El coraz¨®n de La Mancha
Argamasilla de Alba, Puerto L¨¢pice, El Toboso, Campo de Criptana. Recorremos los pueblos emblem¨¢ticos de la tierra del 'Quijote' buscando su rastro. Y tan profundo es en el coraz¨®n de la gente que muchos piensan que el caballero andante y Dulcinea fueron personajes de carne y hueso.
De c¨®mo una regi¨®n transfigura la realidad al incorporar la novela El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha a su propia historia. De c¨®mo sus pobladores, sepan o no que es un libro de Miguel de Cervantes Saavedra, se refieren a su personaje como si hubiera existido y dan como ciertos los hechos narrados. ?sta es una visita a los cinco pilares que esta fantas¨ªa ha clavado en la Tierra: La Mancha, la patria; Argamasilla de Alba, el origen y la cuna; Puerto L¨¢pice, el bautizo del caballero; Campo de Criptana, el paso a la madurez con su m¨¢s popular aventura, y El Toboso, donde viv¨ªa la due?a de sus pensamientos y duquesa de la hermosura. Es la fascinaci¨®n por un mito literario tras el cual asalta la pregunta: ?qu¨¦ habr¨ªa sido de estos pueblos sin Don Quijote?
01 La Mancha: Patria y leyenda
Los restos de Don Quijote est¨¢n en La Mancha, a la sombra de cualquier encina de esos campos que ¨¦l mismo despej¨® de miedos hace cuatro siglos mientras su coraz¨®n era cautivo de Dulcinea. Y si no que se lo pregunten a algunos manchegos que consideran ver¨ªdica la historia del personaje creado por Miguel de Cervantes en 1605. "Es que de aqu¨ª era Don Quijote. Por aqu¨ª estuvo. Y yo lo s¨¦ no porque haya le¨ªdo el libro, porque, qu¨¦ quiere que le diga, yo no s¨¦ leer, sino porque las pruebas est¨¢n por todas partes", cuenta Mauricio Cant¨®n L¨®pez, de 69 a?os, en un descanso de sus caminatas diarias por los bordes de Argamasilla de Alba, donde las calles se convierten en senderos para adentrarse en los campos manchegos.
All¨ª, Don Quijote es como un antepasado. Y esa creencia se convierte en un pasadizo por el que van y vienen la verdad y la ficci¨®n, creando una nueva realidad. Una nueva historia que Anastasio Mu?oz Quintanar prefiere "porque, aunque s¨¦ que todo aquello no existi¨®, es como si hubiera pasado, y eso es m¨¢s importante; adem¨¢s, ya es parte de nuestra memoria", confiesa en medio de los molinos de viento que desafi¨® Don Quijote un verano.
?se es el compadreo que hace que La Mancha real est¨¦ vivificada por La Mancha cervantina. La de un paisano difunto que puebla la zona con su silueta met¨¢lica, o cuerpos de piedra, madera o m¨¢rmol, y las m¨¢s de las veces acompa?ado por su escudero, Sancho Panza. S¨²bditos de Felipe II (1556-1598) y Felipe III (1598-1621) en tierras que entonces eran paso obligado de buena parte de la humanidad y de lo que ella creaba, como esas novelas de caballer¨ªas cuyas lecturas desquiciaron a un tal Alonso Quijano hasta llevarlo a recorrer Espa?a como un arca¨ªsmo andante.
Pero de aquellas ¨¦pocas poco queda en La Mancha, salvo los soles que podr¨ªan derretir el cerebro de alg¨²n andariego, los cielos que no cesan de recordar las gamas de los azules y los campos ondulados de tierras rojizas donde no paran de crecer vi?edos, olivos y cereales. En cambio, lo que son pastores, borricos, molinos, r¨ªos, galgos, barberos o ventas descritas en la novela han empezado a correr la misma suerte que la del Caballero de la triste figura: ser leyendas.
