?Nuevo pucherazo en Florida?
El estudio efectuado por los ex presidentes Jimmy Carter y Gerald Ford, encaminado a introducir los cambios necesarios para perfeccionar el sistema electoral estadounidense, tras la desastrosa experiencia del a?o 2000, se tradujo, entre otras cosas, en la Ley Help America Vote Act, aprobada por el Congreso en 2002. Sin embargo, incre¨ªblemente, y pese a los 3.900 millones de d¨®lares asignados por dicha ley a la mejora de los sistemas de voto y escrutinio, tales reformas han sido insuficientes, tard¨ªamente aplicadas y pr¨¢cticamente nulas en ciertos estados de la Uni¨®n. El pa¨ªs que encabeza a gran distancia los avances cient¨ªficos y tecnol¨®gicos, la cuna de la inform¨¢tica y de la automatizaci¨®n, el alma m¨¢ter de Internet y dem¨¢s prodigios del silicio, se muestra sospechosamente incapaz de desarrollar un sistema moderno, unificado, fiable, de r¨¢pida y segura computaci¨®n, que permita contabilizar sin lugar a dudas el n¨²mero de votos obtenidos por cada candidato presidencial.
Jam¨¢s hubo un fraude electoral tan obsceno como el de las elecciones de EE UU en 2000
En estas condiciones, la desgracia de una "muy probable repetici¨®n" -nada menos- del vergonzoso proceso electoral de noviembre de 2000 es anunciada p¨²blicamente a la sociedad norteamericana, y no por un cualquiera: lo ha dicho y escrito el hombre que m¨¢s sabe de procesos electorales dudosos, amenazados por la falsedad y la manipulaci¨®n, y que no es otro que el ex presidente dem¨®crata Jimmy Carter, especializado en supervisar, con los expertos de su Carter Center, los procesos electorales m¨¢s conflictivos que puedan celebrarse en cualquier problem¨¢tico lugar del planeta.
Pero antes de seguir recordemos, aunque sea brevemente, aquellos incre¨ªbles errores y horrores -involuntarios los primeros y absolutamente voluntarios los segundos- cuya repetici¨®n se nos anuncia como posible e incluso como "muy probable" cuatro a?os despu¨¦s. El mundo ha conocido cientos de fraudes electorales. Pero jam¨¢s uno tan inaudito, tan obsceno, como el perpetrado en las elecciones presidenciales estadounidenses del 7 de noviembre del a?o 2000. Mientras se proclamaba a George W. Bush triunfador oficial en el Estado de Florida por el raqu¨ªtico margen de 537 votos, al mismo tiempo y en el mismo Estado, s¨®lo en el condado de Palm Beach, nada menos que 22.537 ciudadanos pon¨ªan el grito en el cielo, reclamando con toda justicia la repetici¨®n del acto electoral en aquella circunscripci¨®n (posibilidad prevista por la ley) por el falseamiento de su voluntad de voto, motivado por un tipo de papeleta propicia a la confusi¨®n. Confusi¨®n que les hizo votar a otros candidatos cuando su voluntad era votar a Al Gore. Obs¨¦rvese la proporci¨®n: m¨¢s de 22.000 voluntades de voto violentadas, deseosas de votar a un candidato concreto -y exigiendo la oportunidad de hacerlo- frente a esos supuestos 537 votos favorables a otro distinto candidato en el falso balance general del Estado de Florida. Falso balance que le otorg¨® su triunfo, igualmente falso, en el conjunto de la Uni¨®n.
An¨¢logamente, se impidi¨® completar el recuento manual de los miles de votos que las m¨¢quinas no pudieron contabilizar por sus perforaciones imperfectas, pero cuyas marcas y se?ales -orificios incompletos, deformaci¨®n curva del papel por presi¨®n insuficiente, marcas con l¨¢piz o bol¨ªgrafo, etc¨¦tera- dejaron, en muchas de ellas, la muestra inequ¨ªvoca de la intenci¨®n del votante. Pero cuando se inici¨® el recuento manual de las 10.750 papeletas dudosas del condado de Miami-Dade, los resultados obtenidos en aquellos sucesivos intentos -interrumpidos repetidamente por las autoridades republicanas locales- mostraron la irresistible tendencia hacia el resultado real: el insoslayable triunfo de Gore. Cuando tales recuentos fueron finalmente frustrados por la Corte Suprema Federal, aquella falsa ventaja de 537 votos de Bush sobre Gore en toda Florida hab¨ªa descendido, primero, a 383; despu¨¦s, a 154, y al producirse, poco rato despu¨¦s, la anulaci¨®n definitiva de todos los recuentos, estaba ya situada por debajo de 100. La evidencia era incontestable: la continuaci¨®n del recuento significaba la victoria imparable de Gore. S¨®lo su interrupci¨®n permit¨ªa mantener la ficticia victoria de Bush. Fue entonces cuando lleg¨® la orden de anulaci¨®n final del recuento, que permiti¨® la falsa proclamaci¨®n de Bush como ganador, con aquellos 537 votos de ventaja oficial, cuya falsedad era ya -y sigue siendo- un dato hist¨®rico para la verg¨¹enza nacional e internacional. El resultado final fue pat¨¦tico: ni recuento, ni repetici¨®n. Se asumi¨® el resultado falso, aun a sabiendas de su falsedad.
