'Hip hop'
Las cinco de la tarde; es oto?o, pero el calor y la luz que inundan el patio del Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona (CCCB) imitan el sol nost¨¢lgico de un atardecer de verano. Sobre un escenario por el que desde media ma?ana han desfilado disc jockeys y cantantes de rap, el pr¨®ximo grupo prueba el sonido mientras los asistentes toman un refresco o hacen compras en un mercadillo rapero instalado en la aleda?a plaza de Joan Corominas. Se celebra Hipnoptik, un festival de hip hop organizado por Sonarcam y el CCCB. La fiesta en realidad empez¨® la noche anterior en la sala de conciertos Razzmatazz; all¨ª, en medio de la oscuridad, de la dulzura del ne¨®n y de los reflejos de un par de pantallas gigantes, se presentaron las letras inteligentes de Tote King, el juego racial y el buen humor de Duplex, y el ¨²ltimo envi¨®n musical de un grupo de Terrassa llamado Solo los Solo. Puro rap, la nueva religi¨®n de la juventud y la adolescencia.
Los 'raperos' predican con solvencia y van enfundados en una ropa ancha plagada de marcas que son verdaderos iconos religiosos
El buen clima de la tarde tambi¨¦n lo aprovechan una multitud de grafiteros que, con esa camarader¨ªa c¨®mplice que caracteriza a los seguidores de la cultura hip hop, desahoga las inquietudes gr¨¢ficas en el muro que enmarca la calle de Montealegre. Se les ve felices y relajados, no siempre se invaden las paredes de manera tan f¨¢cil; en realidad, no hay nadie m¨¢s perseguido por la polic¨ªa de la ciudad que muchos de estos grafiteros. Pero esta tarde es distinto, las instituciones han acogido Hipnotik, en el vest¨ªbulo del centro hay break dance y en el auditorio un grupo de "expertos" intentan saber si existe manera de evitar que el hip hop sea sodomizado por el capitalismo. "A ver qui¨¦n manipula, a ver qui¨¦n especula", cantaba la noche anterior el Tote, y sonaba rebelde e irreverente, pero lo cierto es que en el auditorio se ha terminado por concluir que al capitalismo nada lo detiene, el capital es, a la vez, aliado y ¨¦mulo del tiempo: consigue corroerlo todo.
Son algo tristes estas conclusiones, pero son veraces. A pesar de la difusi¨®n y los buenos deseos, el evento es poco concurrido, las multitudes est¨¢n unos cientos de metros m¨¢s al norte haciendo compras en El Corte Ingl¨¦s y en los almacenes del Portal de l'?ngel y de Portaferrissa. Mientras tanto, en el patio semivac¨ªo los rostros de los chicos que han conseguido los 15 euros que cuesta la entrada parecen animados, aunque es inevitable rastrear en sus ojos la ansiedad de encontrar un poco de verdad, un poco de honestidad, un poco de la ilusi¨®n y la valent¨ªa que les niega la educaci¨®n desencantada y neur¨®tica que reciben en los institutos. Tienen suerte, da la impresi¨®n de que el hip hop alivia. El break dance y los graffiti permiten expresarse y quemar malas energ¨ªas, y el rap, m¨¢s que un espect¨¢culo, es un verdadero ritual m¨ªstico. En el escenario los raperos predican con solvencia y van enfundados en una ropa ancha plagada de marcas que son verdaderos iconos religiosos. Los disc jockeys acompa?an a los predicadores con cantos gregorianos electr¨®nicos y la masa calma el desconcierto diario aullando esperanzada cuando alguno de los cantantes suelta una breve dosis de verdad.
As¨ª que la tarde es una mezcla de intensidad y desencanto, y deja pasar las horas de manera tranquila y alegre. Act¨²an otro par de grupos, el evento empieza a encaminarse hacia la noche y, como siempre, una brisa fresca anuncia que nadie se asoma a la oscuridad impunemente. Se encienden las luces y salta al escenario Nach Scratch, el rapero encargado de cerrar la fiesta. Nach es un alicantino inteligente, l¨²cido y tierno, algo gordo y que va vestido con una impecable camiseta roja y una cinta blanca en el pelo. No salta solo, lo acompa?a Arma Blanca, un par de raperos de Elda, Alicante, que cada vez que abren la boca dejan claro que el nombre no es metaf¨®rico, cada frase que sueltan es un verdadero balazo. Nach tiene seguidores y el p¨²blico se ha incrementado. Intenta empezar, el sonido falla; pero Nach no se corta, sino que rapea a capella: "El ni?o quiso conocer y nadie supo responder, el ni?o no encontr¨® el cari?o que ¨¦l cre¨ªa merecer, as¨ª comenz¨® a crecer y a desobedecer, a aparecer frente a su almohada ebrio cada amanecer...", y con esa precisa descripci¨®n deja claro por qu¨¦ es el artista encargado de cerrar Hipnotik.
"El chico es mediocre al parecer y no destaca, qu¨¦ hacer si cada vez m¨¢s a menudo saca sus dientes y ataca...", sigue cantando Nach, y en ese momento parece la encarnaci¨®n de la verdad. Una ni?a juega alejada del escenario mientras Nach sigue mostrando talento y sabidur¨ªa callejeros. "No quiero causar p¨¢nico con las cosas que explico ni que me entienda el presidente, ¨¦l siempre ha sido rico". Mientras los asistentes repiten con furor las letras del rapero, transcurre m¨¢s de hora y media de m¨²sica, las luces del centro empiezan a apagarse, y los encargados de la limpieza, a rondar por el patio y los corredores. Nach no tiene m¨¢s opci¨®n que despedirse, unos cuantos empiezan a emborracharse y a fumar en el bar del mercadillo, pero la mayor¨ªa de los asistentes desaparecen. No hay m¨¢s break dance, ni grafiteros, ni discusiones sesudas, ni raperos iluminados, s¨®lo est¨¢ la plaza de los ?ngels semivac¨ªa y los barceloneses que toman cerveza en las terrazas ajenos a lo que ha ocurrido todo el d¨ªa dentro del CCCB, "dime por qu¨¦ se duermen, por qu¨¦ se pierden; crecen demasiado r¨¢pido y no entienden que se les pasa la vida, que no hay salida; cuando quieren rectificar, ya est¨¢ perdida".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.