Por all¨ª, el tiempo ha sido fullero; incluso los andantes de La Mancha ya no son caballeros, y se ha dado paso a inmigrantes de Marruecos y Suram¨¦rica a quienes han seguido los rumanos, cuya presencia es la m¨¢s notoria desde hace dos a?os. "Gracias a ellos se sacan adelante las cosechas y la construcci¨®n", asegura ?ngel Mu?oz. Algunos, como los pastores Victor y John, de Transilvania, saben algo de la novela -"en casa hab¨ªa un libro", dicen-, mientras la camarera Mariana, de Bucarest, apenas la ha o¨ªdo mentar. En cambio, los organizadores de los festejos y la mayor¨ªa de los manchegos saben que el Quijote es una parodia de los libros de caballer¨ªas, aunque todos, en el momento de referirse a ¨¦l, se olvidan del objetivo de burla de Cervantes y aplauden el lenguaje y la manera como se expresan Don Quijote y Sancho. Salvo unos cuantos muchachos, que preferir¨ªan un libro con un lenguaje m¨¢s actual.
Aunque esa familiaridad con estos dos personajes ha traspasado la regi¨®n y ha contagiado a m¨¢s de un extranjero que ha ido tras las huellas del Quijote, desde Alejandro Dumas hasta Orson Welles, quien al filmar su versi¨®n cinematogr¨¢fica se refiri¨® a ellos diciendo que "Cervantes les ha dado una dimensi¨®n festiva, como si fueran dos criaturas de ficci¨®n que al mismo tiempo son m¨¢s reales que la vida misma". No en vano, manchegos como Raimunda Garc¨ªa de la Rica no descartan que los restos de Don Quijote est¨¦n por ah¨ª -"?por qu¨¦ no?, si por aqu¨ª anduvo"-. Al fin y al cabo, como dice el fil¨®logo Javier Fern¨¢ndez Mart¨ªnez, "Don Quijote est¨¢ donde est¨¢n todos los muertos que han existido realmente".
La verdad es que casi todos los que por all¨ª viven lo hacen en calles que homenajean el libro m¨¢s importante en lengua espa?ola, con nombres como Cervantes, Alonso Quijano, Don Quijote, Caballero de la Triste Figura, Rocinante, Sancho Panza, Dulcinea, Aldonza Lorenzo, Bachiller Sans¨®n Carrasco, Caballero de la Blanca Luna, Del Verde Gab¨¢n? Eso sin contar los bares, hoteles, restaurantes o lugares de ocio. Nombres puestos especialmente en cuatro de los municipios indiscutibles de esta historia: Argamasilla de Alba, el lugar de La Mancha del que no se habr¨ªa querido acordar Cervantes; Puerto L¨¢pice, donde habr¨ªa sido armado caballero Don Quijote; Campo de Criptana, cerro que contempl¨® el combate con los gigantes, y El Toboso, tierra de la sin par Dulcinea. Lugares que parecen perpetuados en el tiempo de la siesta y habitados por los descendientes de aquellos manchegos descritos por Don Quijote como gente "tan col¨¦rica como honrada y que no conciente cosquillas de nadie". Gente de rostro serio, pero de f¨¢cil conversaci¨®n, y herederos, o descendientes, orgullosos de un personaje literario que se apropia de la ficci¨®n, y a quien tributan en su misma l¨ªnea al sacarlo de sus p¨¢ginas y traerlo al mundo terrenal de La Mancha como uno de los suyos.
02 Argamasilla de Alba: La cuna del hidalgo
Aunque en el lugar del ama?ado olvido viven 6.800 personas, su silencio apenas es interrumpido por los coches de una carretera que pasa de largo y parte el pueblo en dos. Es Argamasilla de Alba, el poblado que expertos cervantistas como Azor¨ªn y Mart¨ªn de Riquer se?alan como el mismo al que se refiere Cervantes en su c¨¦lebre "En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme?". Los argamasilleros no tienen dudas de que viven en el lugar. Una creencia heredada por la tradici¨®n y porque varias pistas literarias y reales se?alan a su localidad. Tanto que es uno de los cinco municipios que forman parte de la Comisi¨®n Nacional del Quijote, junto a Alcal¨¢ de Henares (lugar de nacimiento de Cervantes), Esquivias (donde vivi¨® el escritor), El Toboso (residencia de la amada de Don Quijote) y Barcelona (hasta donde lleg¨® el caballero).
