Un coraz¨®n de pl¨¢stico
Cada ma?ana, cuando bajo al quiosco de la esquina para comprar el peri¨®dico, veo un coraz¨®n de pl¨¢stico. Es peque?o, con todas sus arterias y ventr¨ªculos muy bien coloreados, y s¨®lo vale tres euros. Acomodado dentro de un mu?eco transparente, el coraz¨®n de pl¨¢stico es la primera entrega de uno de esos coleccionables que cada mes de septiembre especulan con el espacio e invaden los quioscos. Con cada nuevo fasc¨ªculo, uno compra un ¨®rgano humano y va rellenando el mu?eco igual que un puzzle: aqu¨ª los ri?ones, all¨¢ el menisco derecho y m¨¢s all¨¢ las u?as de los pies. Cuando estoy frente al quiosco, durante un par de minutos, siempre me hago la misma pregunta: ?por qu¨¦ habr¨¢n escogido el coraz¨®n como ¨®rgano estrella? Porque es nuestro motor, dir¨¢n algunos. S¨ª, de acuerdo, pero ?por qu¨¦ no el cerebro o los genitales? Al fin y al cabo, son los dos ¨²nicos ¨®rganos del cuerpo humano cuyas c¨¦lulas se regeneran completamente cada siete a?os, seg¨²n los especialistas.
Cada mes de septiembre la oferta de coleccionables cubre la entrada y los laterales de los quioscos con propuestas a cual m¨¢s sorprendente
Junto al coraz¨®n de pl¨¢stico, tambi¨¦n veo cada d¨ªa la figurita de un torero realizando un pase. Su cara es muy parecida a la de los pistoleros de Comansi de cuando ¨¦ramos peque?os y forma parte de la serie Lances y figuras del toreo. Es otro de los coleccionables que uno puede comprar estos d¨ªas, al lado de las chapas de cava, la Biblioteca Spiderman, los libros de V¨¢zquez-Figueroa, las piezas para construir el famoso barco Bounty, los coches de radiocontrol Monster Truck, los molinillos de caf¨¦ en miniatura o los relojes con motivos pict¨®ricos de la Art watch collection. Y muchas m¨¢s propuestas, a cual m¨¢s sorprendente.
La oferta de coleccionables, todos lo hemos visto, suele cubrir la entrada y los laterales de los quioscos. El bombardeo de anuncios en la tele tiene su efecto y a menudo las papeleras que se encuentran alrededor del puesto de peri¨®dicos est¨¢n llenas de cartones troquelados, pues la gran pugna de todos estos fasc¨ªculos empieza en el espacio conquistado. "Caballo grande, ande o no ande": ¨¦sta es la m¨¢xima de los responsables de mercadotecnia que dise?an los cartones para cada editorial. Me lo explic¨® hace unos d¨ªas el director editorial de una de estas marcas, con quien contact¨¦ para que me hablara del fen¨®meno -la competencia salvaje y el celo ante las nuevas ideas aconsejan mantenerle en el anonimato-. Su trabajo consiste en buscar constantemente nuevos proyectos de fasc¨ªculos: intuir lo que le interesa a la gente, estudiar c¨®mo se le puede presentar y a continuaci¨®n ver si puede ser viable. El departamento de mercaotecnia har¨¢ el resto. "Cada a?o estudiamos un centenar de ideas y al final llegan a realizarse unas 30 como mucho", dice el director literario. El vocabulario de un director editorial de fasc¨ªculos est¨¢ lleno de t¨¦rminos t¨¦cnicos: gadget, market-test, target, packaging... Sus ideas son muy claras: "Nosotros no vendemos literatura. Vendemos emociones y buscamos que la gente se ilusione con cada fasc¨ªculo". Le digo que me cuesta entender que alguien se emocione con los zapatos Joya de colecci¨®n, por ejemplo, pero ¨¦l me corta enseguida: "Por supuesto que se emocionan. La nostalgia y el inter¨¦s por la historia funcionan muy bien. Una tacita de porcelana por s¨ª misma no se vender¨¢, pero si es la fiel reproducci¨®n de una que perteneci¨® a Mar¨ªa Antonieta, tendr¨¢ su p¨²blico...".
Los directores de fasc¨ªculos suelen ir a la feria del libro de Francfort, pero mi confidente confiesa que les atraen mucho m¨¢s las ferias de juguetes, sobre todo las celebradas en China, pues all¨ª se encuentran las ideas de verdad (y la mano de obra es m¨¢s barata). Probablemente, el gran ¨¦xito de esta temporada -los coches de radiocontrol para montar pieza a pieza- se gest¨® en una de esas ferias. Aunque pueda parecer que siempre vemos los mismos fasc¨ªculos, cada temporada es diferente y tiene sus ¨¦xitos: "El a?o pasado triunfaron los DVD de cine, los relojes antiguos y las estilogr¨¢ficas. Hace dos a?os, las miniaturas del cristal; hace tres, la cer¨¢mica; hace cuatro, las casas de mu?ecas, y antes hab¨ªa sido el momento de los soldaditos de plomo". Exprimirse el cerebro para encontrar la gallina de los huevos de oro, s¨ª, pero ?qu¨¦ pasar¨¢ en el futuro? El director editorial no quiere hablar de proyectos concretos -por si acaso-, pero aventura una hip¨®tesis: "El gadget puro y duro, sin historia ni pedigr¨ª, ir¨¢ a menos y se vender¨¢n m¨¢s otro tipo de coleccionables, como los cursos que entretienen, por ejemplo los que ense?an a dibujar".
El espectro de intereses de los compradores es muy amplio, pero el director editorial admite que curiosamente hay dos temas que no funcionan en el quiosco: el sexo y el f¨²tbol. "El sexo, porque la oferta de pel¨ªculas pornogr¨¢ficas ya est¨¢ saturada y la gente es t¨ªmida a la hora de comprar en su quiosco habitual. El f¨²tbol, porque te obliga a vender fasc¨ªculos diferentes seg¨²n el equipo y los jugadores de cada ciudad". Le pido al director editorial que imaginemos juntos posibles colecciones futuras -Caparazones de tortuga para decorar, Grandes operaciones de la cirug¨ªa pl¨¢stica, Construye tu maqueta de la boda real (con el botafumeiro de regalo en la primera entrega)-, pero mi amigo no se presta al juego. Quiz¨¢ porque alguna de las propuestas ya hab¨ªa sido considerada antes.
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