El centenario del pintor franc¨¦s Jean H¨¦lion resalta su b¨²squeda de la libertad absoluta
El Centro Pompidou re¨²ne 80 obras de un artista insobornable y radicalmente independiente
Eduardo Arroyo recuerda que Jean H¨¦lion (Lille 1904-Par¨ªs 1987) era para ¨¦l cuando le conoci¨® en 1962 "el pintor ejemplar", porque "pint¨® al rev¨¦s que la casi totalidad de los artistas de vanguardia del siglo XX", en una b¨²squeda de la libertad absoluta que Arroyo define como "una actitud tozuda por antonomasia, que empleaba toda su energ¨ªa en lanzar piedras contra el propio tejado". A ese artista mal conocido y a menudo s¨®lo parcialmente valorado, rinde ahora homenaje en su centenario el Centro Georges Pompidou de Par¨ªs con una antol¨®gica que re¨²ne 80 pinturas.
Para el pintor -y escritor- espa?ol Eduardo Arroyo, Jean H¨¦lion ridiculiza con su simple trayectoria "ese ej¨¦rcito conformista y pusil¨¢nime educado en el culto del vanguardismo a cualquier precio". En efecto, H¨¦lion se da a conocer entre 1929 y 1930 como te¨®rico del grupo Art Concret, junto a Theo van Doesburg, Otto Carlsund y L¨¦on Tutundjian. Antes, el uruguayo Joaqu¨ªn Torres-Garc¨ªa le familiariz¨® con el cubismo y el surrealismo pero ahora H¨¦lion defiende un arte "enteramente concebido y formado antes de su elaboraci¨®n", en el que no hay lugar para la naturaleza, la sensualidad, el simbolismo, lo dram¨¢tico o el sentimiento".
El entusiasmo por un universo cuadriculado, "a lo Mondrian", se agotar¨¢ pronto y las formas curvas regresan a sus telas, luego lo hacen las figuras -cilindros, conos...- que enseguida caen, como derrotadas por una realidad humana que reclama sus derechos. "Durante el a?o y medio que fui prisionero de los alemanes no so?¨¦ con formas geom¨¦tricas sino con nalgas, con amigos, comida y objetos tangibles" explic¨® en su d¨ªa.
El resultado es que el m¨¢s abstracto de los abstractos, despu¨¦s de viajar a la URSS en 1931, de vivir varios a?os, entre 1932 y 1940, en EE UU y ser all¨ª el mayor profeta de la modernidad, se reinstala en Par¨ªs en 1947 (entre 1943 y 1947 ha vivido de nuevo en Nueva York pero le da la espalda al expresionismo abstracto triunfante) para interesarse por Alessandro Magnasco, por la figuraci¨®n a la manera de Fernand L¨¦ger o Max Beckman y, al fin, por sentirse heredero de Poussin o Chardin. Las naturalezas muertas de esa ¨¦poca son un esc¨¢ndalo para un mundo que s¨®lo tiene ojos para la abstracci¨®n.
La pintura de H¨¦lion, a partir de la segunda mitad de los a?os 50, se reconcilia con toda la tradici¨®n pict¨®rica, integra en sus telas escuelas y soluciones distintas, juega con temas surrealistas tratados de manera informal, incorpora iconograf¨ªa abstracta en telas que describen la vida cotidiana, se aleja de todas las capillas, se abre a todas las corrientes y se plasma en un estilo elegante y esquem¨¢tico que le permite, incluso, aventurarse a resucitar g¨¦neros tan desacreditados como la "pintura hist¨®rica" a trav¨¦s de su tr¨ªptico consagrado a Mayo 1968.
Jean H¨¦lion, con graves problemas de retina, pinta en los ¨²ltimos a?os de su vida personajes que sufren accidentes, que caen, que, con un bast¨®n blanco en la mano, avanzan titubeantes por el mundo y acaba con una obra extraordinaria y de t¨ªtulo duchampiano: El pintor pisoteado por su modelo. Nada resume mejor la trayectoria de quien ha puesto en cuesti¨®n todo confort, capaz de levantarse contra el movimiento que ha contribuido a popularizar justo cuando el ¨¦xito lo consagra, capaz tambi¨¦n de alistarse en Nueva York para luchar contra los nazis cuando tantos artistas parisinos buscaban refugio en la ciudad de los rascacielos y capaz, por ¨²ltimo, de pintar con los ojos de la memoria cuando la vista flaque¨® demasiado.
La exposici¨®n, que permanecer¨¢ abierta hasta el 7 de marzo, se inscribe en la reciente voluntad del Pompidou de revalorizar artistas franceses infravalorados tras el boom de lo neoyorquino, un fen¨®meno que tambi¨¦n conoci¨® Nicolas de Sta?l o un vanguardista hist¨®rico como Jean Cocteau, ambos objeto de recientes retrospectivas.
Simult¨¢neamente, en el primer piso del Pompidou, se expone la obra de Carole Benzaken, premio Marcel Duchamp 2004. El azar hace bien las cosas y la coincidencia con H¨¦lion enriquece la obra de ambos. Benzaken dibuja, pinta y filma atenta a lo cotidiano, sin perder de vista los iconos de nuestra ¨¦poca. Su trabajo es narrativo y se ofrece como un puzle al que cada visitante dar¨¢ un sentido distinto, rescatando del olvido lo trivial y situ¨¢ndolo en un cont¨ªnuo de im¨¢genes, un poco como un miniaturista moderno -Benzaken se limita a los peque?os formatos- que nos ofrece lo que ha captado como si fueran cuadernos de viaje al pa¨ªs de nunca jam¨¢s.
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