"Ese se?or de ah¨ª es Don Quijote, o, bueno, de ah¨ª sali¨®", dice Pilar Aliaga Serrano, de 70 a?os, con una voz que resuena entre las paredes de la iglesia de San Juan Bautista, del siglo XVI, mientras su mirada se?ala un cuadro sin dejar de fregar los suelos de esa iglesia que ayuda a limpiar cada semana junto a otras amigas como Mar¨ªa del Prado L¨®pez. Es una prueba de cuna, de inspiraci¨®n, de Don Quijote. Un cuadro de la Virgen de Illescas ofrecido como exvoto por Rodrigo de Pacheco, quien aparece en la parte inferior con un anexo en graf¨ªa de la ¨¦poca que reza: "Apareci¨® la Virgen Nuestra Se?ora a este caballero estando malo de una enfermedad grav¨ªsimo desamparado de los m¨¦dicos v¨ªsperas de San Mateo a?o 1601, encomend¨¢ndose a ¨¦sta prometi¨¦ndole una l¨¢mpara de plata llam¨¢ndola de d¨ªa y de noche de un gran dolor que ten¨ªa en el celebro de una gran frialdad que se le cuaj¨® dentro".
"Cervantes tuvo que ver ese cuadro porque ¨¦l ven¨ªa por aqu¨ª a trabajar y hacer sus cosas", a?ade Pilar. "Y si no me cree, tambi¨¦n est¨¢ la Casa de Medrano, donde estuvo preso y empez¨® a escribir la novela", dice convencida esta mujer que vive en una de las esquinas de la citada casa. Una casona remodelada que funciona como centro de cultura y en cuyo s¨®tano est¨¢ la Cueva de Medrano, hasta donde se llega tras descender por 14 escalones de piedra que desembocan en un aposento rectangular que aloja una cama de piedra, una mesa con su silla de madera y, en la pared, un baciyelmo y una lanza que dejan ver la claridad de dos ventanucos que dan a la calle. Muchos turistas y estudiosos han pasado por ah¨ª, e incluso Juan Diego Hartzenbusch imprimi¨® ah¨ª en 1863 y 1864 sus ediciones del Quijote.
Pero para muchos m¨¢s, la prueba definitiva de que Argamasilla es el lugar est¨¢ en la misma novela. Al final de la primera parte, Cervantes cuenta que los pergaminos que hablaban de la tercera salida de su caballero los encabeza el siguiente texto: "Los acad¨¦micos de la Argamasilla, lugar de La Mancha, en vida y muerte del valeroso Don Quijote de la Mancha". Y no hay que olvidar, seg¨²n el alcalde Jos¨¦ D¨ªaz Pintado, que en la segunda parte del libro, en 1616, Cervantes "refuta o desmonta muchos de los temas del Quijote de Avellaneda, pero nunca el de que sea Argamasilla la patria de Don Quijote".
"No hay duda de que ¨¦l era de aqu¨ª, no hay m¨¢s que ver el cuadro de la iglesia. O mejor dicho, lo que pas¨® es que Cervantes conoc¨ªa al del cuadro y decidi¨® contar la historia a su manera", coinciden los hermanos Ventura y Jes¨²s Seco, de 80 y 70 a?os, en la esquina de la plaza de Alonso Quijano, junto a un grupo de amigos entusiasmados por los festejos que se avecinan. "Es que ellos s¨ª saben, leen mucho", comentan como en secreto los amigos cuando son interrumpidos por el propio Jes¨²s, quien recomienda que "para saber lo que es el Quijote hay que leerlo varias veces, porque hay que leerlo y pensarlo".
Fue aqu¨ª y as¨ª como de Rodrigo de Pacheco saldr¨ªa Alonso Quijano y de ¨¦ste un hidalgo caballero que ten¨ªa claro que su "oficio y ejercicio" era "andar por el mundo enderezando entuertos y desafiando agravios". El primero de los cuales fue ¨¦l mismo, cuando al final de su primer deambular aquel viernes de julio, ya autoproclamado Don Quijote de la Mancha, a lomos de Rocinante y decidido a que Dulcinea del Toboso fuera la "se?ora de sus pensamientos", se top¨® con una venta por los lados de Puerto L¨¢pice y con que a¨²n no hab¨ªa sido armado caballero.
03 Puerto L¨¢pice: El bautizo del caballero
El tiempo cervantino se ha reinventado en la orilla del antiguo camino real entre Madrid y Andaluc¨ªa llamado Puerto L¨¢pice. El lugar donde dicen que estaba la venta a la cual lleg¨® Don Quijote al final de su primer d¨ªa como retador de peligros y donde se arm¨® caballero. No es la misma, pero s¨ª es venta. Ya nadie hace noche all¨ª, pero pasan el d¨ªa. Ya no es el cruce de destinos o punto de reuni¨®n de los prototipos de espa?oles que all¨ª llegaban con hambre, cansancio, sue?o o huyendo de algo, pero s¨ª el de turistas que van o vienen camino del sur o de la propia Mancha. Por eso en esta venta tampoco reciben ya las mozas que aliviaban los apuros de los hombres, y, en cambio, ahora lo que se promete es saciar el hambre con la gastronom¨ªa de la novela.
