Sobre el monstruo

Una sola pel¨ªcula, La ci¨¦naga, ¨¦xito inesperado en el festival de Berl¨ªn de 2002, bast¨® para situar en el panorama internacional a una cineasta superdotada, la argentina Lucrecia Martel. En aquella pel¨ªcula, la disecci¨®n de la vida de una familia de la burgues¨ªa provinciana era la excusa para la exploraci¨®n del mundo por parte de algunos adolescentes, su manera de situarse respecto a la realidad, la forma en que la tragedia se adue?aba de su vida. Todo ello en medio de una cotidianidad asfixiante en la que el calor, la familia, las creencias m¨¢s o menos religiosas y el azar creaban un clima entre morboso, siniestro y apasionante.

Mucho de ese ambiente estancado, de ese universo encapsulado y enfermizo, y con parecidos personajes, vuelve a aparecer en este segundo largometraje de Martel y primero en coproducci¨®n con Espa?a. Otra vez, la mirada se centra prioritariamente en una adolescente (la magn¨¦tica Mar¨ªa Alch¨¦), enfrentada a los dilemas derivados de una fuerte educaci¨®n religiosa, pero v¨ªctima de pulsiones muy terrenales. Con un ritmo tan moroso como hipn¨®tico resulta el ambiente que est¨¢ retratando, Martel cuenta las contradicciones de su personaje, que no son mucho m¨¢s evidentes que las que corroen a su madre (Mercedes Mor¨¢n, espl¨¦ndida actriz). Y lo hace con una narraci¨®n envolvente, cerrada sobre s¨ª misma y singularmente aviesa: apenas parece que ocurra algo en ese hotel, centro de la acci¨®n, y sin embargo los dilemas morales y las decisiones que cada personaje toma tendr¨¢n un insospechado peso en el desenlace de la historia.

Y como ocurr¨ªa en La ci¨¦naga, tambi¨¦n esta notable pel¨ªcula es la ocasi¨®n para un retrato social, m¨¢s tenue que en la anterior, pero no menos punzante. E, igualmente, Martel dise?a su discurso para que destaquen en ¨¦l esos sentimientos que con tanta ambig¨¹edad se viven en algunos momentos de la adolescencia: el equ¨ªvoco despertar de la sexualidad unido a la noci¨®n de prohibici¨®n; el esc¨¢ndalo ocasionado por actos impensados que no se viven con culpabilidad pero que la sociedad sanciona como pecaminosos; la distorsi¨®n que provoca en una adolescente una educaci¨®n religiosa que diferencia alma y cuerpo... Todo esto est¨¢ contado en La ni?a santa con la sutilidad y la distancia moral que ya hicieron de La ci¨¦naga una pel¨ªcula imprescindible... no menos, por cierto, que esta Ni?a santa que confirma el singular e infrecuente talento de su m¨¢xima responsable.