La grandeza de Am¨¦rica
Unidos no habr¨¢ l¨ªmites a la grandeza de Am¨¦rica", proclam¨® George W. Bush en su discurso de celebraci¨®n por la victoria electoral. Con no menor orgullo, afirm¨® poco antes que los Estados Unidos se hab¨ªan defendido y trabajaban por llevar la libertad a toda la humanidad. "Dios bendiga a Am¨¦rica", dijo para terminar. Por los resultados, nadie dir¨ªa que estamos ante un hombre que ha llevado a cabo una p¨¦sima pol¨ªtica econ¨®mica, dilapidando el super¨¢vit de Clinton, con m¨¢s paro y mucha m¨¢s desigualdad, y que por a?adidura ha creado un embrollo pr¨¢cticamente insoluble en Oriente Pr¨®ximo al invadir Irak sirvi¨¦ndose de un uso sistem¨¢tico de la mentira.
Comparaci¨®n con Milosevic
Bush act¨²a de acuerdo a la m¨¢xima de que Estados Unidos es la naci¨®n elegida por Dios para salvar a la humanidad
Para buen n¨²mero de norteamericanos resulta dif¨ªcil de distinguir d¨®nde terminan sus intereses propios y empiezan los del resto del mundo
Si un dirigente pol¨ªtico como Milosevic pone en marcha consciente e injustificadamente una guerra con decenas de miles de muertos, hablamos de crimen contra la humanidad. En el caso de Bush, s¨®lo su condici¨®n de l¨ªder del pa¨ªs m¨¢s poderoso del mundo evita que sea as¨ª calificado su ataque contra Sadam Hussein.
Pero los norteamericanos le han votado masivamente, quedando de manifiesto la vigencia en los Estados Unidos, o por lo menos en la mayor¨ªa de los norteamericanos, de una visi¨®n del mundo que desde el exterior resulta dif¨ªcil de entender.
Hay que descartar la coartada de los errores de Kerry. En sus tres debates televisivos, el candidato dem¨®crata supo desmontar con elegancia los planteamientos, por llamarlos de alg¨²n modo, propuestos por Bush, y de haberse empleado con mayor dureza los resultados ser¨ªan aun peores. Si Bush alcanz¨® el triunfo, ello se debi¨® a que su mensaje a ras de suelo conectaba con las limitaciones y los prejuicios de millones de americanos medios, especialmente en las grandes ¨¢reas conservadoras del territorio correspondiente a la antigua Confederaci¨®n y al Medio Oeste. Como tantas veces se ha dicho, debi¨® intervenir a favor suyo la sensaci¨®n de inseguridad provocada por la guerra de Irak y la desconfianza, debidamente orquestada, ante un relevo en el mando. No basta.
Tipo cerril
A lo largo de la campa?a, Bush ha probado hasta la saciedad ser un tipo cerril, incapaz de reconocer error alguno en una trayectoria cargada de ellos. Nada le dicen las cr¨ªticas apoyadas sobre datos irrefutables. Cuando en el segundo de los debates, alguien del p¨²blico le pregunt¨® por los posibles errores cometidos durante su mandato, se limit¨® a aludir a algunos nombramientos. El manto religioso y la profesi¨®n de fe nacionalista le eximen de razonar. En particular, entra aqu¨ª en juego su adhesi¨®n a la Iglesia Evang¨¦lica, que desde la segunda mitad del siglo XIX ha venido proporcionando un aura de sacralidad a la idea de que una naci¨®n aut¨¦nticamente cristiana como los Estados Unidos se ve elevada por encima de los dem¨¢s pueblos, es portadora del Bien y debe imponerse a las fuerzas del Mal, a las que se enfrenta en un escenario apocal¨ªptico. Visto desde este ¨¢ngulo, y entonado por Bush, el God bless America!, adquiere rasgos siniestros, ya que apunta a un escenario de lucha sin cuartel contra unos enemigos cuyo comportamiento real importa menos que su imputada perversidad. Los atentados del 11-S proporcionaron la justificaci¨®n para convertir en pol¨ªtica semejante creencia, de acuerdo con las pautas marcadas por los te¨®ricos de los think-tanks pr¨®ximos al presidente: recurso al poder militar, diplomacia en¨¦rgica y moralidad en el interior de la sociedad americana.