"Autores hay que dicen que la primera aventura que le sucedi¨® fue la de Puerto L¨¢pice, otros dicen que la de los molinos de viento", escribe Cervantes. Y Puerto L¨¢pice sigue ah¨ª, s¨®lo que la ruta del antiguo camino real ha pasado a llamarse Nacional IV. Est¨¢ a 40 kil¨®metros al noroccidente de Argamasilla de Alba, en un paso estrecho de las monta?as que comunica las provincias de Ciudad Real y Toledo, con sus casas aferradas a la ladera de la monta?a en medio de la sequedad y el viento.
"?sta no es la venta donde vel¨® sus armas Don Quijote, pero es la m¨¢s antigua del lugar", aclara Jos¨¦ Luis Legorburu Guti¨¦rrez, un vasco que en 1966 transform¨® la Venta de Juana Mar¨ªa en la Venta del Quijote, la m¨¢s popular de la regi¨®n. Mencionada tambi¨¦n por Azor¨ªn, es una de las ventas que han sobrevivido junto con las de la Posada del Rinc¨®n (dedicada a viviendas particulares) y la de Dorotea Jim¨¦nez (residencia de sus herederos).
La casona es un compendio de la arquitectura urbana de la comarca en aquellos tiempos medievales: una gran puerta de madera abierta de par en par que da paso a un zagu¨¢n que se abre a un patio central en torno al cual se levanta la casa de dos plantas con sus habitaciones, que hoy alojan una tienda de artesan¨ªa, una de recuerdos manchegos, un bar que conserva las enormes tinajas de vino y, donde estaban las caballerizas, un restaurante que tienta con la comida que aparece desde el primer p¨¢rrafo de la novela: "Una olla de algo m¨¢s vaca que carnero, salpic¨®n las m¨¢s noches, duelos y quebrantos los s¨¢bados, lentejas los viernes y alg¨²n palomino de a?adidura los domingos".
El historial de los platos favoritos de los turistas-comensales es variado, salvo en el aperitivo, porque "siempre hay que empezar con vinos y quesos de La Mancha para abrir el apetito y comer lo que cuenta el Quijote", dice Paolo, un mochilero italiano en su segundo viaje por el sur de Espa?a y extraviado en medio de unos 200 japoneses. "Al principio, casi todos dudan", reconoce Alfonso Dorado, el cocinero de la venta, "porque la cocina manchega es muy variada; pero luego se suelen decantar por el pisto, las gachas y las migas. Aunque, para m¨ª, donde est¨¦n unos buenos duelos y quebrantos?", y sube las cejas y sonr¨ªe al confesar su debilidad gastron¨®mica.
Puerto L¨¢pice es donde aparece por primera vez uno de los sitios claves en la novela, tanto porque Don Quijote da con un ventero alcahuete que le arma caballero como porque all¨ª confluye toda clase de gentes de la Espa?a que acaba de asomarse, a principios del siglo XVII, a la transici¨®n que lleva de la grandeza del imperio al declive. Un lugar poblado entonces por voces, historias, discusiones, virtudes y bajezas de malhechores, bachilleres, curas, pastores, nobles, truhanes, barberos, doncellas, escritores, putas, campesinos, enamorados, cocineros, hechiceros, desenga?ados, mentecatos o cuerdos y chiflados. Ese antiguo refugio de micromundos ha dado paso a la romer¨ªa de turistas que llegan, husmean, hablan, comen, beben, cuchichean, sonr¨ªen, sacan fotos? Alrededor de la venta, mientras tanto, Puerto L¨¢pice sigue su vida normal y t¨ªmida. Un pueblo que vive de la hosteler¨ªa; de la industria, que incluye f¨¢brica de muebles, de somieres, de aceite y una empresa vit¨ªcola; mientras, la mayor¨ªa de sus tierras est¨¢n destinadas a la agricultura, la vid y el olivo.
