Expertos y papeles
Lo m¨¢s asombroso de la trifulca pol¨ªtica montada en torno a los llamados "papeles de Salamanca" ha sido la inmensa distorsi¨®n con que puede presentarse ante la opini¨®n p¨²blica un problema colectivo. Supongo que en parte se debe a ignorancia y superficialidad informativa, pero me temo que abundan tambi¨¦n los ingredientes de irresponsabilidad y mala voluntad. He conocido el asunto de cerca porque he formado parte de la llamada "comisi¨®n de expertos", cuya funci¨®n era asesorar al Gobierno sobre el destino de los fondos documentales de la Generalitat catalana incautados en 1939 y depositados en un archivo, de denominaciones cambiantes a lo largo del tiempo, situado en la ciudad de Salamanca. En contra de lo que las autoridades castellano-leonesas ha declarado saber a ciencia cierta, la comisi¨®n no ten¨ªa una opini¨®n predeterminada sobre el asunto ni ha estado en modo alguno "teledirigida" por nadie; por lo que a m¨ª respecta, puedo dar fe de no haber recibido la menor indicaci¨®n ni presi¨®n, aunque no me extra?ar¨ªa, dado lo enconado del ambiente, que no se me creyera, ni aun por gentes a las que creo sensatas. Lo ¨²nico que me atrev¨ª a decir a un periodista que me interrog¨® al comienzo de la historia fue que era una cuesti¨®n "compleja", aunque tengo que confesar que, a medida que se fueron desarrollando nuestros debates y fui leyendo informes sobre el tema, cambi¨¦ de parecer, como soy testigo de que les ocurri¨® a otros miembros de la comisi¨®n; y, caso verdaderamente excepcional en mi repertorio de opiniones, un asunto pol¨ªtico fue dejando de parecerme complejo y acab¨® result¨¢ndome "sencillo". Intentar¨¦ explicarlo.
Primero, los hechos. Aunque se haya dicho y repetido lo contrario, nadie ha discutido ni se ha planteado nunca cu¨¢l habr¨ªa de ser el destino de los "papeles de Salamanca" o del "archivo de la Guerra Civil", sino s¨®lo el de los fondos documentales de la Generalitat de Catalunya anterior a 1939. Estos fondos consisten en 507 cajas bien identificadas, de las 20.000 aproximadas de las que consta el dep¨®sito documental hoy guardado en Salamanca; es decir, que la manzana de la discordia apenas sobrepasa el 2,5% del c¨¦lebre archivo. Eso es lo que hemos recomendado devolver a la instituci¨®n que ha heredado el nombre de la que los gener¨®. Podr¨¢ discutirse si hacerlo es "justo y leg¨ªtimo", como nos ha parecido a nosotros, pero lo que no puede discutirse de buena fe es que no se trata del "archivo de Salamanca", sino de una parte m¨ªnima del mismo.
En segundo lugar, la comisi¨®n ha recomendado que de esos fondos documentales se deje en Salamanca una copia microfilmada y digitalizada, que tendr¨¢ valor de documento aut¨¦ntico; lo que significa que los interesados o historiadores futuros podr¨¢n ver exactamente lo mismo all¨ª que en Barcelona, ya que los originales, en serio riesgo de ser destruidos por el uso, estar¨¢n en un futuro no lejano inaccesibles para el p¨²blico. Es una disputa, por tanto, simb¨®lica. En t¨¦rminos pr¨¢cticos, nadie pierde ni gana nada con lo decidido. Al decir esto, no pretendo quitarle importancia, pues es bien sabido que las disputas simb¨®licas son las menos negociables para nuestros cong¨¦neres humanos; pero debemos saber, al menos, de qu¨¦ estamos hablando.
