Las menos personas
La Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol ha prohibido que los jugadores del Numancia de Soria lleven en sus camisetas o pantalones un estampado con la leyenda "Soria S.O.S." porque se trata, seg¨²n ella, de un mensaje "pol¨ªtico" y ¨¦stos no est¨¢n autorizados en las vestimentas de los deportistas, los cuales, sin embargo, cada d¨ªa m¨¢s semejan vallas publicitarias abigarradas. La iniciativa del club, el m¨¢s pobre de la Primera Divisi¨®n esta temporada, respond¨ªa a la campa?a que, reciente y t¨ªmidamente, han impulsado los ciudadanos de esa provincia al amparo de la plataforma Soria ?ya! Una caravana de veh¨ªculos locales se present¨® en Madrid a paso de tortuga aprovechando la visita del equipo a Chamart¨ªn, y hace poco los atletas sorianos Cacho y Ant¨®n, ganadores de medallas varias, hicieron el ¨²ltimo relevo de una carrera de 230 kil¨®metros y se plantaron en La Moncloa, donde entregaron un documento con las quejas por el abandono institucional que Soria padece desde hace decenios. Algo parecido a lo que otra provincia olvidada, Teruel, lleva m¨¢s tiempo llevando a cabo, con escaso ¨¦xito.
Nunca he estado en Teruel, pero en Soria no s¨®lo pas¨¦ muchos veraneos de infancia, sino que, desde hace unos a?os, he vuelto a visitarla y all¨ª me paso alguna que otra semana suelta, para escribir con relativa tranquilidad (la absoluta no existe en Espa?a, el Pa¨ªs Chill¨®n y M¨²sico-Ratonil), en todo caso mucha m¨¢s de la que puede encontrarse en Madrid, la Ciudad de la Perforaci¨®n Permanente de Calles y T¨ªmpanos (en este aspecto, Gallard¨®n est¨¢ resultando a¨²n m¨¢s da?ino que ?lvarez del Manzano, lo cual habr¨ªa uno dicho -es m¨¢s, yo lo dije- que era del todo imposible).
Recuerdo que hace ya a?os, cuando ese mismo equipo del Numancia fue a Barcelona a jugar una eliminatoria de Copa en el Camp Nou, la gente de Soria comentaba con iron¨ªa que, as¨ª se hubieran desplazado a animar a sus jugadores todos los habitantes de la provincia, no habr¨ªan logrado llenar el estadio del Bar?a. Porque su aforo es de unos cien mil espectadores, y la poblaci¨®n soriana en pleno son tan s¨®lo noventa mil personas. De hecho, y en funci¨®n del n¨²mero de habitantes por kil¨®metro cuadrado, la provincia est¨¢ considerada "t¨¦cnicamente" como zona des¨¦rtica. Y, claro est¨¢, noventa mil votos son muy pocos para que los pol¨ªticos de cualquier partido se preocupen por contentar a quienes, cada cuatro a?os, los depositan en las urnas con una mezcla de escepticismo y desesperaci¨®n. En mi ¨²ltima visita vi por las calles unos carteles en los que, bajo el ep¨ªgrafe "Se buscan pol¨ªticos que cumplan sus compromisos", aparec¨ªan los rostros de todos los relacionados con Soria (locales o no, estaban incluidos los ex-ministros del PP Jes¨²s Posada y Juan Jos¨¦ Lucas) que a lo largo de decenios han incumplido sus vacuas promesas de ayudar a dotar a la provincia o a la ciudad de accesos y carreteras dignos, de trenes (creo que s¨®lo pasa uno al d¨ªa, que tarda desde Madrid mucho m¨¢s que cualquier autom¨®vil), de funciones de ¨¢mbito nacional, de un pol¨ªgono industrial previsto desde hace mucho y congelado desde hace casi el mismo mucho; que han faltado a sus insinceras promesas de remediar un poco el aislamiento y el secular abandono. Lo malo de esos carteles es que s¨®lo los ven los sorianos y los bastantes turistas que por all¨ª cruzan, pero que tan s¨®lo los miran con curiosidad leve y un encogimiento de hombros.
Lo que no puede ocurrir en un pa¨ªs verdaderamente democr¨¢tico es que las menos personas sean por ello menos personas; es decir, que los lugares poco habitados, y por tanto poco rentables electoralmente, padezcan una eterna situaci¨®n de inferioridad, una merma de sus derechos y aspiraciones, un absoluto desd¨¦n institucional. Y que se vean convertidos, ahora ya no "t¨¦cnicamente", en "bolsas des¨¦rticas" sin porvenir. A Soria fueron "desterrados" muchos republicanos despu¨¦s de la Guerra Civil, y yo de ni?o conoc¨ª a unos cuantos, gente por lo general encantadora y de val¨ªa. A Soria fue a parar Antonio Machado, santo laico del PSOE, y sin duda es esta ciudad, junto con Collioure, que est¨¢ en Francia y donde yace enterrado, la que le rinde mayor y permanente homenaje, agradecida por los maravillosos versos que el poeta le dedic¨®. All¨ª estuvieron tambi¨¦n B¨¦cquer y Gerardo Diego, y hasta el austriaco Peter Handke, seg¨²n se lee en su Ensayo sobre el juke-box. Hay una fuerte y noble tradici¨®n literaria. Hay un parque, la Dehesa, que es uno de los m¨¢s bonitos y quiz¨¢ el m¨¢s cuidado que yo haya visto en Espa?a. Hay iglesias rom¨¢nicas, y est¨¢ el Duero naciente, y en la provincia se dan paisajes ins¨®litos de bosques y lagunas y ca?ones y ruinas. Pero qui¨¦n quiere ocuparse de la poblaci¨®n de un estadio que ni siquiera alcanza el lleno. Las menos personas son, sin embargo, tan personas como las que m¨¢s, y mientras los diferentes Gobiernos de este pa¨ªs no se convenzan tambi¨¦n de algo tan elemental, no podr¨¢ decirse de ellos que sean Gobiernos en verdad democr¨¢ticos. O, lo que es a¨²n m¨¢s grave, en verdad justos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.