04 Campo de Criptaza: La haza?a m¨¢s popular
Altivos y desamparados, pero id¨¦nticos a la memoria. As¨ª se ven a lo lejos 10 de los m¨¢s de 30 gigantes desaforados a los que ret¨® Don Quijote en la explanada del cerro de Campo de Criptana. Son los molinos que han sobrevivido. "Hemos crecido con esa historia, y por aqu¨ª hemos venido a jugar de ni?os imagin¨¢ndonos al Quijote", dicen Anastasio y Vicente, dos jubilados que por las tardes suelen pasear por el cerro y charlar con los turistas. "Cada vez vienen m¨¢s por aqu¨ª, y entre m¨¢s vengan, m¨¢s nos distraen", a?ade Anastasio Mu?oz Quintanar, que ya tiene dos ¨¢lbumes de fotos que le env¨ªan los japoneses. Ha le¨ªdo la obra maestra, y cree, como tantos otros, que es m¨¢s bonito pensar que esa historia ocurri¨®. Ambos han crecido muy cerca de los molinos, por eso recuerdan muy bien hasta cu¨¢ndo funcionaron: "Fueron bien entrados los a?os cincuenta. Y hasta sub¨ªa gente de los pueblos vecinos". Pasado un rato, los dos empiezan a canturrear la cancioncilla del molinero: "Tin? tin / de una fanega un celem¨ªn, / y si es de rico, / otro para el barrico. / Y si la molinera tiene roto el jub¨®n, / un celemi?¨®n. / No me vengas con trampillas / que te meto la cuartilla".
Ahora el progreso no quiere saber de ellos. Todos han quedado mirando con sus aspas desnudas al occidente, cara a cara con los cuatro molinos del cerro de enfrente en Alc¨¢zar, detr¨¢s de los cuales cae el sol. Estos 10 de Criptana, muy blancos ahora, tienen cada uno su nombre; tres conservan la maquinaria, y el primer domingo de cada mes se hace una demostraci¨®n. Desde all¨ª se divisa buena parte de La Mancha, de una llanura que por estos d¨ªas est¨¢ esparcida de columnas de humo por la tradicional quema de sarmientos, las podas de la vid necesarias tras la vendimia para preparar, esta vez, la cosecha Quijote. La del cuarto centenario.
Poco saben de los festejos del cuarto centenario los inmigrantes rumanos como la camarera Mariana y los pastores Victor y John. Llegaron hace dos a?os. Los pastores han venido a trabajar en lo mismo que hac¨ªan all¨ª, como sus padres y abuelos. "Es que ya nadie quiere trabajar en esto, es algo muy sacrificado hoy d¨ªa, y si no fuera por ellos, no sabemos si habr¨ªa ovejas", asegura ?ngel Mu?oz, hijo del propietario del reba?o del Puente San Benito, uno de los pocos que quedan. Son parte de una peregrinaci¨®n permanente que ha llevado a la empresa de autobuses que funciona por all¨ª a ofrecer rutas hasta Rumania por 200 euros ida y vuelta.
Eso tambi¨¦n les une a Don Quijote: buscar aventuras lejos de sus tierras y hacerlo con los pensamientos ocupados por la mujer, el marido, los amores o los familiares dejados a dos d¨ªas y medio de carretera. Varios d¨ªas que tambi¨¦n llevaron al Caballero de la triste figura a dar con el palacio de su amada en El Toboso, en cuyos bosques ahora desaparecidos grab¨® alabanzas como ¨¦sta: "Es aqu¨ª el lugar adonde / el amador m¨¢s leal / de su se?ora se esconde, / y ha venido a tanto mal / sin saber c¨®mo o por d¨®nde. / Tr¨¢ele amor al estricote, / que es de muy mala ralea, / y as¨ª, hasta henchir un pipote / aqu¨ª llor¨® Don Quijote / ausencias de Dulcinea del Toboso".