Tercero (aunque, para quienes den prioridad a los principios, deber¨ªa ser lo primero): la justicia estaba de parte de los reclamantes. Eso s¨ª que lo barruntaba desde hace tiempo, pero lo vi confirmado de manera tajante por tres juristas de prestigio, de procedencia completamente diversa, que disolvieron mis dudas y las de otros cuantos miembros de la comisi¨®n con informes inapelables: la incautaci¨®n fue violenta y brutal, no respet¨® ni la menor norma de las que deben acompa?ar toda expropiaci¨®n, y el derecho a la reparaci¨®n del hecho injusto no hab¨ªa prescrito, cualquiera que fuera el plazo que se aplicara, porque desde el momento mismo en que la Generalitat pudo reclamar sus papeles, nada m¨¢s ser restablecida, lo hicieron (y, por cierto, en aquel momento el se?or Fraga Iribarne les dio la raz¨®n; la repentina preocupaci¨®n por la "unidad del archivo" vino m¨¢s tarde).
Hasta aqu¨ª, de forma muy abreviada, los hechos y las consideraciones de derecho. Pero no basta con eso. Con el paso de los a?os se hab¨ªa creado un problema pol¨ªtico. El archivo se form¨® en su d¨ªa con fines exclusivamente represivos, para hacer a partir de ¨¦l un enorme fichero de la "anti-Espa?a" y poder pedir cuentas a todo el que hubiera dado hasta una perra chica para un monumento a Ferrer Guardia. Pero, con el curso de los a?os, hab¨ªa cambiado sus funciones. Durante la transici¨®n, sirvi¨® para fundamentar las reclamaciones de derechos por parte de los represaliados por el franquismo y acab¨® por convertirse en el principal fondo documental sobre la Guerra Civil y la dictadura subsiguiente. M¨¢s importante a¨²n era que la gran mayor¨ªa de la opini¨®n castellana lo hab¨ªa interiorizado como s¨ªmbolo de su memoria colectiva. Poco importa que esto ¨²ltimo fuera producto de una manipulaci¨®n. Todo lo relacionado con la "memoria colectiva" lo es. Pero la Castilla ayer dominadora anda hoy, si no miserable ni envuelta en sus andrajos, s¨ª relativamente deprimida y con un palpable sentimiento de humillaci¨®n ante la "prepotente" Catalu?a. La discusi¨®n sobre qui¨¦n sea aqu¨ª de verdad el dominador y qui¨¦n el explotado llevar¨ªa a?os y servir¨ªa de muy poco. Lo que importa es que as¨ª es como lo percibe la mayor¨ªa de la opini¨®n castellana.
La comisi¨®n tuvo estos sentimientos en cuenta. Decidi¨® recomendar al Gobierno que protegiera el resto del archivo ante futuras reclamaciones y, sobre todo, que hiciera de ¨¦l, por medio de diversas medidas, un gran centro de investigaci¨®n: para empezar, con la devoluci¨®n -importante devoluci¨®n, de la que no se habla- de los fondos extra¨ªdos del mismo para formar la Causa General o el llamado Archivo de la Guerra de Liberaci¨®n; y con la concentraci¨®n, adem¨¢s, de fondos militares, procedentes de los consejos de guerra por "rebeli¨®n militar" o "auxilio a la rebeli¨®n" (c¨¦lebre eufemismo franquista para referirse a la lealtad a la Rep¨²blica), que hoy est¨¢n dispersos y mal cuidados, cuando constituyen una fuente de informaci¨®n de valor probablemente superior a todo lo que hoy contiene el archivo de Salamanca. Para llevar a cabo este proyecto ser¨¢n necesarios fondos, personal, edificios, y todo eso le recomendamos al Gobierno que lo proporcionara y lo situara en la ciudad del Tormes. En el ¨²ltimo momento, y como gesto espont¨¢neo de buena voluntad, los catalanes presentes en la comisi¨®n ofrecieron regalar a ese futuro gran centro de investigaci¨®n salmantino copia de todos los documentos existentes en el Archi
-vo Nacional de Catalunya sobre la Guerra Civil.
