En 2005 pagaremos por el pasado
El autor pronostica que la econom¨ªa de Estados Unidos (y tambi¨¦n la de Europa) ir¨¢ a peor el pr¨®ximo a?o y que seguir¨¢ la bonanza asi¨¢tica.
El comienzo de cada a?o es temporada alta para los pronosticadores econ¨®micos. Con pocas excepciones, los economistas de Wall Street tratan de dar una interpretaci¨®n tan optimista como los datos permitan: quieren que sus clientes compren acciones, y las predicciones pesimistas ayudan poco a venderlas. Pero incluso los vendedores est¨¢n prediciendo que la econom¨ªa estadounidense ir¨¢ peor en 2005 que en 2004. Estoy de acuerdo, y de hecho me mantengo en el bando pesimista: en 2005 podr¨ªamos empezar a pagar los errores.
La mayor incertidumbre mundial es el precio del petr¨®leo. Claramente, los productores no previeron el aumento de la demanda china. Para que digan de la sabidur¨ªa y la previsi¨®n de los mercados privados. Los problemas de oferta en Oriente Pr¨®ximo (y Nigeria, Rusia y Venezuela) tambi¨¦n influyen, mientras que la desgraciada aventura de George W. Bush en Irak ha provocado m¨¢s inestabilidad. Aunque los precios han ca¨ªdo ligeramente desde su nivel m¨¢ximo, la OPEP ha dejado claro que no tiene intenci¨®n de permitir que sigan descendiendo. Los elevados precios del petr¨®leo son una sangr¨ªa para Estados Unidos, Europa, Jap¨®n y otros pa¨ªses importadores de petr¨®leo. El efecto es exactamente como un enorme impuesto que transfiere riqueza a los pa¨ªses exportadores. Se calcula que, s¨®lo este a?o pasado, la cuenta de importaci¨®n de petr¨®leo estadounidense ha aumentado unos 75.000 millones de d¨®lares.
Si hubiera seguridad de que los precios se mantendr¨¢n permanentemente por encima incluso de 40 d¨®lares el barril, se desarrollar¨ªan fuentes de energ¨ªa alternativas (incluido el aceite de esquisto). Pero ahora nos encontramos en el peor de los supuestos posibles: precios tan elevados que perjudican a la econom¨ªa mundial, pero incertidumbre tan grave que no se est¨¢n haciendo las inversiones necesarias para reducir dichos precios. Mientras tanto, a los directores de los bancos centrales mundiales les han ense?ado a centrarse en la inflaci¨®n. Muchos recordar¨¢n con toda probabilidad que la subida del precio del petr¨®leo en la d¨¦cada de 1970 atiz¨® la inflaci¨®n, y querr¨¢n mostrar su determinaci¨®n de no permitir que eso ocurra de nuevo. Los tipos de inter¨¦s subir¨¢n, y una econom¨ªa tras otra se ir¨¢n ralentizando.
El avance hacia tipos de inter¨¦s m¨¢s elevados ya ha empezado en Estados Unidos, donde la Reserva Federal est¨¢ apostando por una asimetr¨ªa b¨¢sica del mercado. Durante los ¨²ltimos tres a?os, la bajada de los tipos de inter¨¦s fue el motor del crecimiento, porque las familias asumieron una deuda mayor para refinanciar sus hipotecas y usaron parte de sus ahorros para consumir. La Reserva Federal espera que todo esto produzca el efecto contrario: que la subida de los tipos de inter¨¦s no desincentive el consumo. La esperanza tal vez no baste. Las familias estadounidenses est¨¢n mucho m¨¢s endeudadas hoy que hace cuatro a?os, lo cual magnifica los posibles efectos negativos que pueda tener la subida de los tipos de inter¨¦s. Por supuesto, los mercados hipotecarios estadounidenses permiten a las familias conservar los tipos de inter¨¦s m¨¢s bajos. Pero en econom¨ªa no hay nada parecido a un almuerzo gratis, y en este aspecto el precio puede ser enorme: los nuevos compradores de vivienda tendr¨¢n que pagar m¨¢s, y de esa manera estar¨¢n menos dispuestos a pagar tanto, y tampoco podr¨¢n hacerlo. Ser¨ªa muy posible que los precios inmobiliarios descendieran, y es altamente probable que se produzca, como m¨ªnimo, una desaceleraci¨®n de la tasa de crecimiento. Tambi¨¦n esto desalentar¨¢ la demanda.
