Tiempos de robots y clones
La clonaci¨®n de embriones para obtener c¨¦lulas madre con fines terap¨¦uticos ha sido la estrella del debate cient¨ªfico de este a?o. Son investigaciones que pueden cambiar la perspectiva de la humanidad. Igual que las pistas sobre la existencia de agua en Marte o la aparici¨®n de un extra?o eslab¨®n en la evoluci¨®n humana: el diminuto hombre de la isla de Flores.
Ha sido un buen a?o para la ciencia. ?ste es un recorrido, a trav¨¦s de ocho descubrimientos, para comprenderlo mejor: desde el hombre gnomo hasta el aut¨®mata que piensa.
01 En busca del 'Ebu gogo'
Al hombre de Flores, u Homo floresiensis, s¨®lo le faltaba vivir bajo una seta. El resto de las caracter¨ªsticas de este antiguo habitante de la isla de Flores, en Indonesia, cumpl¨ªa escrupulosamente los requisitos del g¨¦nero fant¨¢stico: un metro de estatura, un cerebro de tama?o similar al de un chimpanc¨¦ y una relaci¨®n milenaria con una especie de elefante enano llamado Stegod¨®n. El descubrimiento anunciado en octubre por un equipo de paleont¨®logos australianos e indonesios ha dejado perplejo al mundo cient¨ªfico, porque el hombre de Flores no vivi¨® hace cuatro millones de a?os, como nuestros bisabuelos australopitecos, ni hace dos millones de a?os, como nuestros abuelos Homo erectus, sino hace s¨®lo 12.000 a?os, cuando nuestra especie, el Homo sapiens, ya hab¨ªa colonizado el mundo y estaba empezando a desarrollar la agricultura y la civilizaci¨®n.
Los propios cient¨ªficos que han descubierto sus huesos en una cueva est¨¢n tan asombrados que han empezado a atender con nuevos o¨ªdos las leyendas que cuentan los nativos de Flores. Hablan de unos hombrecillos peludos y barrigudos a los que llaman Ebu gogo, que en indonesio significa "la abuela que se lo come todo". Cuentan que los Ebu gogo bajaban a menudo de la cueva para robar sus cultivos, y que su voracidad era tal que llegaron a secuestrar a un beb¨¦ humano para com¨¦rselo. Aseguran que estas historias son recientes, de s¨®lo hace uno o unos pocos siglos. ?Es el Homo floresiensis lo mismo que el Ebu gogo? No parece posible, porque los huesos m¨¢s recientes de Homo floresiensis tienen 12.000 a?os.
Pero los cient¨ªficos s¨®lo han examinado una cueva de la isla. Y tienen s¨®lidas pruebas de que la desaparici¨®n del Homo floresiensis en ese lugar fue debida a una catastr¨®fica erupci¨®n volc¨¢nica ocurrida hace 12.000 a?os. Si es as¨ª, no puede descartarse que el hombre de Flores sobreviviera al volc¨¢n en otras cuevas de la isla. O en otras islas. Los paleont¨®logos ya tienen proyectos para buscar restos m¨¢s recientes. Sus declaraciones, de hecho, son tan optimistas que algunos colegas sospechan que ya han encontrado algo, aunque a¨²n no tenga validez cient¨ªfica.
La interpretaci¨®n de los descubridores es que los Homo erectus, los primeros hom¨ªnidos que salieron de ?frica, llegaron a Flores hace cerca de un mill¨®n de a?os, y que en la isla sufrieron un proceso de miniaturizaci¨®n evolutiva, como el elefante enano Stegod¨®n y muchas otras especies isle?as. Si est¨¢n en lo cierto, el campo de la evoluci¨®n humana ser¨¢ una caja de sorpresas en los pr¨®ximos a?os.
02 Nuestro lugar en el cosmos
Las evidencias de agua en Marte se han ido acumulando a lo largo del a?o, y las dos grandes agencias espaciales -la NASA norteamericana y la ESA europea-, han competido por primera vez para presentar las mejores pruebas. La ESA, que sufri¨® un duro rev¨¦s con el fallo de su robot Beagle 2, con el que pretend¨ªa explorar sobre el terreno la superficie marciana, ha tenido que conformarse con las mediciones de su nave en ¨®rbita Mars Express, que, pese a todo, tienen una calidad sin precedentes. La NASA s¨ª ha logrado colocar en la superficie del planeta rojo a sus dos robots Spirit y Opportunity, que han enviado a la Tierra valiosas im¨¢genes y datos de nuestro planeta vecino.