El dictamen era, por tanto, equilibrado y no perjudicaba a nadie. La Generalitat recib¨ªa lo que era suyo y Salamanca, aunque viera salir algunos originales, guardaba copia de todo, a la vez que volv¨ªa o era llevada all¨ª por primera vez una cantidad de documentos muy superior a la que sal¨ªa. No quiero concluir, con esto, que el resultado del arbitraje fuera perfecto. Algunos hubi¨¦ramos preferido un blindaje m¨¢s claro del resto del archivo ante futuras reclamaciones. Pero no hab¨ªa manera de justificarlo jur¨ªdicamente y, en todo caso, dadas las condiciones estrictas que hemos recomendado al Gobierno para toda devoluci¨®n, el total afectado nunca superar¨¢ el doble de lo que ahora se aconseja entregar (es decir, no pasar¨¢ del 5%).
Una ¨²ltima consideraci¨®n, al margen del problema central: recientemente se ha criticado mucho a la comisi¨®n del 11-M por estar formada por "pol¨ªticos". Los mismos medios de comunicaci¨®n que hicieron esas cr¨ªticas han lanzado ahora sus dardos contra una comisi¨®n no pol¨ªtica, formada por puros "expertos". No creo que nadie encuentre f¨¢cil de definir en t¨¦rminos pol¨ªticos al ex director de la Unesco Federico Mayor Zaragoza, presidente de la comisi¨®n, ni que niegue que es experto en expolios culturales; como no pertenece a ning¨²n partido ni a ninguna regi¨®n espa?ola Edward Malefakis, reputado historiador greco-estadounidense, especializado en la Rep¨²blica y la Guerra Civil; ni son pol¨ªticos los archiveros, catalanes y no catalanes, que han votado un¨¢nimemente a favor del acuerdo, sin una sola discrepancia ni abstenci¨®n. Todos ellos, y la inmensa mayor¨ªa de la comisi¨®n, hasta sumar catorce votos, hemos apoyado al final la misma soluci¨®n. S¨®lo ha habido tres abstenciones; ni siquiera un voto en contra, porque no hab¨ªa argumentos. Tal resultado deber¨ªa hacer reflexionar a quienes de manera tan visceral siguen pronunci¨¢ndose contra esta resoluci¨®n. Seg¨²n parece, son partidarios del "Santa Rita, Rita"; aunque aquella mezquina cantilena infantil segu¨ªa con "lo que se da, no se quita", y esos documentos no fueron nunca dados por sus due?os originales al archivo de Salamanca. Les fueron arrebatados a punta de pistola y trasladados all¨ª en un ambiente de terror y enfrentamiento.
Ese ambiente es el que se super¨®, con notable ¨¦xito, en la transici¨®n a la democracia que sigui¨® a la muerte de Franco. Y aquel clima de consenso de la transici¨®n es el que debe recuperarse hoy. En Espa?a sigue pendiente de soluci¨®n el problema de la distribuci¨®n territorial del poder, cuesti¨®n nada f¨¢cil pero que, por suerte, afecta casi en exclusiva a las ¨¦lites pol¨ªticas. Lo que no ha ocurrido aqu¨ª nunca son enfrentamientos entre grupos de poblaci¨®n, como entre las diversas minor¨ªas ¨¦tnicas de la antigua Yugoslavia. No juguemos con fuego. Atizar las pasiones colectivas de multitudes que jam¨¢s visitar¨¢n un archivo pero que por ¨¦l se declaran dispuestas a morir -l¨¦ase bien: a matar-, es una grav¨ªsima responsabilidad hist¨®rica. Lo ¨²ltimo que necesitamos aqu¨ª son caudillos locales o periodistas que emulen a Tudjman o a Milosevic.
Jos¨¦ ?lvarez Junco es catedr¨¢tico de Historia en la Facultad de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad Complutense. Actualmente dirige el Centro de Estudios Pol¨ªticos y Constitucionales.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.