"?Pero, qu¨¦ libro...?"
"Camba, lo mismo que Josep Pla, ha conseguido esa clase de inmortalidad que s¨®lo est¨¢ reservada a los escritores privilegiados: convertirse sin ser le¨ªdo en una fuente inagotable de an¨¦cdotas", escribi¨® Manuel Vicent a prop¨®sito del escritor y periodista gallego. No hay la menor duda de que a esa pareja se puede y se debe a?adir un tercero: Rafael S¨¢nchez Ferlosio. Tambi¨¦n ha conseguido la inmortalidad de quien, pese a no ser excesivamente le¨ªdo, es un manantial de an¨¦cdotas, con el a?adido de que en el caso de Ferlosio la gran mayor¨ªa de ellas son ciertas.
En el verano de 1990, meses despu¨¦s de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, Ferlosio acud¨ªa con una educada periodicidad -m¨¢s infrecuente de la deseada- a la Redacci¨®n de EL PA?S. Por aquellos tiempos colaboraba con cierta asiduidad en el diario y, adem¨¢s, siempre le gustaba saludar a quien fue durante a?os su cu?ado, Javier Pradera. Eran d¨ªas de calor y desconcierto. Cada ma?ana los periodistas se informaban e informaban del resurgir de las hasta entonces rep¨²blicas socialistas sovi¨¦ticas que optaban por recuperar su propia historia. Nombres ex¨®ticos s¨®lo al alcance de los muy eruditos. Cuando Ferlosio lleg¨® aquel d¨ªa al diario, se hablaba de Uzbekist¨¢n. Alguien sensato coment¨®: "Hombre, Ferlosio, seguro que t¨² te lo sabes todo de Uzbekist¨¢n...". Ferlosio ni se inmut¨®, nos mir¨® con la mejor de sus ir¨®nicas sonrisas y nos espet¨®: "S¨ª, s¨¦ bastantes cosas de Uzbekist¨¢n y de Samarkanda, sobre todo de los regad¨ªos, de la construcci¨®n de los jardines..., pero s¨®lo hasta el siglo XX. Lo que ocurri¨® en este siglo [a¨²n est¨¢bamos en los noventa] no me interesa nada".
As¨ª es Ferlosio: "Un sabio de todo lo que no tenga utilidad inmediata", como le defini¨® quien le conoc¨ªa desde su juventud. Fueron meses intensos. Sadam Husein decidi¨® invadir Kuwait en agosto de 1990. La ONU, la Uni¨®n Europea y, sobre todo, Estados Unidos, comenzaban a preparar la respuesta occidental. Ferlosio, naturalmente, no permaneci¨® impasible y mientras unos fraguaban lo que se llamar¨ªa Operaci¨®n Tormenta del Desierto, el autor de Alfanhu¨ª rele¨ªa y anotaba lo que se iba publicando para aprestarse a la defensa de los m¨¢s d¨¦biles. A finales de aquel a?o, dos o tres semanas antes de que se desencadenara la Tormenta, James Baker y Tarek Aziz se reun¨ªan por ¨²ltima vez en Ginebra para quemar los ¨²ltimos cartuchos de una coartada diplom¨¢tica tan in¨²til como pol¨ªticamente correcta. Un periodista italiano cont¨® en su diario que Tarek Aziz se llevaba a Suiza como libro de cabecera un texto de S¨¢nchez Ferlosio, un autor espa?ol al que admiraba. No sab¨ªamos que el ministro iraqu¨ª era un hispanista de pro -en realidad, no sab¨ªamos muchas m¨¢s cosas de todo aquello-, pero inmediatamente llamamos a Coria, el cuartel de verano de Ferlosio: "Rafael, que en Italia han publicado que Tarek Aziz se lleva un libro tuyo para desintoxicarse de las reuniones con Baker". Despu¨¦s de un peque?o silencio surgi¨® por el tel¨¦fono el mejor de los Ferlosio: "?Pero qu¨¦ libro?, porque si es de literatura, no me interesa nada... Si es un ensayo, todav¨ªa". As¨ª es si as¨ª os parece: irreductible.
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