La opini¨®n p¨²blica siempre ha estado dividida sobre la exploraci¨®n de los planetas, y lo sigue estando. Con la cantidad de problemas acuciantes que tenemos en la Tierra, dicen los cr¨ªticos, es dif¨ªcil justificar que se dediquen recursos a investigar otros planetas. Pero ¨¦ste es el mismo argumento que suele aducirse contra la investigaci¨®n b¨¢sica, cuyo motor no es la b¨²squeda de aplicaciones m¨¦dicas o tecnol¨®gicas, sino la pura sed de conocimiento. Hoy sabemos que esa cr¨ªtica est¨¢ descaminada. Los grandes avances de la medicina del siglo XX, de los antibi¨®ticos a la predicci¨®n gen¨¦tica de riesgos, son efectos colaterales imprevistos de la b¨²squeda del conocimiento puro. ?Ocurrir¨¢ lo mismo con la exploraci¨®n de Marte o Saturno?
La b¨²squeda de agua es un pr¨®logo de la b¨²squeda de vida. Si los cient¨ªficos llegaran a descubrir vida en Marte, aunque s¨®lo fuera vida bacteriana, podr¨ªamos saber si esos organismos est¨¢n emparentados o no con nosotros, los terr¨ªcolas. Cualquiera de las dos posibles respuestas cambiar¨ªa para siempre la percepci¨®n de nuestro lugar en el cosmos. Las aplicaciones m¨¦dicas o tecnol¨®gicas acabar¨¢n apareciendo por donde menos se las espera.
03 ?Qui¨¦n teme a los clones?
Cuando un equipo cient¨ªfico anunci¨® en febrero la clonaci¨®n de los primeros embriones humanos, la pregunta m¨¢s formulada no fue ?c¨®mo?, sino ?d¨®nde? El mundillo de la embriolog¨ªa no se hubiera sorprendido si la noticia hubiera llegado de la empresa de Massachusetts ACT, que llevaba varios a?os contratando a los mejores expertos para ese objetivo, pero los investigadores que lograron el ¨¦xito trabajaban en la Universidad de Se¨²l, en Corea del Sur. Las fuertes restricciones del Gobierno de Estados Unidos a la experimentaci¨®n con embriones humanos hab¨ªan impedido que la mayor maquinaria de investigaci¨®n biol¨®gica del mundo se concentrara en ese asunto y, para desesperaci¨®n de los cient¨ªficos norteamericanos, Corea del Sur se llev¨® la palma.
Ni los expertos de Se¨²l ni ning¨²n otro cient¨ªfico serio tienen la menor intenci¨®n de clonar ni?os. Todos descartan esa posibilidad por los graves riesgos de malformaci¨®n cong¨¦nita que supone. Su objetivo es producir embriones de una o dos semanas, antes de su implantaci¨®n en el ¨²tero, que sean clones de un paciente, para luego extraer de ellos c¨¦lulas madre que puedan trasplantarse sin rechazo a ese mismo paciente. Los opositores a esta t¨¦cnica, encabezados por la Administraci¨®n de George W. Bush, argumentan que es un pre¨¢mbulo para clonar ni?os, pero los cient¨ªficos tienen s¨®lidas razones para seguir adelante, incluso dejando de lado los a¨²n lejanos trasplantes de c¨¦lulas madre embrionarias. Al permitir la obtenci¨®n de c¨¦lulas gen¨¦ticamente id¨¦nticas a una persona, la clonaci¨®n de embriones humanos es una herramienta muy valiosa para investigar las diferencias entre unos individuos y otros: en su propensi¨®n a la enfermedad, en su reacci¨®n a los f¨¢rmacos y en cualquier otro fen¨®meno de relevancia m¨¦dica. Los temidos clones no son mensajeros del Apocalipsis, sino una preciosa fuente de conocimiento biom¨¦dico.
04 Un aire nuevo contra la malaria
La malaria no s¨®lo es uno de los principales asesinos del Tercer Mundo, sino tambi¨¦n una de sus mayores fuentes de incapacitaci¨®n y miseria. Y tambi¨¦n una de las grandes verg¨¹enzas de la ciencia occidental, porque la investigaci¨®n farmacol¨®gica, que los pa¨ªses desarrollados han dejado casi totalmente en manos de la gran industria, dedica m¨¢s recursos a problemas como el acn¨¦, el catarro o la calvicie, f¨¢ciles de rentabilizar en las sociedades ricas, que a una enfermedad que est¨¢ yugulando el desarrollo de medio planeta. De ah¨ª la extraordinaria importancia del ensayo cl¨ªnico dirigido en Mozambique por el m¨¦dico espa?ol Pedro Alonso, que ha mostrado este a?o que una vacuna experimental contra la malaria puede evitar en ni?os m¨¢s de la mitad de las manifestaciones m¨¢s graves de la enfermedad.