?sta no es m¨¢s que una de las incertidumbres a las que se enfrenta la econom¨ªa estadounidense. Est¨¢ claro que parte del crecimiento que se produjo en 2004 (no se sabe exactamente cu¨¢nto) se debi¨® a las disposiciones que animaron la inversi¨®n ese a?o -importante para la pol¨ªtica electoral- a expensas de 2005. Est¨¢ adem¨¢s el enorme d¨¦ficit presupuestario y comercial de Estados Unidos, que no s¨®lo pone en peligro el bienestar de las futuras generaciones de estadounidenses, sino que representa un lastre para la actual econom¨ªa del pa¨ªs (un d¨¦ficit comercial es una substracci¨®n de la demanda agregada). Como famosamente dijo Herb Stein, uno de mis predecesores como presidente del Consejo de Asesores Econ¨®micos, "si algo no puede mantenerse eternamente, no se mantendr¨¢".
Pero nadie sabe c¨®mo, o cu¨¢ndo, acabar¨¢ todo. De hecho, Bush ha afirmado que tiene intenci¨®n de emplear el capital pol¨ªtico obtenido durante las elecciones; el problema es que parece estar empe?ado en gastar tambi¨¦n el capital econ¨®mico de Estados Unidos. Entre otras cosas promete incluir una privatizaci¨®n parcial de la seguridad social y hacer permanentes sus anteriores recortes fiscales, que, si se adoptan, lanzar¨¢n el d¨¦ficit hasta alturas inauditas. Nadie sabe c¨®mo afectar¨¢ esto a la confianza empresarial y a los mercados monetarios, pero no ser¨¢ bueno.
En consecuencia, la debilidad creciente del d¨®lar es una firme posibilidad, lo cual perjudicar¨¢ m¨¢s a¨²n a las econom¨ªas europea y japonesa. Adem¨¢s, los beneficios estadounidenses no compensar¨¢n las p¨¦rdidas de Europa: la incertidumbre es mala para la inversi¨®n en ambos lados del Atl¨¢ntico, y si la falta de confianza en el d¨®lar conduce a un abandono de los t¨ªtulos y los bonos de Estados Unidos, su econom¨ªa podr¨ªa debilitarse a¨²n m¨¢s. Europa, por otra parte, est¨¢ empezando a reconocer los problemas suscitados por sus instituciones macroecon¨®micas, especialmente un pacto de estabilidad que restringe el uso de la pol¨ªtica presupuestaria y un banco central que s¨®lo se centra en la inflaci¨®n, no en los puestos de trabajo o el crecimiento. Pero hay una gran posibilidad de que las reformas institucionales no se produzcan con suficiente rapidez como para levantar la econom¨ªa en 2005.
China -y Asia m¨¢s en general- representa el punto de luz en el horizonte. Quiz¨¢ sea demasiado pronto para estar seguros, pero las perspectivas de amansar la excesiva exuberancia de hace un a?o parecen buenas, lo cual llevar¨ªa el crecimiento econ¨®mico a niveles sostenibles que ser¨ªan la envidia de la mayor¨ªa de los dem¨¢s pa¨ªses. En cambio, en los pr¨®ximos 12 meses, lo m¨¢s probable es que las otras grandes econom¨ªas del mundo no empiecen a rendir conforme a su potencial. Todas est¨¢n atrapadas entre los problemas del presente y los errores del pasado: en Europa, entre instituciones dise?adas para evitar la inflaci¨®n cuando el problema es el crecimiento y el empleo; en Estados Unidos, entre una enorme deuda familiar y federal, y las exigencias de la pol¨ªtica presupuestaria y monetaria; y en todas partes, entre la incapacidad de Estados Unidos para utilizar con prudencia los escasos recursos naturales del mundo y su incapacidad para lograr la paz y la estabilidad en Oriente Pr¨®ximo.
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