P¨¦ter Esterh¨¢zy dinamita con su iron¨ªa y su humor la seriedad del Premio de la Paz
El escritor h¨²ngaro defiende la literatura frente a cualquier servidumbre
La solemnidad que rodea la entrega del Premio de la Paz, que conceden los libreros alemanes, qued¨® hecha trizas ayer en la Paulskirche de Francfort. El lugar, una iglesia que fue destruida por los bombardeos en 1944, recuper¨® la dimensi¨®n m¨¢s amable de la cultura centroeuropea y lo hizo a trav¨¦s de un escritor h¨²ngaro que desciende de una familia aristocr¨¢tica. "Sobre las guerras que tienen lugar, sobre la opini¨®n que tengo sobre ellas. Sobre todo ello lo mejor es callar". P¨¦ter Esterh¨¢zy no quiso decir nada, y nada dijo, "ni una palabra". Prefiri¨® enredarse con historias y bromas: entre unas y otras, dej¨® fluir la energ¨ªa que alimenta su literatura.
"La literatura tiene que ver con el sufrimiento y con el amor"
"Admiro a ?m¨¦rica desde siempre y estoy contra la guerra de Irak. Fin de la cita". As¨ª, de un plumazo, liquid¨® el escritor h¨²ngaro las referencias a la actualidad que iba a incluir en su discurso. Prefiri¨® seguir otros derroteros, que de tanto en tanto hac¨ªan explotar de risa al respetable. Y quienes all¨ª estaban eran sin duda muy respetables: el presidente de Alemania, Horst K?hler, a la cabeza de la representaci¨®n pol¨ªtica, y el premio Nobel Imre K¨¦rtesz, entre los invitados del mundo literario.
Desde la primera l¨ªnea, Esterh¨¢zy empez¨® a bromear sobre lo detestables que resultan los discursos y sobre su incapacidad de conducir el suyo a feliz t¨¦rmino. Ya el mismo encabezamiento le dio dolores de cabeza. "Damas, caballeros, pero ?d¨®nde quedan los hermafroditas?". As¨ª que lo intent¨® de nuevo: "?Damas, caballeros, queridos hermafroditas!". Pero la f¨®rmula tampoco parec¨ªa convencerle mucho. Un poco m¨¢s adelante se refiri¨® al "problema de la corbata" (no llev¨® ninguna durante el acto), y confes¨® haber tomado dos dr¨¢sticas decisiones: no hablar sobre lo que Kant hab¨ªa escrito sobre la paz perpetua y deslizar en su texto, de la manera que fuera, la palabra keule.
Se trata de un t¨¦rmino que tiene dos acepciones. Una de ellas es "pernil", as¨ª que Esterh¨¢zy aprovech¨® ese significado para dar algunas recetas. La otra es "maza, porra", y a trav¨¦s de esa palabra su discurso agit¨® los fantasmas que han marcado su historia personal -con la llegada de los comunistas a Hungr¨ªa, los Esterh¨¢zy perdieron todas sus propiedades-y la historia de Europa. Chanza va, chanza viene, y entremedias iban apareciendo algunas de las cuestiones que han llevado al jurado de este prestigioso premio a entregarlo a este disparatado autor.
La dictadura comunista reinaba en Hungr¨ªa cuando Esterh¨¢zy empez¨® a escribir hace treinta a?os. "Entonces observ¨¦ que hab¨ªa mucha seriedad, la seriedad del poder", coment¨®, y dijo que no era dif¨ªcil, pues, no ser serio. "En realidad es muy f¨¢cil re¨ªrse de una dictadura. Moralmente es algo trivial, nosotros somos los buenos, ellos son los malos". Pero una cosa es re¨ªrse de una dictadura y otra cosa poder re¨ªr en una dictadura. "Y entonces no re¨ªa nadie".
As¨ª que el humor frente a la porra. "?Cu¨¢l es aqu¨ª la cuesti¨®n? Yo me dejo impulsar por las palabras", observ¨® Esterh¨¢zy, para luego referirse a una t¨ªa que comentaba que ella no le¨ªa libros que no se pudieran resumir. Pero eso es precisamente lo que resulta dif¨ªcil al volver sobre el discurso del escritor h¨²ngaro. "Yo pongo las palabras aqu¨ª y all¨ª y luego veo lo que pasa". Y eso es lo que quiso hacer con keule, colocarla ah¨ª para que de ese modo volviera cuanto le ha ocurrido a Europa durante el ¨²ltimo siglo. "Con nosotros todo pasa r¨¢pido, demasiado r¨¢pido". Una guerra, una dictadura, de nuevo otra dictadura, luego la posibilidad de vivir en un Estado libre y soberano. No hay manera de que coincidan la vida con los sentimientos. As¨ª que los problemas los colocamos debajo de la alfombra. "Pero qu¨¦ alfombra, no tenemos ninguna, se la robaron los comunistas".