El f¨¢rmaco ensayado por Alonso no tiene por qu¨¦ ser el definitivo. Ahora mismo hay otras 34 vacunas contra la malaria en fase de ensayos cl¨ªnicos o a punto de entrar en ellos, y es perfectamente posible que alguna de ellas sea mejor, o que pueda complementar a la actual para ciertos casos. Pero el ensayo de Mozambique ha marcado el camino para ¨¦sta y otras pestes del mundo pobre. El gran logro de Alonso ha sido estimular la colaboraci¨®n de la gran industria farmac¨¦utica -la vacuna ha sido desarrollada en B¨¦lgica por los laboratorios Glaxo SmithKline- con los investigadores y m¨¦dicos mozambique?os. Y, sobre todo, conseguir el dinero de una instituci¨®n filantr¨®pica, la Fundaci¨®n Bill y Melinda Gates, sin la cual el ensayo no hubiera podido producirse jam¨¢s. Industria, ciencia local y mecenazgo dan la f¨®rmula m¨¢gica. La esperanza es que esa f¨®rmula se propague m¨¢s r¨¢pido que los agentes infecciosos.
05 El mapa olfativo del mundo
Cuando un catador olfatea su copa de vino y dice: "Fruta madura, clavo, pimienta y un fondo de regaliz", su cerebro est¨¢ haciendo una operaci¨®n muy similar a la identificaci¨®n de una canci¨®n o de una frase o de un paisaje. ?sta es la principal raz¨®n de que los bi¨®logos estadounidenses Richard Axel y Linda Buck hayan recibido este a?o el Premio Nobel de Medicina, pese a que sus estudios del sentido del olfato no tengan ninguna aplicaci¨®n m¨¦dica evidente.
Todos llevamos en la nariz un analizador qu¨ªmico de alta tecnolog¨ªa. Cada c¨¦lula del epitelio nasal lleva un detector de mol¨¦culas, y hay un millar de detectores distintos. Uno reconoce el amoniaco, por ejemplo; otro, el alcohol, y otro, el cianuro. Todas las c¨¦lulas que detectan el cianuro, est¨¦n donde est¨¦n en la nariz, env¨ªan sus impulsos nerviosos al mismo sector del cerebro (el sector del cianuro, por as¨ª decir). En total hay unos 2.000 sectores. Con la experiencia del catador, cierta combinaci¨®n de sectores activos pasa a significar "fruta madura"; otra combinaci¨®n, "pimienta"; otra, "regaliz". El cerebro es una organizaci¨®n jer¨¢rquica, y el siguiente departamento ya no detecta combinaciones de olores b¨¢sicos, sino combinaciones de combinaciones que significan "vino tinto".
El resto de las ¨¢reas cerebrales funcionan igual. Primero detectan notas, fonemas o fronteras de luz y sombra. Luego, sus combinaciones (motivos musicales, s¨ªlabas, ¨¢ngulos); luego, las combinaciones de sus combinaciones (melod¨ªas, palabras, formas geom¨¦tricas), y as¨ª hasta que, en las regiones m¨¢s altas de la jerarqu¨ªa, las diversas percepciones se enlazan y emergen los conceptos abstractos de los que se nutre nuestra experiencia consciente. Oler es una forma m¨¢s de entender el mundo.
06 La mejora de la especie
Si hay un tab¨² cient¨ªfico, un experimento que nadie osar¨ªa hacer y que nadie aprobar¨ªa, es traer al mundo un beb¨¦ transg¨¦nico. Nuestro genoma es el producto de miles de millones de a?os de evoluci¨®n, y tocarlo parece un juego muy peligroso: el de jugar a Dios, o a Darwin, seg¨²n las creencias. Sin embargo, esta percepci¨®n podr¨ªa llegar a cambiar. Y el superrat¨®n creado por Manuel Serrano y su equipo del Centro Nacional de Investigaciones Oncol¨®gicas (CNIO) tendr¨ªa que ver con ese cambio de percepci¨®n.
Hay unos pocos genes que tienen un papel central en el c¨¢ncer. Son los guardianes del genoma, y cuando se inactivan en una c¨¦lula, es f¨¢cil que ¨¦sta se escape de control y forme un tumor. Los cient¨ªficos espa?oles razonaron que, si creaban un rat¨®n transg¨¦nico con una copia extra de cualquiera de estos genes, el animal quedar¨ªa protegido contra el c¨¢ncer, y as¨ª result¨® en los experimentos.
Por supuesto, nadie ha repetido el experimento en personas, pero todo lo que se sabe sobre la biolog¨ªa del c¨¢ncer indica que funcionar¨ªa igual. Si la t¨¦cnica llegara a ser segura, ?qu¨¦ argumentos habr¨ªa contra la generaci¨®n de personas protegidas de nacimiento contra el c¨¢ncer? ?Qu¨¦ vendr¨ªa despu¨¦s?
