Las p¨¢ginas de 'Este rodaje es la guerra' recuerdan las peleas de Hollywood
Juan Tejero recoge en la obra numerosas an¨¦cdotas de rodajes
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El periodista de cine Juan Tejero asegura que los plat¨®s de Hollywood son con asiduidad un campo de batalla porque "no hay placer sin dolor", y ofrece numerosos ejemplos de enfrentamientos -que en ocasiones llegaron a las manos- en su libro Este rodaje es la guerra (segunda parte). Sangre, sudor y l¨¢grimas en el plat¨®, que edita T&B editores. Frases como las del director Stanley Kubrick parecen darle la raz¨®n: "Hacer una pel¨ªcula es como intentar escribir Guerra y paz en el coche de choque de un parque de atracciones".
En las 591 p¨¢ginas del volumen hay espacio para todo. En Sucedi¨® una noche, de Frank Capra, Clark Gable, que se sent¨ªa humillado al tener que trabajar para Columbia, bebi¨® y bebi¨® para coger fuerzas y lleg¨® al set borracho. Y en Cumbres borrascosas, de William Wyler, Laurence Olivier escupi¨® dos veces a Merle Oberon y al enojarse ¨¦sta le increp¨®: "Oye, zorra aficionada, ?qu¨¦ es un poco de baba entre actores. Dios m¨ªo?". A lo que la estrella tan s¨®lo respondi¨®: "Pero idiota, ?c¨®mo te atreves a hablarme...?", antes de irse corriendo entre lloros. Olivier volvi¨® a las andadas en Rebeca, de Alfred Hitchcock. Enfurecido al saber que Vivien Leigh, su amante y posteriormente esposa, no iba a protagonizar el filme, la tom¨® con Joan Fontaine, a la que dedic¨® todo tipo de obscenidades. Hitchcock a quien hizo la vida imposible fue a Tippi Hedren en Los p¨¢jaros. Cuando la actriz lleg¨® al plat¨® se enter¨® de que para la escena en la que ca¨ªa en estado de shock por el ataque de las aves asesinas lidiar¨ªa con p¨¢jaros reales al haberse desechado los mec¨¢nicos por no resultar cre¨ªbles.
En la infantil El mago de Oz, de Victor Fleming, no rein¨® el civismo. Seg¨²n Tejero, algunos de los enanos eran proxenetas con navaja en ristre que agred¨ªan a las starlettes de la Metro e incluso celebraban org¨ªas. Un polic¨ªa result¨® herido en una pierna cuando al intentar apaciguar a uno de ellos ¨¦ste le mordi¨®. En La ley del silencio, su realizador, Elia Kazan, tuvo que trabajar con guardaespaldas despu¨¦s de que unos matones le agredieran en una pausa para comer. Aunque no siempre el director es la v¨ªctima. Roman Polanski rompi¨® el televisor port¨¢til en el que Jack Nicholson ve¨ªa los partidos de los Lakers en los descansos de Chinatown, y Faye Dunaway amenaz¨® con abandonar el plat¨® en el mismo rodaje porque la hab¨ªa tirado del pelo.
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