?En tu 'chat' o en el m¨ªo?
F¨¢cil, as¨¦ptico y a trav¨¦s del ordenador. As¨ª es el cibersexo. No discrimina edades ni clases sociales, se puede mentir y no es necesario tocar al ciberamante. Eso s¨ª, los hombres y las mujeres siguen buscando cosas distintas, y las relaciones en tres dimensiones que surgen de ¨¦l no tienen mucho ¨¦xito.
Cibersexo es una palabra que de un tiempo a esta parte est¨¢ en boca de todos. Pero ?a qu¨¦ nos referimos? "Entiendo por cibersexo el sexo virtual, ya sea a nivel de relaciones a trav¨¦s de contactos o chats, p¨¢ginas er¨®ticas, anuncios en la Red, magazines digitales dedicados al porno, la ciberprostituci¨®n, las pornowebs, shows en vivo y un largu¨ªsimo etc¨¦tera", explica Pilar Eyre. La periodista y escritora, que naveg¨® por los confines de la Red para publicar Cibersexo (editorial Debolsillo), asegura que las pr¨¢cticas m¨¢s frecuentes son el chateo y la visita de p¨¢ginas web pornogr¨¢ficas. Aunque s¨®lo de momento. En la Red, como en el circo, algo totalmente impactante pasa a estar obsoleto a la velocidad que marcha el ADSL.
E C¨®mo se liga. "Cualquier persona puede engancharse a Internet", se?ala Eyre. Pero una cosa es la Red y otra los chats. Si siempre se ha ligado pidiendo el tel¨¦fono y concertando una cita, ?c¨®mo se hace de modo virtual? "Cuando se chatea, se utiliza un nick [apodo], que protege la intimidad de las personas que lo hacen. Depende del tipo de canal al que te conectes (amistad, sexo, gays, m¨¢s de 40 a?os), se establece un tipo de comunicaci¨®n", explica Juan Carlos Atienza, psic¨®logo y sex¨®logo. "En cuanto a los distintos niveles de chateo, se suelen dar unos pasos comunes desde que se establece el primer contacto virtual hasta que se conoce al otro en persona: se manda un mensaje a la persona interesada al foro abierto; ¨¦sta contesta con un mensaje personal; se solicita ir a un canal privado, donde la informaci¨®n se da entre los dos y pueden comunicarse de manera m¨¢s ¨ªntima; se intercambian fotos o establecen relaci¨®n mediante webcams; quedan para verse en persona", a?ade.
E Consumidor universal. F¨¢cil, as¨¦ptico y menos cortante. A un 31% de j¨®venes espa?oles menores de 16 a?os le convence el sexo por Internet. No son demasiados comparados con los porcentajes de EE UU (54%), Reino Unido (52%) o Canad¨¢ (50%). El Informe Durex sonde¨® a los j¨®venes, pero cada vez resulta m¨¢s dif¨ªcil trazar un retrato robot del consumidor de cibersexo: "Con el uso extendido de Internet en la poblaci¨®n ha cambiado el perfil de consumidor. Actualmente, en todos los rangos de edades y clases sociales existen practicantes", cuenta Atienza. Aunque hay un ligero predominio de hombres frente a mujeres, parece claro que lo de darle al modem no distingue de sexos. Lo que buscan sigue siendo distinto: "La mayor¨ªa de los hombres se conecta a la Red a trav¨¦s de las p¨¢ginas porno para practicar sexo en solitario, mientras que las mujeres buscamos romanticismo, aventura y la pasi¨®n que no encontramos en nuestra vida cotidiana. Adornamos a nuestro ciberamante con todas las cualidades que una quiere en un hombre; ya sabemos que el ¨®rgano sexual m¨¢s importante es la imaginaci¨®n. No est¨¢ nunca enfermo, ni tiene problemas de trabajo, ni le falta el dinero (?no nos tiene que invitar ni a un caf¨¦!)", explica Eyre. "Pero, claro, todo cambia cuando pasamos a la realidad y el ciberamante se convierte en alguien de carne y hueso", cuenta Eyre. Los novatos son los que quieren convertir la relaci¨®n en real. Los que llevan a?os en este negocio se limitan a practicar el sexo en solitario, sin querer pasar a mayores.
E En carne y hueso. "La primera vez que chate¨¦, ¨¦l ten¨ªa 27 a?os y yo le dije que ten¨ªa 23. ?l viv¨ªa en Madrid y yo en Barcelona. Quedamos y yo fui subiendo paulatinamente mi edad, pero me tuve que parar en los 35. Nos vimos una vez, en el local m¨¢s oscuro de Barcelona, y me trat¨® de usted todo el rato, me dijo el m¨¦rito que ten¨ªa por desenvolverme en Internet con tanta facilidad dada mi edad?, y no volv¨ª a verle nunca m¨¢s", explica Eyre.
Ciberadictos an¨®nimos
La periodista Pilar Eyre asegura que el cibersexo, como cualquier juego, puede cansar: "No conozco un solo caso en el que una relaci¨®n a trav¨¦s de Internet haya fructificado, y s¨ª muchas que han resultado insatisfactorias, frustrantes o c¨®micas. Un d¨ªa piensas en cu¨¢ntas horas has perdido delante de la pantalla para conectarte con personas con las que seguramente en la calle no perder¨ªas ni un minuto, y ?plas!, la adicci¨®n se acaba. Es curioso, no vuelves a chatear nunca m¨¢s". Sin embargo, algunos gabinetes psicol¨®gicos han tenido que ponerse a estudiar para poder ofrecer terapia a los adictos a Internet. El psic¨®logo Juan Carlos Atienza admite que existe el riesgo de que el cibersexo cree adicci¨®n: "Cuando se convierte en la ¨²nica manera de relacionarnos sexualmente, se puede convertir en un problema que necesite tratamiento psicol¨®gico. Se dan efectos de tolerancia (es decir, necesitan estar conectados cada vez m¨¢s tiempo), de abuso (pasan casi las 24 horas del d¨ªa conectados) y de s¨ªndrome de abstinencia (cuando no pueden estar conectados se vuelven malhumorados, les afecta al sue?o y ven alteradas sus relaciones sociales, pudiendo verse afectado incluso su trabajo). En estos casos se necesita tratamiento psicol¨®gico por parte de un profesional".
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