Adi¨®s, Neruda, definitivamente
El A?o de Neruda no ata?e a la poes¨ªa chilena actual. El centenario est¨¢ siendo festejado, es cierto, por todo lo alto y en todo el mundo en numerosos congresos (una gerontocracia de cr¨ªticos: el nerudista joven es un avis rara), en espect¨¢culos bochornosos de poemas musicalizados de mala gana y con peor resultado y en la atenci¨®n malsana, fomentada por la Fundaci¨®n Pablo Neruda -una m¨¢quina para rentabilizar al poeta-, a todo lo ajeno a su obra: sus mujeres, sus colecciones y el reclamo tur¨ªstico de los museos-mausoleos en que se han convertido sus casas. Pero si Neruda, marca registrada, est¨¢ en pleno apogeo, su poes¨ªa est¨¢ quedando en la historia.
Los excesos del centenario se entienden. A finales del siglo XIX, Men¨¦ndez y Pelayo explic¨® la ausencia de poetas en Chile por el car¨¢cter "positivo, pr¨¢ctico, sesudo, poco inclinado a idealidades" de sus progenitores vascos, pero el "pa¨ªs de historiadores" de anta?o se reconoce hoy ante el mundo como el pa¨ªs de poetas por antonomasia, patria del fundador de las vanguardias hisp¨¢nicas (Vicente Huidobro), de dos premios Nobel (Gabriela Mistral y Neruda) y de una sucesi¨®n de poetas sin parang¨®n en Hispanoam¨¦rica. A nivel institucional, qu¨¦ duda cabe, esta identidad po¨¦tica funciona como una amable alternativa a la notoriedad internacional del pinochetismo y sus secuelas.
Las instituciones, al ensalzar a los poetas, los sepultan como fuerzas vivas y la poes¨ªa chilena se ha distanciado de sus fundadores (una excepci¨®n, quiz¨¢: el torrencial y marginado Pablo de Rokha). Pero a¨²n viven en Chile dos de los grandes poetas de la lengua, polos opuestos en est¨¦tica y temperamento: Nicanor Parra (1914) y Gonzalo Rojas (1917). La obra de Rojas, por su grandilocuencia y su trato confiado con lo trascendente, se suele ver en Chile como un eco de otros tiempos, por mucho que la respiraci¨®n endemoniada la cargue de tensi¨®n moderna. Su ¨¦xito en Espa?a, redondeado con el ¨²ltimo Cervantes, produce extra?eza, porque el que ha cambiado el rumbo de la poes¨ªa chilena (e hispanoamericana) ha sido Parra. La "antipoes¨ªa" de ¨¦ste, con su disidencia radical, su iron¨ªa y el sabio montaje de los lenguajes de la contemporaneidad, despoj¨® al poeta de su aura de sacralidad, sumergi¨¦ndolo en la fragmentada realidad urbana. Ha significado una revoluci¨®n sin precedentes: a partir de Parra, las voces y perspectivas m¨¢s marginales de la sociedad tienen carta de ciudadan¨ªa po¨¦tica.
Junto a Parra, Enrique Lihn (1929-1988) y Jorge Teillier (1935-1996) han forjado los caminos de la ¨²ltima poes¨ªa. La b¨²squeda de un lenguaje "esc¨¦ptico de s¨ª mismo" y la autorreflexividad feroz de Lihn son rasgos de una poes¨ªa constituida y desgarrada por la experiencia urbana; el entra?able "larismo" de Teillier, en cambio, responde a esta experiencia con un regreso po¨¦tico -te?ido de nostalgia- hacia los espacios perdidos de la infancia provinciana. Los que comenzaron a escribir en los sesenta asumieron sin parricidios estas b¨²squedas, pero lleg¨® el 11-S de 1973 y la "generaci¨®n de los sesenta" fue de golpe la "generaci¨®n diezmada", dispersa por el mundo hasta mediados de los ochenta. Omar Lara fund¨® el espacio imaginario de Portocali¨², fundiendo Rumania con el sur chileno, y hoy, desde Concepci¨®n, vuelve a dirigir la revista Trilce, que fue en los sesenta un s¨ªmbolo de hermanamiento po¨¦tico. Gonzalo Mill¨¢n, que public¨® en Canad¨¢ libros clave como La ciudad (1979), tiende hoy hacia el minimalismo e indaga las relaciones entre poes¨ªa y pintura. Como ellos, ?scar Hahn, profesor en Iowa, un virtuoso de las formas y el m¨¢s reputado de su generaci¨®n, convive con cierta incomodidad en un campo po¨¦tico que fue brutalmente truncado y recompuesto durante la dictadura.
Los a?os m¨¢s oscuros quedaron marcados por el neovanguardismo de Juan Luis Mart¨ªnez y de Ra¨²l Zurita, cuyo Purgatorio (1979) inici¨® un ciclo po¨¦tico que ha pasado desde el descalabro ps¨ªquico del hablante -viva analog¨ªa de un pa¨ªs en ruinas- hasta el reencuentro de s¨ª mismo en el amor c¨®smico. De la generaci¨®n de Zurita, cuyos Poemas militantes (2000) -uno de ellos dedicado al presidente Lagos- se anticiparon a un pol¨¦mico Premio Nacional, destacan tambi¨¦n el barroquismo delirante de Diego Maquieira y Tom¨¢s Harris, la desmitificaci¨®n de lo chileno de Elvira Hern¨¢ndez, la l¨²dica lucidez de Eduardo Llanos y el feminismo reivindicativo de Teresa Calder¨®n y de un fecundo movimiento de escritoras contestatarias, entre las que sobresale ¨²ltimamente Mal¨² Urriola. Conviene destacar, por otra parte, la consagraci¨®n reciente de escritores mapuches como el poeta y pensador Elicura Chihuailaf, cuyos libros biling¨¹es (mapudungun-espa?ol) re¨²nen oralidad ancestral, nostalgia l¨¢rica y denuncia pol¨ªtica, y de un continuador discrepante m¨¢s integrado en la tradici¨®n chilena, Jaime Huen¨²n. Por ¨²ltimo, habr¨ªa que recordar la tradici¨®n m¨¢s cercana de los chilenos que han vivido y han ganado premios en Espa?a: Roberto Bola?o, Gonzalo Santelices, Alexandra Dom¨ªnguez, Andr¨¦s Fisher, Javier Bello y Julio Espinosa.
Niall Binns es profesor de literatura hispanoamericana de la Universidad Complutense. Es autor de ensayos sobre Nicanor Parra y Jorge Teillier. Acaba de publicar La llamada de Espa?a. Escritores extranjeros en la Guerra Civil (Montesinos).
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