A?o de reformas
El resultado de la doble consulta electoral de la pasada primavera ha abierto un tiempo de reformas de una amplitud e intensidad extraordinarias. Antes del 14-M el sistema pol¨ªtico espa?ol estaba bloqueado en todos sus niveles: europeo, nacional y auton¨®mico. La Constituci¨®n europea hab¨ªa salido de la agenda pol¨ªtica como consecuencia de la negativa de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar a que se revisara el Tratado de Niza. La reforma de la Constituci¨®n era anatematizada como si de romper las reglas del juego se tratara. Y la reforma de los estatutos de autonom¨ªa se rechazaba como entreguismo a los nacionalistas. De no haberse producido el cambio en el Gobierno de Espa?a, es pr¨¢cticamente seguro que no se habr¨ªa aprobado el proyecto de Constituci¨®n europea y no estar¨ªamos, por tanto, inmersos en el proceso de ratificaci¨®n de la misma. Y por supuesto no estar¨ªamos hablando de reforma de la Constituci¨®n y de los estatutos (por hablar simplemente de la reformas de naturaleza constitucional).
Las carambolas se van a tener que hacer necesariamente a tres bandas. Mejor es que nos vayamos preparando
Pero el caso es que el cambio de Gobierno se produjo y que el impulso reformador se est¨¢ expresando con intensidad y de forma m¨²ltiple. En poco tiempo es pr¨¢cticamente seguro que nos vamos a mover en un marco europeo distinto de aquel en que nos hemos movido desde hace casi 20 a?os y que nos vamos a ver inmersos en un proceso negociador constitucional y estatutario, del que resultar¨¢ no una nueva configuraci¨®n de la estructura del Estado, pero s¨ª cambios significativos en la que ahora mismo tenemos. Todos los entes territoriales dotados de poder pol¨ªtico propio, como son las comunidades aut¨®nomas en general y la nuestra en particular, tienen que prepararse para hacer frente a esta nueva realidad.
En lo que a la adaptaci¨®n al nuevo marco constitucional europeo se refiere, el margen de maniobra del que disponen las regiones es muy reducido. Los sujetos del proceso constituyente europeo son los Estados y el fundamento de la legitimidad de la nueva Uni¨®n Europea se hace descansar en dichos Estados y en "los pueblos" de cada uno de esos 25 Estados. Para la Constituci¨®n europea existe el pueblo espa?ol o alem¨¢n, pero no el pueblo vasco o b¨¢varo. En lo que toca al fundamento de la legitimidad del sistema pol¨ªtico europeo no hay diferencia alguna con el sistema pol¨ªtico espa?ol. Para la Constituci¨®n europea el ¨²nico pueblo que existe en Espa?a es el pueblo espa?ol. Exactamente igual que para la Constituci¨®n espa?ola. No hay, pues, ning¨²n v¨ªnculo directo entre la Constituci¨®n europea y las unidades subcentrales de descentralizaci¨®n pol¨ªtica que puedan haber reconocido las constituciones de algunos Estados miembros. S¨ª hay el reconocimiento por parte de la Constituci¨®n europea de esa realidad descentralizadora en tales Estados, pero sin que de tal reconocimiento pueda derivarse un protagonismo constituyente a favor de las regiones. Andaluc¨ªa en cuanto tal no puede tener protagonismo en el proceso constituyente europeo. Los ciudadanos andaluces en cuanto ciudadanos espa?oles s¨ª lo tenemos. El 20 de febrero veremos con qu¨¦ intensidad estamos dispuestos a ejercer ese protagonismo.
Esta es una de las razones, tal vez la principal, por la que resulta tan dif¨ªcil que nos sintamos directamente implicados en el proceso constituyente europeo. El salto entre el lugar de nuestro ejercicio usual del derecho de participaci¨®n pol¨ªtica y el que ahora se nos propone es tan grande que no es f¨¢cil ubicarse. Y sin embargo, lo que nos estamos jugando es mucho. En Andaluc¨ªa todav¨ªa algo m¨¢s que en la mayor parte de las dem¨¢s comunidades aut¨®nomas. En todo caso, no menos que lo que nos vamos a jugar con las reformas constitucional y estatutaria, que s¨ª nos apasionan.
Ambas se han complicado como consecuencia de la aprobaci¨®n de la reforma del Estatuto de Autonom¨ªa del Pa¨ªs Vasco el pasado 30 de diciembre. Parece l¨®gico pensar que el debate constitucional en los primeros meses de 2005 va a estar dominado por la reacci¨®n que inevitablemente se tiene que producir ante la iniciativa parlamentaria vasca. Entre otras cosas porque las elecciones auton¨®micas tienen que celebrarse en esa comunidad en el mes de mayo y, en consecuencia, en el debate va a haber un componente plebiscitario que no puede dejar de incidir en el mismo.
El resultado de ese debate va a ser decisivo para la confirmaci¨®n o la revisi¨®n en profundidad (no la simple reforma) de la estructura del Estado. En ese debate se van a jugar en buena medida las posibilidades de reforma de la Constituci¨®n espa?ola y los l¨ªmites de las reformas estatutarias. En consecuencia, no es s¨®lo el Pa¨ªs Vasco el que se est¨¢ jugando mucho en este envite, sino que somos todas las comunidades aut¨®nomas sin excepci¨®n las que nos vemos afectadas por la iniciativa parlamentaria vasca.
Es posible que la mayor parte de los lectores hubiera preferido que el debate sobre la reforma constitucional en los t¨¦rminos en que lo ha planteado el presidente del Gobierno hubiera precedido al debate sobre la reforma estatutaria, de tal manera que se hubiera perfeccionado la estructura del Estado constitucionalmente definida, especialmente mediante la reforma del Senado, y que despu¨¦s se hubiera producido el ajuste a dicha estructura perfeccionada de las comunidades aut¨®nomas. As¨ª deber¨ªa haberse podido hacer. Pero los hombres, como dec¨ªa Carlos Marx, hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad. Y en este caso, todas las reformas se nos vienen encima de una manera simult¨¢nea. Las carambolas se van a tener que hacer necesariamente a tres bandas. Mejor es que nos vayamos preparando para ello, porque no est¨¢ en nuestras manos evitarlo.
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