Buenos, feos y malos
"Sabes, el mundo se divide en dos categor¨ªas, los que tienen el rev¨®lver cargado y los que cavan: t¨² cavas", le dice el bueno Clint Eastwood al feo Eli Wallach despu¨¦s de pegarle un tiro al malo Lee Van Cleef. Lo ocurrido en Espa?a durante las ¨²ltimas dos semanas me ha recordado la pel¨ªcula de Sergio Leone El bueno, el feo y el malo, pues no resulta dif¨ªcil identificar la suerte que corren sus tres personajes de ficci¨®n con la de los tres pol¨ªticos de que voy a hablar.
Francisco Camps, el presidente de la Comunidad Valenciana, lo tiene f¨¢cil para ser el bueno, con su porte de buen hijo, buen alumno, buen padre y esposo aburrido pero fiel. Su antecesor fue tan nocivo que a Camps le basta con dejarse llevar por la corriente y evitar provocaciones como la de Elche para caer bien (o para no caer mal, que es lo mismo). Bien es cierto que da penita esa artificiosa necedad con la que afirma que aqu¨ª todo va viento en popa, pues hasta el gato sabe que Zaplana dej¨® el futuro hecho unos zorros y vac¨ªas las arcas de la Generalitat antes de irse a Madrid en busca de una gloria que luego no alcanz¨®. Camps ni es carism¨¢tico ni sobresale en nada, pero parece de bolsillo casto, lo cual no es poco parecer en estos tiempos, y como el socialista Pla duerme a las ovejas de aburrimiento, tendremos PP local para rato.
Miguel ?ngel Moratinos, el ministro de Asuntos Exteriores, es el feo, pues cuando se le fue la lengua en una tertulia televisiva y acus¨® al gobierno de Aznar de haber legitimado el golpe en Venezuela, tambi¨¦n acus¨® de facto a EE UU, y eso s¨ª que es grave cara al imperio, ya que significa avalar la tesis de malos como Castro o Ch¨¢vez, lo cual es delito de lesa majestad diplom¨¢tica. Analicemos: si Aznar apoy¨® el derrocamiento del dictador iraqu¨ª con el fin, seg¨²n ¨¦l, de implantar una democracia, ?ser¨ªa una contradicci¨®n que hubiese apoyado tambi¨¦n el derrocamiento de la democracia venezolana con el fin de implantar a un golpista? No, ya que el petr¨®leo subyacente en ambos pa¨ªses convierte a ambas jugadas en complementarias. Pero, claro, otra cosa muy distinta es decirlo en p¨²blico, qu¨¦ bochorno. Por eso, nada me extra?ar¨ªa que la estrella de Moratinos se fuese apagando poco a poco.
Hugo Ch¨¢vez, el presidente de Venezuela, es el malo. No pasa un d¨ªa sin que alguien evoque en los medios que en 1992 intent¨® un golpe de estado y fracas¨®. Luego, triunf¨® en las urnas y desde entonces ha ganado todas las elecciones habidas y por haber m¨¢s un refer¨¦ndum que buscaba destituirlo. El pueblo raso y los parias venezolanos lo adoran, pero el empresariado lo odia a muerte. Con estos ¨²ltimos datos resulta f¨¢cil deducir en qu¨¦ lugar del espectro ideol¨®gico se sit¨²a Ch¨¢vez. Si a eso a?adimos que canta las verdades sin rubor, pero no porque se le vaya la lengua, sino porque ¨¦sa es su manera de hacer pol¨ªtica, sin medias tintas, no ser¨ªa raro que acabase como el fiscal Danilo Anderson o como el malo de la pel¨ªcula de Leone. Al fin y al cabo, el poder de las armas siempre ha estado en el bando de los buenos, que adem¨¢s son guapos, como Clint Eastwood. En cambio, Eli Wallach y Lee Van Cleef son feos, malos, ordinarios, incultos, pobretones, b¨¢rbaros, terroristas, gentuza, carne de ca?¨®n. Born to lose. Perdedores.
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