50 preguntas b¨¢sicas para acercarse a la obra

Miguel de Cervantes. Lo del "historiador ar¨¢bigo" Cide Hamete Benengeli es s¨®lo un marco literario para dar complejidad a la historia, un juego: Cervantes inventa al narrador; ¨¦ste, a Alonso Quijano, que inventa a Don Quijote, que inventa a Dulcinea?

Ninguno de los que se han cre¨ªdo es fiable, ni el que preside el sal¨®n de la Real Academia. Su autorretrato lo hace ¨¦l en el pr¨®logo de las Novelas ejemplares: "?ste que veis aqu¨ª, de rostro aguile?o?". Y en toda su obra.

Cervantes ten¨ªa casi 58 a?os cuando sali¨® la primera parte; en aquella ¨¦poca, una edad avanzada. Llevaba 20 a?os sin publicar; por eso, entre otras cosas, sorprendi¨® tanto su novela.

Tuvo cierta educaci¨®n human¨ªstica y le influy¨® mucho la estancia en Italia. Era gran lector: "Yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles".

No demasiado: fue cautivo en Argel, tuvo siempre dificultades econ¨®micas y problemas con la justicia; intent¨® pasar a Am¨¦rica, pero no le dieron permiso?

As¨ª lo dice en el pr¨®logo de la primera parte: "Se engendr¨® en una c¨¢rcel, donde toda incomodidad tiene su asiento". Pero quiz¨¢ es s¨®lo una met¨¢fora del mundo o alude a lo que le ense?¨® esa experiencia.

Pueden visitarse molinos de viento en Campo de Criptana, Alc¨¢zar de San Juan o Consuegra; la presunta casa de Dulcinea en El Toboso; la cueva de Medrano, en Argamasilla de Alba, y la de Montesinos; ventas en Puerto L¨¢pice; el parque natural de las lagunas de Ruidera? Todo esto nos ayuda a evocar las aventuras del caballero.

Murieron los dos en la misma fecha: 23 de abril de 1616. Pero no era el mismo d¨ªa: en Inglaterra y Espa?a se usaban distintos calendarios.

Es tan complicado y sutil como Don Quijote: utiliza su locura para enga?arle e inventa dos veces a Dulcinea. En sus juicios muestra una aut¨¦ntica sabidur¨ªa popular, con buen sentido pr¨¢ctico e ingenio natural, todo veros¨ªmil en alguien de su condici¨®n.

En 1614, un a?o antes de que apareciera la segunda parte, public¨® ¨¦l su continuaci¨®n ap¨®crifa. No se sabe qui¨¦n fue este escritor. Cervantes se queja amargamente, pero la publicaci¨®n del libro de Avellaneda le hizo acelerar la conclusi¨®n de la segunda parte, en la que le desmiente varias veces.

Muchas; de no hacerlo as¨ª, un esp¨ªritu tan libre como Cervantes hubiera tenido grandes problemas en aquella Espa?a.

Lo que se com¨ªa en la ¨¦poca: pan con queso y vino; bellotas y avellanas; tocino (comerlo demostraba que se era cristiano viejo), vaca y carnero; cebollas y ajos; gigote (carne picada), salpic¨®n, duelos y quebrantos? El plato nacional era la olla. En la novela se han encontrado hasta 150 formas de preparar los alimentos.

Se han propuesto varios, con el apellido Quijada o Quijano, o personajes trastornados por la lectura. Todo esto no importa demasiado; lo que interesa es lo que realiza art¨ªsticamente Cervantes, tenga en cuenta o no esos antecedentes.

S¨ª, pero eso s¨®lo es el punto de partida, el trampol¨ªn desde el que se lanza a una historia trascendental.

En los siglos XIV y XV recorr¨ªan Europa muchos caballeros andantes reales, en busca de fama y fortuna. A la altura de 1605, Don Quijote es ya un anacronismo viviente.

Quiz¨¢ no. Se ha supuesto que pens¨® primero en escribir una novela corta. Parece claro, en todo caso, que fue madurando su novela al tiempo que la escrib¨ªa.

A enorme distancia, aunque ¨¦l so?¨® siempre con ser poeta, y detalles de su genialidad se advierten en toda su obra; sobre todo, en los Entremeses y las Novelas ejemplares.

