de la Taifa de Alpuente. Adem¨¢s
de los tramos hacia Pe?¨ªscola y Alicante que siguen el camino de las luchas del Cid tras asegurar su se?or¨ªo sobre Valencia.
GU?A PR?CTICA
Dormir
- En la p¨¢gina de turismo de Castilla y Le¨®n (www.turismocastillayleon.com) se detallan m¨¢s de mil establecimientos de turismo rural.
- La central de reservas de Internet www.ecoturismoaragon.com ofrece enlaces a alojamientos para las provincias de Zaragoza y Teruel.
- En la agencia valenciana de turismo (www.comunitatvalenciana.com)
se recopilan unas 160 casas rurales de la Comunidad Valenciana.
Informaci¨®n de la ruta
- La web oficial del Consorcio Camino del Cid (www.caminodelcid.org) est¨¢ todav¨ªa en construcci¨®n, pero por correo (info@caminodelcid.org) atienden las consultas del viajero.
- Informaci¨®n sobre el Cantar: www.cervantesvirtual.com/
bib_obra/Cid.
- La ruta del Cid en la ciudad de Burgos: www.aytoburgos.es.
- www.tierrasdelcid.es, para Soria.
Oficinas de turismo
- Burgos: www.patroturisbur.es;
947 28 88 74.
- Soria: www.sorianitelaimaginas.com; 975 21 20 52
- Guadalajara: www.dguadalajara.es; 949 21 16 26
- Arag¨®n: 902 47 70 00; www.turismoaragon.com.
- Comunidad Valenciana: 902 12 32 12; www.comunitatvalenciana.com.
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