El ex presidente Carter explica la actual situaci¨®n con toda crudeza, se?alando una serie de factores tan alarmantes como los siguientes: "En Florida", afirma, "faltan algunos requisitos internacionales b¨¢sicos para una elecci¨®n justa". "En Florida", a?ade, "no existe una comisi¨®n electoral independiente". Y, al amparo de esta carencia, "los funcionarios electorales de Florida han demostrado ser extremadamente partidistas". Concretando, Carter se?ala a la actual secretaria de Estado de Florida, Glenda Hood, como radicalmente escorada a favor de Bush, en el mismo grado de sectarismo y tendenciosidad que demostr¨® en sus decisiones su antecesora en el a?o 2000. Porque, en efecto, ?qui¨¦n era la persona a la que correspond¨ªa en el 2000 la responsabilidad de supervisar las elecciones en Florida, y cuyas decisiones favorecieron desvergonzadamente a Bush? Era la se?ora Catherine Harris, que, curiosa coincidencia, era al mismo tiempo la presidenta del comit¨¦ electoral Bush-Cheney. Ante esta acumulaci¨®n de factores adversos a unas elecciones fiables, Carter reprocha al gobernador del Estado de Florida no haber actuado en¨¦rgicamente en estos ¨²ltimos cuatro a?os para corregir todas estas deficiencias. Pero, ?qui¨¦n es ese gobernador? Nueva coincidencia: se trata, como es sabido, de Jeb Bush, el hermano del presidente que result¨® escandalosamente beneficiado por aquella situaci¨®n. Y que ahora, en otra situaci¨®n muy pr¨®xima tambi¨¦n al empate t¨¦cnico, podr¨ªa verse igualmente favorecido por otras actuaciones sumamente similares del mismo aparato electoral y funcionarial.
Lo cierto es que sobre la sociedad norteamericana planea la frase lapidaria del ex presidente Carter: "El hecho perturbador es que resulta muy probable la repetici¨®n de los problemas del 2000 incluso cuando muchas otras naciones llevan a cabo elecciones certificadas internacionalmente como transparentes, honestas y justas". Una vez m¨¢s se impone la pregunta ineludible: Cui prodest? ?A qui¨¦n le conviene esa ausencia de unas elecciones transparentes, honestas y justas? S¨®lo a aquel que hace cuatro a?os se hizo proclamar presidente impidiendo la transparencia y recurriendo a la injusticia y la deshonestidad, y que nuevamente podr¨ªa volver a hacerlo apoy¨¢ndose en las mismas fuerzas que entonces le apoyaron en su usurpaci¨®n del poder.
?Por qu¨¦ el Estado de Florida sigue siendo precisamente el m¨¢s carente de esos "requisitos internacionales b¨¢sicos" para un proceso electoral justo y garantizado? ?Por qu¨¦ su mecanismo electoral sigue siendo diferente al de muchos otros estados de la Uni¨®n, incluso con grandes diferencias entre los distintos condados del mismo Estado, conservando m¨¦todos tan tremendamente atrasados e inseguros como la perforaci¨®n de las papeletas? Pues porque puede ser precisamente all¨ª, en Florida, donde se decida, por un m¨ªnimo margen de votos -y como tal f¨¢cilmente falsificable-, el resultado final de toda la naci¨®n.
A ese n¨²cleo sectario y ultrapartidista que controla el aparato electoral en Florida no le conviene un sistema electoral moderno, s¨®lido y transparente, de imposible falsificaci¨®n. Con tal sistema, Bush no hubiera llegado a la presidencia en el a?o 2000. Y ahora, cuatro a?os despu¨¦s, puede muy bien volver a beneficiarse de las mismas deficiencias, de la misma carencia de sistema unificado, del mismo sectarismo partidista de las autoridades locales republicanas, en unas elecciones que, como entonces, pueden volver a ser manipuladas y falseadas, para desgracia de su pa¨ªs y de gran parte de la humanidad. En definitiva, si el resultado total volviera a depender de Florida, que Dios les coja confesados. Y a nosotros, tambi¨¦n.
Prudencio Garc¨ªa es investigador y consultor internacional del INACS, y premio de Investigaci¨®n Ateneo de Madrid 2004.
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