A comienzos del siglo XVII (reinado de Felipe III), Espa?a est¨¢ pasando de la grandeza del imperio a su decadencia: crisis pol¨ªtica, econ¨®mica, militar y espiritual. "Cervantes, como Don Quijote, es un hombre capturado entre dos mundos, el viejo y el nuevo" (Carlos Fuentes).

Como toda gran novela, es un documento ¨²nico para entender la sociedad: los paisajes, los caminos, la vida cotidiana, oficios, fiestas? Y, sobre todo, el sistema de valores y creencias.

Tiene much¨ªsimo cuidado de no criticar expresamente esa expulsi¨®n (1609), pero no comparte sus motivos y retrata con simpat¨ªa al morisco Ricote, al que abraza Sancho, y que suspira por su patria perdida: "Doquiera que estamos, lloramos por Espa?a".

A cualquier lector, no a los cervantistas ni a los profesores. Cada uno lo apreciar¨¢ de modo distinto, ya lo sab¨ªa Cervantes: "Los ni?os la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran".

Es una vieja tradici¨®n que los ni?os espa?oles se vayan familiarizando con el personaje y sus aventuras; naturalmente, en versiones abreviadas y con lenguaje modernizado, para evitar su rechazo. En todo caso, s¨®lo entender¨¢n de verdad la novela cuando sean adultos.

Tres; en cada una, parte de su aldea para volver a ella. La primera dura s¨®lo dos jornadas. En la segunda recorre La Mancha hasta Sierra Morena. En la tercera cruza el Ebro, pasa unos d¨ªas con los duques, "a la mitad del reino de Arag¨®n", y llega a Barcelona y al mar.

Era un hidalgo, el escal¨®n m¨¢s bajo de la nobleza; ten¨ªan algunos privilegios y presum¨ªan de su honor, pero sol¨ªan tener un modesto pasar, cercano a veces a la pobreza.

No se sabe: se ha supuesto que podr¨ªa serlo Argamasilla de Alba, Argamasilla de Calatrava, Mota del Cuervo, Esquivias? La novela es, en esto, voluntariamente imprecisa.

No lo destruye, sino que lo depura, defendiendo en plena edad moderna los mejores valores de la caballer¨ªa medieval: defensa de los d¨¦biles, culto al valor y la honra, fidelidad a su dama? Llamamos hoy 'quijotismo' a la defensa de los principios morales m¨¢s elevados

La lectura de los libros de caballer¨ªas le hace confundir la realidad con la imaginaci¨®n, pero, fuera de esos temas, tiene un excelente criterio. Su locura es un recurso que usa Cervantes para expresar "cierta idea del vivir humano" (Am¨¦rico Castro).

Afronta heroicamente reales peligros; por ejemplo, al enfrentarse a los feroces leones: "?Leoncitos a m¨ª?".

En principio, sintetizan dos modos de ser opuestos; en realidad, son complementarios. A lo largo del relato se contagian; Don Quijote se sanchifica y Sancho se quijotiza (Madariaga).

S¨ª existi¨® para Don Quijote, y eso es lo que importa: "Dios sabe si hay Dulcinea o no en el mundo, o si es fant¨¢stica o no es fant¨¢stica".

Don Diego de Miranda, el "santo a la jineta", que encarna las mejores virtudes del erasmismo y la sabia moderaci¨®n.

Escribe maravillosamente, utilizando, seg¨²n los personajes y las situaciones, una gran variedad de estilos. Su ideal estil¨ªstico lo dice maese Pedro: "Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectaci¨®n es mala".

Son uno de los mejores aciertos de la novela. Los personajes quedan perfectamente caracterizados al hablar; sobre todo, Don Quijote y Sancho: "Las almas se desnudan hablando" (D¨¢maso Alonso).

Para conseguir variedad dentro de la unidad, de acuerdo con la est¨¦tica barroca, usa todos los g¨¦neros de la novela del siglo XVI: pastoril, sentimental, morisca, picaresca, ejemplar? Pero desaparecen pr¨¢cticamente en la segunda parte.