07 La f¨®rmula del mill¨®n de d¨®lares
En mayo de 2000, en plena fiebre milenaria, el mecenas norteamericano Landon Clay reuni¨® a media docena de los mejores expertos del mundo, les hizo definir la lista de los siete problemas matem¨¢ticos fundamentales que estaban pendientes de soluci¨®n y anunci¨® al mundo que pagar¨ªa un mill¨®n de d¨®lares a quien resolviera cada uno de ellos. El rasgo de generosidad hizo levantar muchas cejas, pero tambi¨¦n algunas sonrisas torcidas. Los problemas eran tan dif¨ªciles, pensaron algunos expertos, que el viejo Clay jam¨¢s tendr¨ªa que desprenderse de sus millones.
Pero las sonrisas se congelaron este a?o, cuando trascendi¨® que un matem¨¢tico ruso llamado Grigori Perelman hab¨ªa propuesto la soluci¨®n a uno de los problemas irresolubles del mecenas Clay, la llamada conjetura de Poincar¨¦, un enigma planteado en 1904 por el gran matem¨¢tico franc¨¦s Henri Poincar¨¦ y que lleva un siglo rechazando todos los ataques anal¨ªticos de los expertos. La conjetura de Poincar¨¦ se refiere a las esferas de cuatro dimensiones, unos objetos no s¨®lo inexistentes, sino tambi¨¦n inimaginables. La soluci¨®n propuesta por Perelman tambi¨¦n se las trae. El mecenas ya ve peligrar su primer mill¨®n.
La inmensa mayor¨ªa de los mortales somos incapaces de entender la conjetura de Poincar¨¦, no digamos ya la soluci¨®n de Perelman. Aun cuando la educaci¨®n matem¨¢tica de la poblaci¨®n fuera la mejor imaginable, poca gente ser¨ªa capaz de recluirse en una habitaci¨®n de San Petersburgo durante ocho a?os, como hizo el matem¨¢tico ruso, para evitar que el mundo de ah¨ª fuera, con sus vulgares tres dimensiones, contaminara los universos imaginarios que pueblan su mente las 24 horas del d¨ªa.
08 El robot que formula hip¨®tesis
Las m¨¢quinas ya nos han superado en muchos aspectos -corren, vuelan y calculan a velocidades sobrehumanas-, pero los seres de carne y hueso seguimos sin sentirnos amenazados en nuestros territorios m¨¢s exclusivos, como el arte, la creatividad, el pensamiento abstracto y la actividad cient¨ªfica. De ah¨ª los escalofr¨ªos que ha suscitado este a?o la invenci¨®n de los investigadores brit¨¢nicos Ross King y Stephen Oliver, de las universidades de Gales y Birmingham: un robot que no s¨®lo hace experimentos cient¨ªficos, sino que adem¨¢s formula hip¨®tesis, interpreta los resultados y ajusta o descarta sus teor¨ªas para adaptarlas a los hechos. Eso es exactamente lo que hacen los cient¨ªficos para ganarse el sueldo. ?Y ahora qu¨¦?
En realidad, las m¨¢quinas actuales est¨¢n consiguiendo resultados m¨¢s notables en los dominios que los humanos solemos considerar m¨¢s dif¨ªciles -hacer c¨¢lculos, formular hip¨®tesis, jugar al ajedrez- que en los que nos parecen m¨¢s triviales. Ning¨²n robot, por ejemplo, es capaz de andar por un terreno irregular, ni de leer una carta escrita a mano, ni de tener una idea novedosa para preparar la comida. La raz¨®n es que los ordenadores, pese a su vertiginosa capacidad de c¨¢lculo, no comprenden el mundo que les rodea. Si les ofreces una llave, no entender¨¢n tu cansancio de conducir. No pueden ver la gracia de un buen chiste ni el m¨¦rito de una buena caricatura.
?Estamos salvados?
No. Ya hay una m¨¢quina capaz de entender el mundo -el cerebro humano-, y los cient¨ªficos descubrir¨¢n la clave de su funcionamiento tarde o temprano. Uno de ellos, Jeff Hawkins, ingeniero inform¨¢tico de Silicon Valley, cree haberla descubierto ya. Dice que todas las regiones del c¨®rtex cerebral funcionan igual, y que su mecanismo b¨¢sico es memorizar las correlaciones m¨¢s habituales entre los rasgos del mundo y usarlas para predecir el futuro. Ya est¨¢ programando ordenadores para que utilicen esa idea, y est¨¢ convencido de que las m¨¢quinas de ese tipo, inspiradas en la mente humana pero dotadas de la velocidad de la electr¨®nica, pronto nos superar¨¢n en inteligencia y creatividad.
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