Hungr¨ªa, Alemania, Europa. Alrededor de ese tri¨¢ngulo gravitaron las palabras de Esterh¨¢zy, pero nunca quiso con ellas dictar c¨¢tedra. Los grandes temas saltaban a su discurso como invitados con los que no se contaba, y as¨ª iba ara?ando las viejas contradicciones que lastran la construcci¨®n de este continente, pero que al mismo tiempo le dan su unidad m¨¢s profunda. La memoria de las grandes y peque?as cosas, de eso han tratado muchos de sus libros, de rescatarlas y de darles nueva vida. Los terribles cr¨ªmenes de la guerra, los estados que el comunismo convirti¨® en c¨¢rceles, la responsabilidad y la culpa. Los alemanes "han dado nombres a sus propios cr¨ªmenes, pero no han dado nombres a sus penas", dijo.
"Quienes fundaron, hombres y mujeres, este premio hace m¨¢s de cincuenta a?os sab¨ªan perfectamente lo que era la guerra y lo que era la paz", explic¨® Esterh¨¢zy. No hac¨ªan falta disquisiciones, ni aproximaciones, ni matices: lo llevaban escrito en sus cuerpos. En cada uno de los poros de sus cuerpos. "Muchas veces el cuerpo es m¨¢s sabio que la cabeza", continu¨®, y luego se refiri¨® a ¨¦l mismo. "No conozco el horror de la guerra, s¨®lo conozco el horror de la paz". Y reconoci¨® que, precisamente por ser un hijo de la paz, nunca hab¨ªa hecho nada de manera activa por conseguirla: "Nac¨ª en 1950, quasi post festum".
Casi despu¨¦s de la fiesta. Y reconoci¨® que, para hacerse una composici¨®n aproximada de lo que pasaba en Alemania en 1945, para saber de ese cuadro en el que se mezclaba el caos y la p¨¦rdida de toda esperanza con un paisaje de desolaci¨®n, para intuir algo de la naturaleza profunda de la guerra y de la sensaci¨®n de culpa y extra?eza, para todo eso, dijo Esterh¨¢zy, deber¨ªa elegir a un escritor al que nunca se le podr¨ªa dar el Premio de la Paz: Luis-Ferdinand C¨¦line.
As¨ª que la buena literatura nada tiene que ver con la condici¨®n del que la escribe, vino a decir Esterh¨¢zy. "La literatura no se ha hecho para los premios de literatura. No tiene nada que ver con la legalidad ni con la tolerancia, sino con el sufrimiento y con el amor". Eso dijo. Y tambi¨¦n: "La literatura no es la embajadora de la paz; si hubiera de ser embajadora de algo, lo ser¨ªa de la libertad. Pero la libertad a veces elige la paz, a veces la guerra".
Una energ¨ªa contagiosa
Este a?o los 15.000 euros de la dotaci¨®n del Premio de la Paz han ido a parar a los bolsillos de P¨¦ter Esterh¨¢zy. Francfort y los libreros alemanes han obtenido a cambio un poco de su humor. Ayer no s¨®lo fue el discurso del escritor h¨²ngaro el que provoc¨® una tormenta de carcajadas, tambi¨¦n despertaron sonrisas las intervenciones de Dieter Schormann, presidente de la Asociaci¨®n de Libreros y Editores Alemanes, y de Petra Roh, alcaldesa de la ciudad. Fue, sin embargo, el discurso de elogio de Michael Naumann, un editor que lleg¨® a ser ministro de Estado para la Cultura en el primer Gobierno de Schr?der, el que rivaliz¨® con el galardonado en todos los frentes: fue tambi¨¦n brillante, l¨²cido y... lleno de sentido del humor. Su texto recorri¨® las novelas de Esterh¨¢zy recogiendo muchos de sus comentarios ir¨®nicos y su desfachatez, pero tambi¨¦n conect¨® su obra literaria con esas "grandes cuestiones" de las que el h¨²ngaro escapa como si fueran la peste. "Nunca ha querido ser un escritor pol¨ªtico", dijo. "Pero sus textos nunca le han hecho ning¨²n caso".
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