En general, La Mancha, Sierra Morena y el camino a Zaragoza y Barcelona.

Muy superior la segunda parte: el narrador no tiene dudas, aumenta el di¨¢logo, hay menos acci¨®n, pero mayor complejidad. Adem¨¢s, otros personajes han le¨ªdo ya la historia de Don Quijote y falsean la realidad para amoldarla a sus imaginaciones. "La segunda parte del Quijote no es literatura, como no son pintura Las Meninas" (Navarro Ledesma).

artista espa?ol de su tiempo?

A Vel¨¢zquez, por su aceptaci¨®n de la realidad plural, su respeto a la dignidad de cualquier ser humano y la sobria elegancia, sin artificios ret¨®ricos.

La muerte de Don Quijote, al final de la novela; al comienzo, su desconcierto cuando no encuentra sus libros, porque le han tapiado el aposento donde los guardaba.

Eso es s¨®lo una de las paradojas que le gustaban a Unamuno: obviamente, toda la grandeza del personaje la ha creado Cervantes, no le cay¨® del cielo sin que ¨¦l lo advirtiera, como un "ingenio lego".

Debemos re¨ªr o sonre¨ªr: el humor y la iron¨ªa son la clave del Quijote. Pero no se burla, como Quevedo, sino que salva todos los valores de los que se est¨¢ riendo. Aqu¨ª, "la t¨¦cnica literaria de la libertad es el humorismo" (Pedro Salinas).

El ¨¦xito fue inmediato y extraordinario: en el a?o 1605 se publicaron ya seis ediciones m¨¢s, y muchos ejemplares se enviaron a las Indias. Nunca hasta entonces se hab¨ªa dado un caso semejante.

Muy poco: al ingl¨¦s (1607), al franc¨¦s (1614), al italiano (1622), al alem¨¢n? Despu¨¦s de la Biblia, no hay otro libro en el mundo tantas veces editado, traducido y comentado.

Durante los siglos XVII y XVIII se ley¨® s¨®lo como una obra c¨®mica. A partir del romanticismo europeo se reconoci¨® su valor trascendental.

Enormemente. As¨ª lo dicen los narradores ingleses (Fielding, Smollet, Sterne), los rom¨¢nticos alemanes y los grandes novelistas del siglo XIX: Dickens, Stendhal, Flaubert, Gald¨®s, Tolst¨®i, Dostoievski? Cada ¨¦poca ha encontrado nuevos aspectos valiosos.

S¨ª, incluyendo el realismo "de cosas", pero, sobre todo, el realismo "de almas" (D¨¢maso Alonso): no nos da un documento fotogr¨¢fico, sino la realidad vital, existencial, de cada personaje.

Inaugura la gran novela moderna, que nos da una visi¨®n amplia y compleja de una realidad problem¨¢tica. Se anticipa a muchas t¨¦cnicas de la novela del siglo XX: perspectivismo, narrador no fiable, incorporaci¨®n de la cr¨ªtica, ambig¨¹edad, equ¨ªvoco? "Eso que a ti te parece bac¨ªa de barbero me parece a m¨ª el yelmo de Mambrino y a otro le parecer¨¢ otra cosa".

S¨ª, nos muestra que "ya en los nidos de anta?o no hay p¨¢jaros hoga?o". Lo define Carlos Fuentes: "Es la primera novela de la desilusi¨®n, la aventura de un loco maravilloso que recobra una triste raz¨®n".

Como todos los grandes relatos, busca en el fondo del alma y descubre misterios, mucho antes de que los estudie la psicolog¨ªa; v¨¦ase, por ejemplo, la simb¨®lica bajada a la cueva de Montesinos. "Leyendo a Cervantes, me parece comprenderlo todo" (Antonio Machado).

As¨ª ha sido siempre considerado: "No tuvo Espa?a mejor embajador, a lo largo de los siglos, que Don Quijote" (Carpentier). "?l es Espa?a" (D¨¢maso Alonso). Es la expresi¨®n de lo mejor de nuestro car¨¢cter: nuestra Biblia.

La primac¨ªa de la ¨¦tica del esfuerzo sobre la del ¨¦xito: "Bien podr¨¢n los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ¨¢nimo, ser¨¢ imposible".