Liderazgos
La ca¨ªda del r¨¦gimen de Aznar precipitada por el 11-M ha provocado un cambio radical en la forma de ejercer el liderazgo pol¨ªtico. Se acab¨® el autoritarismo del hombre fuerte que impon¨ªa su santa voluntad sin atender a razones. Y en su lugar aflora un estilo mucho m¨¢s light que los papanatas a la ¨²ltima calificar¨ªan de "metrosexual". As¨ª sucede en La Moncloa, donde el cambio tranquilo de Zapatero ha impregnado la forma de gobernar con su talante respetuoso y amable con el usuario. Pero en el PP tambi¨¦n ocurre algo semejante, pues los airados exabruptos del anterior l¨ªder m¨¢ximo han sido sustituidos por el indulgente laissez faire, laissez passer de un flem¨¢tico Rajoy.
?Pasar¨¢ lo mismo en los EE UU? En pocos d¨ªas lo sabremos, pero tampoco ser¨ªa extra?o que sucediese, pues en las anteriores presidenciales ya se dio una opuesta inversi¨®n del liderazgo. As¨ª lo teoriz¨® Joseph Nye, al identificar dos formas de ejercer el poder, a las que llam¨® respectivamente poder "duro" (hard power) y poder "blando"(soft power). El poder duro se identifica con el ejercicio de la coerci¨®n, y se define como la capacidad de obligar a los dem¨¢s a hacer por la fuerza lo que t¨² quieres que hagan en contra de su voluntad. Y el poder blando se entiende por contraste como la capacidad de convencer por las buenas a los dem¨¢s para que quieran hacer por s¨ª mismos lo que t¨² quieres que hagan a tu favor. En el caso estadounidense que inspir¨® a Nye, el liderazgo del presidente Bush se ha fundado en el ejercicio del poder duro mientras que el del presidente Clinton se bas¨® en la utilizaci¨®n del poder blando, igual que promete hacer el candidato Kerry si es que llega a ganar las elecciones de noviembre.
Regresemos a Espa?a. Pocas dudas caben acerca de que tanto Zapatero como Rajoy se van a ver obligados a ejercer sus respectivos liderazgos pol¨ªticos sobre la base del poder blando, incapacitados como est¨¢n ambos para ejercer un poder duro del que carecen. Zapatero no puede ponerse duro (si exceptuamos su pulso al Consejo General del Poder Judicial) porque su precaria mayor¨ªa relativa le obliga a pactarlo todo con sus socios parlamentarios. Y Rajoy tampoco puede ejercer de duro porque todav¨ªa no se ha ganado por s¨ª mismo el derecho a ocupar el cargo, que le sigue debiendo por partida doble a quien le nombr¨® al haber perdido las elecciones que deb¨ªa ganar. As¨ª que, siendo doble acreedor, Rajoy est¨¢ obligado a torear las embestidas de los acebes o albaceas de Aznar, que le seguir¨¢n imponiendo sus condiciones como han hecho en el XV Congreso del PP y en la forzada resoluci¨®n de la crisis entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallard¨®n.
En teor¨ªa, el poder blando es m¨¢s eficiente que el duro, pero aqu¨ª se da una paradoja que Nye no pudo prever, dada la hegemon¨ªa estadounidense en el concierto internacional. Y es que el poder blando s¨®lo se ejerce con propiedad cuando su titular puede amenazar con usar el poder duro alternativamente, como hac¨ªa Clinton en la escena mundial. La verdadera grandeza se demuestra renunciando a la fuerza para mostrase magn¨¢nimo gobernando con generosidad. Pero cuando se es objetivamente d¨¦bil por carecer de poder duro y s¨®lo contar con el blando, ya no se es libre de elegir entre uno y otro, teniendo que gobernar en situaci¨®n de inferioridad. Y entonces el poder blando s¨®lo puede triunfar convertido en una especie de "liderazgo torero", capaz de jugar con astucia sacando partido de su propia debilidad.
Para tener ¨¦xito en su ejecutoria, Zapatero deber¨¢ torear, por un lado, a Maragall y Carod-Rovira (por no hablar del insumiso Ibarretxe); por otro, a los ecosocialistas de Llamazares, y adem¨¢s a los ministros que se le desmanden (como acaba de hacer una vez m¨¢s el de Defensa con su esperpento de la Hispanidad). Pero igual le sucede a Rajoy en el otro bando, pues su liderazgo depende de que logre torear el extremismo de los acebes con la maestr¨ªa suficiente para que los gallardones puedan sacar adelante su centrismo electoral. Y para eso hay que tener liderazgo torero, pues el poder blando no es suficiente.
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