La extra?a derrota
El pasado agosto se celebr¨® el 60? aniversario de la liberaci¨®n de Par¨ªs por el ej¨¦rcito aliado, en cuya vanguardia, la divisi¨®n Leclerc, abundaban los soldados republicanos espa?oles exiliados. La justificada solemnidad de la conmemoraci¨®n, as¨ª como la oportunidad del tard¨ªo reconocimiento de la heroica aportaci¨®n de nuestros compatriotas, no impiden que retorne recurrente una vieja cuesti¨®n: ?a qu¨¦ se debi¨® el imprevisible y r¨¢pido desplome de Francia frente a la embestida hitleriana?
A esta pregunta pretendi¨® dar respuesta Marc Bloch, con un testimonio escrito en 1940: La extra?a derrota, editado en Espa?a el pasado a?o. No se trata de un testimonio cualquiera. Marc Bloch fue uno de los grandes historiadores franceses del siglo XX. Nacido en Ly¨®n el a?o 1886, en el seno de una familia jud¨ªa, sigui¨® con distinci¨®n la carrera universitaria hasta que, en 1937, fue nombrado catedr¨¢tico de Historia Econ¨®mica en la Sorbona. All¨ª hizo amistad con otro historiador ilustre, Lucien Febvre , con quien fund¨® los Annales d'Histoire ?conomique et Sociale, que innovaron fuertemente la metodolog¨ªa hist¨®rica y ejercieron una enorme influencia. Al estallar la II Guerra Mundial, Bloch, que hab¨ªa alcanzado el grado de capit¨¢n en la primera, se present¨® voluntario y, tras el desastre, se enrol¨® en la Resistencia. En marzo de 1944 fue detenido por la Gestapo. Entonces, en palabras de Georges Altman, fue "penoso saber que lo hab¨ªan golpeado, torturado, que ese cuerpo delgado, de una distinci¨®n tan natural, que ese intelectual tan sutil, tan mesurado, tan orgulloso, hab¨ªa sido hundido en el agua helada de una ba?era, temblando y ahog¨¢ndose, que hab¨ªa sido abofeteado, azotado, ultrajado". Fue fusilado en Tr¨¦voux, el 16 de junio de 1944. Dej¨® mujer, seis hijos y un testamento en el que se lee: "Afirmo ante la muerte, si es necesario, que nac¨ª jud¨ªo y que nunca se me ha ocurrido negarlo. En un mundo presa de la barbarie m¨¢s atroz, la generosa tradici¨®n de los profetas hebreos, que el cristianismo, en su vertiente m¨¢s pura, retom¨® para ampliar, ?no sigue siendo acaso una de nuestras mejores razones de vivir, creer y luchar? (Pero) ajeno tanto a cualquier formalismo confesional como a cualquier solidaridad supuestamente racial, me he sentido toda la vida ante todo simplemente franc¨¦s".
?ste es el hombre que, reci¨¦n consumada la humillaci¨®n de Francia, escribi¨® que la causa inmediata del desmoronamiento fue "la incapacidad de los mandos" y no una pretendida inferioridad num¨¦rica de las fuerzas y de los armamentos desplegados en el frente. La derrota se debi¨®, en primer lugar, a un d¨¦ficit intelectual y a una deficiencia administrativa. Pereza mental y rutina burocr¨¢tica puestas al servicio de un dogma falso: la guerra defensiva. Todo ello bajo la jefatura de unos generales viejos, incapaces de reaccionar ante la nueva realidad emergente de la guerra rel¨¢mpago. Pero Bloch se apresura a se?alar que una crisis nacional nunca es responsabilidad exclusiva de un cuerpo profesional, siempre tiene ra¨ªces m¨¢s profundas, por lo que es preciso dar tambi¨¦n cuenta de las deficiencias de la sociedad francesa de la ¨¦poca. Parte para ello de la constataci¨®n de una realidad lacerante: la existencia de una debilidad colectiva, suma de numerosas debilidades individuales.
En esta l¨ªnea, Bloch pone en evidencia el derrotismo de la derecha francesa, que ha sido "una tradici¨®n constante a lo largo de casi todo nuestro devenir", hasta el punto de que, entre las dos guerras, pas¨® del chovinismo impostado al appeasement temeroso. Asimismo, denuncia que las clases dirigentes francesas aceptaron la democracia mientras que el sufragio universal respet¨® "la dominaci¨®n tradicional ejercida sobre las provincias por los notables de las clases medias"; pero en cuanto la "tragedia econ¨®mica" de los a?os treinta precipit¨® la formaci¨®n del Frente Popular, "la actitud de la mayor parte de la opini¨®n burguesa fue inexcusable", y ¨¦sta se mostr¨® incapaz de comprender el "entusiasmo de las masas ante la esperanza de un mundo m¨¢s justo".
Pero tambi¨¦n pone de relieve que "las masas sindicalizadas no supieron imbuirse de la idea de que, para ellas, nada era tan importante como imponer, con la mayor rapidez e intensidad, la derrota del nazismo".
Y tras preguntarse cu¨¢ntos tuvieron las agallas de denunciar este estado de cosas antes de la guerra, concluye con dolor: "Hoy, 1940, nos encontramos en la horrenda situaci¨®n de que la suerte de Francia ha dejado de depender de los franceses. Desde que las armas que no ten¨ªamos empu?adas con suficiente solidez se nos cayeron de las manos, el porvenir de nuestro pa¨ªs y de nuestra civilizaci¨®n es objeto de una lucha en la que la mayor¨ªa de nosotros no somos m¨¢s que espectadores un poco humillados". Hasta aqu¨ª el testimonio de Bloch, que quiz¨¢ evoque alg¨²n aspecto de la actual aton¨ªa europea. Porque si bien es cierto -como ense?a el propio Bloch- que "dos acontecimientos no se reproducen nunca de una manera totalmente id¨¦ntica", tampoco cabe duda de que se dan similitudes, por lo que es l¨®gico preguntarse si la suerte de Europa depende hoy esencialmente de los europeos o bien ¨¦stos asisten como simples espectadores a la partida jugada por otros contendientes.
Juan Jos¨¦ L¨®pez Burniol es notario.
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