El reloj del mundo
Voy a comprar un bote de Nescaf¨¦ a la tienda de enfrente y me encuentro con que ya est¨¢n expuestos los turrones y el mazap¨¢n. Eusebio, el due?o de la tienda, un tendero de anta?o, cuyos cong¨¦neres se han ido extinguiendo como el lince ib¨¦rico, dice que las navidades cada vez se adelantan m¨¢s. Y no s¨®lo las navidades, pienso yo; la ropa de verano hay que comprarla en primavera, y la de invierno, en verano, porque, si esperamos, nos arriesgamos a quedarnos sin tallas ni colores. Las tendencias en la moda se marcan con un a?o de anticipaci¨®n, por lo que siempre, por muy al d¨ªa que nos creamos vestidos, iremos anticuados en la mente de los dise?adores. Y cuando terminamos las vacaciones hemos de contratar las siguientes sin adivinar qu¨¦ ser¨¢ de nosotros en tantos meses. Un producto se sabe que tendr¨¢ ¨¦xito si se ha vendido antes de salir al mercado, incluso hay novelas por las que las editoriales se pelean antes de ser escritas y que los lectores en el fondo ya han le¨ªdo antes de leerlas, por lo que mientras leen la ¨²ltima puede que en realidad est¨¦n leyendo la pr¨®xima. Y eso es lo que gusta, ir por delante de la imaginaci¨®n de los escritores, de las sorpresas y de lo por venir. Se trata de no esperar a que entre la temporada del mel¨®n para comer mel¨®n y se llegar¨¢ al punto de celebrar el cumplea?os antes de cumplir a?os, y el banquete de boda, antes de casarse. Y, por supuesto, los madrile?os tenemos Xanad¨² para poder esquiar en agosto, porque en agosto la nieve est¨¢ muy lejos, en un futuro remoto en que lo que apetecer¨¢ ser¨¢ ba?arse en la playa. Si pudi¨¦ramos obligar al Sol a salir antes, lo har¨ªamos, y la Luna y las estrellas. De hecho, las juergas nocturnas de toda la vida desde hace tiempo tambi¨¦n se celebran por la ma?ana. Por adelantar, hay conductores a quienes les priva adelantar a otros coches aproxim¨¢ndose a ellos peligrosamente, y no digamos en la profesi¨®n o actividad de cada uno, donde siempre hay alguien tratando de pasarnos. Habr¨¢ que preguntarse si esta manera de adelantar el reloj del mundo sirve para algo.
Sin embargo, el establecimiento del se?or Eusebio es el ¨²nico reducto de los contornos que permanece igual desde hace treinta a?os y en el que el personal no cambia cada tres meses, seguramente porque no hay m¨¢s personal que ¨¦l mismo. Aqu¨ª, en este peque?o espacio, se han ido acumulando los botes de conserva, las botellas de aceite, los suavizantes para la lavadora, las horas y los d¨ªas, los meses y los a?os. Navega por el oleaje cambiante de esta ciudad como la colorista balsa de un buhonero.
Con la manga de la bata azul le quita una ligera capa de polvo al bote de Nescaf¨¦ y dice que ya tenemos encima Nochebuena con los villancicos, los atascos y las comidas de empresa, seguida de cerca por la Nochevieja y Ram¨®n Garc¨ªa dando las campanadas desde la Puerta del Sol, y a continuaci¨®n, los roscones de Reyes. Despu¨¦s, mientras m¨¢s o menos se retiran los adornos de las calles y se guardan en el trastero los abetos para el pr¨®ximo a?o, llega Semana Santa con las torrijas y los huevos de Pascua, y sin darnos cuenta el verano, que pasa en un suspiro y, como quien dice, ya estamos otra vez en Navidad.
Caray con Eusebio. Miro de nuevo los turrones con la inquietante sensaci¨®n de que entre la mirada anterior y ¨¦sta nos hubi¨¦semos plantado en las navidades del 2005 y que tanto los turrones como todo un a?o de mi vida est¨¦n ya caducados. Un a?o que, pens¨¢ndolo bien, me habr¨ªa ahorrado vivir, un a?o sin disgustos ni sobresaltos, como en esas pel¨ªculas en que el viento pasa velozmente las hojas del calendario hasta detenerse donde interesa. Sin embargo, hay maravillosos escritores que se preguntan qu¨¦ ha ocurrido con ese tiempo, qui¨¦n lo ha vivido. Tratan de atrapar lo que ocurre entre hoja y hoja del calendario y se fijan en lo irrelevante, en lo que sucede ante nuestros ojos sin que casi reparemos en ello, pero que sin pretenderlo ocupa tanto o m¨¢s espacio que lo llamado importante y que a la larga es lo que recordamos. Digo esto porque el due?o de la tienda me ha hecho acordarme de Fernando Pessoa, que le descubri¨® en otra calle y en otra ciudad para todos y para siempre: "?Qui¨¦n era? Era el que yo ve¨ªa. / Todos los d¨ªas le ve¨ªa. Y no / tengo ahora esa monoton¨ªa. / Desde ayer la ciudad cambi¨®. / ?l era el due?o de la tabaquer¨ªa. / Punto de referencia de mi yo: / pasaba por all¨ª de noche y de d¨ªa. / Desde ayer la ciudad cambi¨®".
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