Del retablo al tabloide
Dios ya no est¨¢ entre los pucheros. Con impresionante econom¨ªa, ha suprimido todo contexto sagrado, en los altares, en los c¨®nclaves patriarcales, y ahora es un ser aburrido de eternidad que prefiere la probabilidad de las rotativas a la secreta certidumbre del retablo. "God is news". Misticismo y fantasmagor¨ªas inyectan las tintas de las primeras p¨¢ginas de los diarios, y si tuvi¨¦ramos que rectificar a Borges, para quien toda teolog¨ªa era una secci¨®n de literatura fant¨¢stica, dir¨ªamos que las noticias son ahora de Dios, de parte de los laboratorios piadosos de los partidos pol¨ªticos, del Vaticano, del Capitolio, de cualquiera de las guerras alrededor del globo. Dios no ha sido absuelto de este mundo, aunque cada vez est¨¦ m¨¢s lejos de su falsa creaci¨®n.
"Fantaseamos con reunir a artistas en el campo y que todos a la vez tuvieran una revelaci¨®n"
John Baldessari (Nacional City, 1931), artista y eminente ladr¨®n de im¨¢genes, ha elaborado una apoteosis f¨¢ustica en forma de exposici¨®n que analiza c¨®mo el artista -cien artistas, seleccionados seg¨²n su gusto personal- contempla la imagen del Creador. Junto a Meg Cranston, el autor californiano imagina el sentido de la frase "cien artistas ven a Dios" como si fuera el titular de un peri¨®dico: "Se trataba de fantasear con la idea de reunir a un grupo de cien artistas en medio de un campo, y que todos a la vez tuvieran una revelaci¨®n, despu¨¦s nos planteamos hacer de aquella visi¨®n una obra de arte", explican los comisarios. El resultado no podr¨ªa ser m¨¢s baldessariano: una demolici¨®n pict¨®rica, un big bang que despliega en una gran pared pintada de azul un puzle imaginario sin control, resumen del orden inferior de una eternidad -la art¨ªstica- distorsionada en un espejo. La ordenaci¨®n de cada una de las im¨¢genes, distribuidas en las plantas baja y primera del Institute of Contemporary Arts (ICA) de Londres, est¨¢ basada en un sistema latente, es como un tropo de montaje, un d¨¦tournement parecido a los que Baldessari crea con las fotograf¨ªas de sus archivos; en virtud de su colocaci¨®n y su proximidad, cada obra queda reducida a algo puramente anecd¨®tico. El mismo efecto que produce el choque fisiol¨®gico del cine, con su cautivador flujo de im¨¢genes cambiantes.
A modo de ejemplo, bastar¨¢ recordar alguno de sus trabajos para hacernos una idea de su peculiar pataf¨ªsica. A principios de los setenta, un colegio de arte universitario de Canad¨¢ le pidi¨® que participase en una exposici¨®n comunic¨¢ndole que no podr¨ªa pagarle los gastos del avi¨®n. Baldessari envi¨® instrucciones para que se pidiese a los alumnos que escribiesen cuantas veces fuese posible en las paredes del aula la frase "I won't make any more boring art" (no pienso hacer ya m¨¢s arte aburrido). Al castigar a los alumnos por la precariedad de la administraci¨®n del colegio, tambi¨¦n les hizo enfrentarse a una paradoja: la ejecuci¨®n de la obra ser¨ªa lenta y aburrida, pero la idea y su recepci¨®n fueron r¨¢pidas y divertidas, adem¨¢s de cuestionar la idea de autor y su presencia en la obra.
