Men¨² norteamericano
Horas despu¨¦s de que George Bush ganara las elecciones, me acerc¨¦ al McDonald's de Diagonal-Rambla de Catalunya con la intenci¨®n de pulsar el ambiente poselectoral. Como intentan hacernos creer la propaganda y la publicidad, esta cadena es la aut¨¦ntica embajada norteamericana, as¨ª que esperaba encontrar, adem¨¢s de manifestaciones en la puerta con pancartas de repulsa, muchos controles de seguridad. Pero no. No hab¨ªa casi nadie y, en el mostrador, ped¨ª un mcpollo, unos mcnuggets, unas patatas y una fanta de naranja. Todo iba perfectamente envuelto en unos envases de cart¨®n especialmente dise?ados para la ocasi¨®n y, sin que yo lo pidiera, tambi¨¦n me pusieron una salsa de barbacoa. Sentado ante los ventanales del primer piso, en la zona de no fumadores y disfrutando de la hermosa y pac¨ªfica vista sobre la ciudad, me dispuse a comer analizando las elecciones, sospechando que de un momento a otro alguien pudiera estar filmando un documental de protesta a mis espaldas.
En un expositor tambi¨¦n vi unos prospectos, algo que otros restaurantes deber¨ªan incluir para disipar las sospechas de los clientes y defender su buen nombre. El primer prospecto tiene un t¨ªtulo casi pornogr¨¢fico: "Nuestra carne: vacuno, porcino y pollo", y contiene un adjetivo, cuyo significado ignoro, que en el futuro pienso utilizar para hacerme el interesante: organol¨¦ptico. El segundo, mucho m¨¢s completo en cuanto a dise?o y fotograf¨ªa, es un publirreportaje que canta las excelencias nutritivas y de sabor de los productos que se sirven en el local. Al final, incluso hay un apartado dedicado a la salud, en el que se incluyen "seis razones para hacer m¨¢s ejercicio, m¨¢s a menudo" y una lista, muy ¨²til, de actividades y calor¨ªas quemadas. Bailar durante 10 minutos, por ejemplo, supone la quema de 53 calor¨ªas, mientras que limpiar la casa equivale a 29 calor¨ªas consumidas. Pero as¨ª como la lista especifica que el baile debe ser salsa, moderno o disco, no se dice si la casa tiene que ser grande o de protecci¨®n oficial.
Mi almuerzo transcurre sin incidentes y, si las hubiera, me tomar¨ªa a gusto unas barritas y estrellitas rebozadas. Gracias a los peri¨®dicos que llevo para informarme, empiezo a sentirme realmente preocupado por las elecciones y sus resultados. Durante meses, he fingido seguir la carrera de Kerry y Bush hacia la Casa Blanca, que es como la llaman metaf¨®ricamente los analistas. En conversaciones privadas e incluso p¨²blicas he manifestado opiniones lo suficientemente ambiguas para no meter la pata pero, en realidad, no ten¨ªa la m¨¢s m¨ªnima idea de qu¨¦ estaba ocurriendo. Muchos hemos llegado a estos comicios tras cruzar un campo minado por los comentaristas, los entusiasmos y los odios por cosas sobre las que, con una insistencia un poco infantil, se nos obliga a tomar partido. ?Cu¨¢ntas calor¨ªas se queman odiando 10 minutos a Bush? ?Y maldiciendo a Michael Moore? La informaci¨®n sobre estas elecciones tiene la facultad de multiplicar los odios. Primero, el odio antiamericano, luego el odio anti-Bush y finalmente el odio anti-Moore, azuzado por quienes llevan d¨ªas diciendo, como Tom Wolfe, que deseaban que ganara Bush s¨®lo para ver como los anti-Bush que hab¨ªan prometido exiliarse en caso de victoria republicana tomaban el avi¨®n hacia Londres o Montreal cumpl¨ªan su promesa. En esas ciudades tambi¨¦n hay McDonald's, as¨ª que, si se exilian, siempre podr¨¢n recordar sus sabores patrios y comprobar si una big mac contiene 26 gramos de prote¨ªnas. Dicen que un hombre estuvo tres meses comiendo s¨®lo en un McDonald's y que acab¨® hecho polvo, pero me pregunto c¨®mo me sentar¨ªa comer durante un trimestre en cualquiera de nuestros laureados y prestigiosos restaurantes.
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