05 El Toboso: Las tierras de su amada
A quien quiera o¨ªrla, ella le confiesa su secreto: que es Dulcinea. No lo puede ocultar desde hace ya unos cuantos a?os, cuando "unos h¨²ngaros de Hungr¨ªa" la descubrieron. Pasaban ellos por El Toboso y al verla deambular muy risue?a por sus callejuelas la llamaron y le preguntaron su nombre: "Feliciana. ?Y s¨¦ cantar!", les contest¨® esta mujer de unos 55 a?os. Entonces empez¨® a cantar: "A La Mancha manchega / que hay mucho vino, mucho pan, / mucho aceite, mucho tocino. / Y si vas a La Mancha / no te alborotes / porque vas a la tierra / de Don Quijote". Los h¨²ngaros la aplaudieron y le hicieron un corrillo para pedirle que no se ocultara m¨¢s, que ya sab¨ªan que era Dulcinea. "?C¨®mo lo supieron?", fue su pregunta sorprendida, y sin esperar respuesta sali¨® corriendo por las calles. Y de vez en cuando ella sale por este pueblo de casas muy blancas que en muchas esquinas tiene frases de la novela de Cervantes. El lugar de donde era nativa Aldonza Lorenzo, la labradora que idealiz¨® Don Quijote, y donde sus 2.200 habitantes saben muy bien de las cuitas del hidalgo. Y de nuevo la ficci¨®n se difumina en la historia real, esta vez en su lado m¨¢s rom¨¢ntico. "Yo no s¨¦ leer", aclara Raimunda Garc¨ªa de la Rica, de 73 a?os, "pero el Quijote ven¨ªa por aqu¨ª. Ven¨ªa de all¨ª, de all¨¢ o de m¨¢s ac¨¢, hasta tocar las calles del pueblo y entrar en busca del palacio de Dulcinea. Y fue en una de esas visitas cuando le dijo a Sancho: 'Con la iglesia hemos dado".
El palacio del que habla Raimunda se llama Casa Museo de Dulcinea. Hasta all¨ª se llega siguiendo las frases de las esquinas, por unas calles empedradas y antiguas que convergen en la iglesia de gigante torre. A sus pies, una plaza peque?a con un Quijote hecho de tiras de metal e hincado sobre una rodilla ante una Dulcinea similar. M¨¢s frases del libro en las esquinas siguen guiando hasta llegar a la dichosa vivienda, un t¨ªpico caser¨®n manchego de los de antes.
"Yo conozco esa casa. Y seguro que ¨¦l lo paso muy mal porque esa muchacha no le dio sino calabazas", cuenta Raimunda mientras acaricia el medall¨®n de la Virgen del Carmen y del Sagrado Coraz¨®n. Luego pasa a comentar sus propias penurias de juventud, e incluso confesar que a ella tampoco le gustaron los forasteros para novios. "Y varios que me pretendieron, y otros que andaban ciegos por m¨ª cuando iba con mis padres a cegar o a coger cosechas de vid, lentejas, garbanzos, olivos y hasta gateando para sacar los cominos. ?Que qu¨¦ les dec¨ªa a mis pretendientes? Pues, ?qu¨¦ quieres, fulero!, ?anda, no lo lograr¨¢s!". Hasta que a los 23 a?os se cas¨® con un tobose?o, con quien acaba de cumplir las bodas de oro.
Ya ha dicho que en 2005 no se va a quedar atr¨¢s en la celebraci¨®n del Quijote. "Yo siempre he participado en todo", y se?ala el aparador donde guarda copas, diplomas y premios que ha ganado en toda clase de eventos, desde comparsas de carnaval hasta concursos de caldos, como el reci¨¦n obtenido en San Agust¨ªn "con un caldillo de patatas como el que he hecho toda la vida".
Lo que ya se puede encontrar por all¨ª son los peque?os detalles para recordar el Quijote, como unos marcap¨¢ginas con muestras de las plantas que aparecen en la novela y un pin con la forma del baciyelmo del caballero. Desde El Toboso se puede asomar, adem¨¢s, a la andadura de esta novela por el mundo. El Centro Cervantino expone ediciones donadas por m¨²ltiples personalidades de los ¨²ltimos 70 a?os. Son m¨¢s de 300 de casi todas las ¨¦pocas y en 50 lenguas, desde el lat¨ªn macarr¨®nico hasta el esperanto o el japon¨¦s. Ah¨ª en las vitrinas est¨¢n, como s¨ªmbolo de su universalidad, Dominus Quixotus a manica (lat¨ªn cl¨¢sico), Don Quinchotte de la mancha (franc¨¦s), Don Kichot (polaco), Don K¨ªk¨®ti fr¨¢ Mancha (island¨¦s), Don Kichotas is la mancos (lituano), Der fcharffinnige tunfer Don Quixote von la mancha (alem¨¢n), Don Ki?sotun maceralan (turco), ?ong K?-kh¨®t Hi¨ºp-si Phi¨ºu-Iu`u (vietnamita), etc¨¦tera.
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