Un curioso pante¨ªsmo recorre
esta interesante muestra, demasiado inteligente para quedarse, a primera vista, en una simple visi¨®n anecd¨®tica del trabajo de cien artistas sobre el m¨¢s all¨¢. En las 75 im¨¢genes dispuestas en la planta s¨®tano a modo de tableau, la distracci¨®n ha sustituido por completo a la contemplaci¨®n. Algunos autores, como Rachel Lachowicz o Sam Durant, han visto a Dios como un arquitecto, este ¨²ltimo lo ilustra con una fotograf¨ªa de la parte trasera de una peque?a iglesia cat¨®lica en California en cuyas paredes blancas todav¨ªa se ven algunas pintadas medio borradas y, al fondo, una palmera (uno de los iconos preferidos de Baldessari) que hace la funci¨®n de centinela del templo. Se trata de una imagen banal pero muy hermosa que sugiere que la acci¨®n est¨¢ en la calle, fuera de los muros que protegen a la patr¨ªstica. Otros autores ven a Dios como la "anunciaci¨®n", en la figura de un perro (la fotograf¨ªa de la mascota de Chris Burden), en la idea de la reconciliaci¨®n en Sur¨¢frica (Mary Nelly) o en los dominios de los desiertos navajos (David Reed).
En esta colectiva, tambi¨¦n encontramos el concepto de una fe omn¨ªvora en el paisaje y su luz (Rebecca Horn, Nancy Rubins, esta ¨²ltima afirma que "a Dios le gusta especialmente vivir en el arte"), en un urinario que parece una psicod¨¦lica crucifixi¨®n (Michael Craig-Martin) o debajo de los arbustos, como parece teatralizarlo Paul McCarthy. M¨¢s apocal¨ªpticos son Bruce Nauman o Martin Kersels en su visi¨®n de un mundo que pronto llegar¨¢ a su fin. La Carne, encerrada en un marco barroco como si fuera un plato de jam¨®n de jabugo, o el mismo infierno dantesco (Victoria Reynolds) contrasta con la imagen limpia de la tierra como un trozo de materia que se alza hacia el infinito, ajena a planetas y meteoritos (Franz West). Lo inefable es descrito por Luciano Perna como un huevo con patas (?el huevo o la gallina?), por James Hayward como un lienzo totalmente blanco titulado Automatic painting, y por Gerhard Richter, para quien Dios s¨®lo puede ser un cuadro totalmente pintado de gris.
Si para Ed Ruscha, Dios es un
paisaje oscuro en donde irrumpe un rayo cegador, Angela Bulloch lo encierra en una caja parecida a un confesionario. M¨¢s optimistas son los artistas que creen que Dios es amor: James Welling lo retrata en la figura de su perro pastor alem¨¢n Zola, Caterine Opie muestra en una fotograf¨ªa el cinismo del activismo cat¨®lico cuyos miembros despliegan en pancartas ideas hom¨®fobas mientras piden a Dios que les proteja de la plaga del sida, o Andreas Gursky, en la imagen a¨¦rea de una Love Parade. Katarina Fritsch recrea en un poli¨¦ster p¨²rpura a san Nicol¨¢s, Damien Hirst encierra en una vitrina los medicamentos que curar¨¢n el c¨¢ncer y Jeffrey Wallace se va hasta la plaza de San Pedro en Roma para crear su particular sudario, con las marcas de su rostro empapado en caf¨¦ espresso impresas sobre un pa?uelo.
Otros autores ven a Dios como una madre -Raymond Pettibon y Liz Larner- o semejante a un hom¨²nculo informe (Erin Coscrove y Mike Nelly); Eleanor Antin o Jack Goldstein lo perciben como una extraordinaria fuerza de la naturaleza. Artistas menos viscerales, como William Wegman, Liam Gillick o Richard Prince, entienden su figura como la de un gran organizador. La idea de la crucifixi¨®n y el estigma es adoptada por Paul Pfeiffer, Martin Kippenberger o John Waters; y la de una persona poderosamente tir¨¢nica aparece en las obras de Roy Lichtenstein, Albert Oehlen, Tony Oursler y Scott Grieger. Finalmente, el dios hecho verbo aparece ilustrado en los trabajos de Lawrence Weiner, Christian Jankowski y Jeremy Deller, quienes adem¨¢s denuncian c¨®mo la nueva ortodoxia norteamericana utiliza el arma del miedo para controlar las almas. Lo escribi¨® Voltaire: "Dios es un comediante actuando frente a un p¨²blico que tiene miedo a re¨ªr".
]]>Cien artistas ven a Dios.]]> Institute of Contemporary Arts (ICA). The Mall. 12 Carlton House Terrace. Londres. www.ica.org.uk. Hasta el 9 de enero de 2005.
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