Todo ello teniendo en cuenta que los intereses de Am¨¦rica coinciden inevitablemente con los de la humanidad. Lo acaba de explicar Huntington en ?Qui¨¦nes somos?: "Es la creencia en que los estadounidenses son los elegidos de Dios; es decir, que Estados Unidos es la nueva Israel que tiene la misi¨®n, divinamente sancionada, de llevar el bien al mundo". Excelente cobertura para ir a una guerra por el petr¨®leo, aunque la coartada inmediata consista en la exportaci¨®n de la democracia. El panorama pol¨ªtico que presenta el mundo ¨¢rabe basta para invalidar semejante pretensi¨®n, porque los Estados Unidos s¨®lo combaten a aquellos reg¨ªmenes autoritarios que les son hostiles, en tanto que protegen a los que gobiernan como aliados (casos de Egipto, de T¨²nez, y sobre todo de Arabia Saud¨ª). La historia del siglo XX prueba que el apoyo norteamericano a la democracia se ha encontrado siempre subordinado a las exigencias de su pol¨ªtica exterior como gran potencia, y la forma en que se realiz¨® la invasi¨®n es una muestra inmejorable del papel secundario otorgado a la defensa de los intereses del pueblo iraqu¨ª.
Democracia a ca?onazos
Para buen n¨²mero de americanos resultan indiscutibles tanto la identificaci¨®n de los intereses propios con los mundiales, como la licitud de recurrir sin l¨ªmites a la violencia si aquellos son amenazados. El individualismo posesivo encaja a la perfecci¨®n con la agresividad imperialista, cargada de buena conciencia, y la destrucci¨®n del otro no cuenta, pues las v¨ªctimas lo son por su propio bien. La democracia implantada a ca?onazos en Irak es un ejemplo de semejante t¨¢ctica. De paso se busca en apariencia la consolidaci¨®n de la propia seguridad, convertida obsesivamente en valor principal desde el 11-S. Lo importante, ha hecho ver Bush con ¨¦xito, es luchar sin descanso contra el terrorismo, aun cu¨¢ndo Bin Laden nada tenga que ver con Irak y nunca sea capturado. Cuestionar tales palos de ciego equivale a apostar por la vulnerabilidad de la naci¨®n. Cerrar los ojos en el marco de la uni¨®n sagrada de todos los americanos, constituye la garant¨ªa de la victoria para un pa¨ªs invencible.
La aceptaci¨®n social de semejante enfoque tiene que ver con dos rasgos propios del desarrollo hist¨®rico norteamericano: ante todo, la tensi¨®n permanente entre un ideario de libertad y una pr¨¢ctica de opresi¨®n, que Carroll y Noble destacaron en su libro Los libres y los no-libres, a partir del momento en que los ideales racionalistas de la Ilustraci¨®n fueron aplicados a un sistema que reconoc¨ªa la esclavitud, y en segundo lugar, el hecho de haber sido, tambi¨¦n desde sus or¨ªgenes, una sociedad de frontera cuya esencia se resume en un proceso continuo de expansi¨®n, primero hasta el Pac¨ªfico, luego sobre Latinoam¨¦rica, por fin a escala mundial. Ambas l¨ªneas se unen en la noci¨®n de destino manifiesto, que como D. J. Boorstin nos recuerda en Los americanos, surge en 1845 en v¨ªsperas de la invasi¨®n de M¨¦jico. A la hora de legitimar el permanente impulso expansivo, Dios y los negocios marchan unidos. ?Por qu¨¦ van los americanos a rechazar algo tan sagrado, tan patri¨®tico y tan rentable como lo que les propone Bush para Oriente Pr¨®ximo? ?Qu¨¦ atractivo tiene la oferta de Kerry, consistente en articular la propia pol¨ªtica con la de otros pa¨ªses? Los intereses econ¨®micos del capitalismo norteamericano compiten con los de la Uni¨®n Europea. ?Para qu¨¦ buscar una convergencia?
Operaci¨®n costosa
S¨®lo que la operaci¨®n ha sido muy costosa, y en sentido estricto, para todo el mundo occidental. Primero, ante la ausencia de una victoria militar sobre los insurgentes de Irak. Y a continuaci¨®n, por el enorme deterioro de la imagen de Occidente provocado en las opiniones p¨²blicas de los pa¨ªses musulmanes.
Parece irrefutable el balance ofrecido por F. Reinares en su estudio sobre el terrorismo islamista: "Lo ocurrido en Irak se parece menos a los efectos de una calculada estrategia de Bush que a un gui¨®n previsto y quiz¨¢ ambicionado por el propio Osama bin Laden". De ah¨ª que el l¨ªder de Al Qaeda no olvidara depositar por televisi¨®n su voto favorable a Bush en v¨ªsperas del 2 de noviembre.
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