B¨²squeda y captura del subsahariano
Venga, amiguito, s¨ªguenos, que vas a poder comer y ducharte", le espeta en franc¨¦s el teniente Laadam, de la Gendarmer¨ªa marroqu¨ª, al subsahariano con el que se ha topado sentado al borde de la carretera que une El Aai¨²n con Cabo Bujador, en el antiguo S¨¢hara espa?ol. Pero Soldi, originario de Gambia, no se da por enterado y sigue devorando un pan untado en aceite que le ha dado un automovilista.
"Llev¨¢bamos tiempo escondidos [en el desierto] y no nos tra¨ªan comida", cuenta Soldi, de 29 a?os, en un ingl¨¦s fluido pronunciado entre bocado y bocado. "El hambre nos ha obligado a salir de la gruta y nos hemos dispersado por esta zona en busca de alimentos", prosigue con voz cansina mientras observa las heridas de su pie izquierdo.
"A principios de 2004 nos llegaron instrucciones firmes para atajar el fen¨®meno de la inmigraci¨®n clandestina", afirma el gobernador de El Aai¨²n
Las fuerzas de seguridad marroqu¨ªes han capturado en los once primeros meses de 2004 a 24.820 candidatos a emigrar ilegalmente a Espa?a
El sue?o de Soldi, como el de tantos otros subsaharianos, era dar un salto a Fuerteventura, pero el hambre le oblig¨® a dejarse detener en la carretera
"Las patrullas mixtas con la Guardia Civil han servido para que nuestros colegas espa?oles se den cuenta de la dificultad del terreno", declara un gendarme
El sue?o de Soldi, como el de tantos otros, era el de dar el salto en patera desde el S¨¢hara Occidental a Fuerteventura, pero el hambre y la sed le incitaron a echarse a la carretera, lo que equival¨ªa a renunciar a su aventura. Este subsahariano ha sido el ¨²nico cautivo tras dos d¨ªas de patrullas y batidas efectuadas con la Gendarmer¨ªa y las Fuerzas Auxiliares, otro cuerpo paramilitar, en las zonas del interior entre El Aai¨²n y Cabo Bujador.
Las autoridades marroqu¨ªes han permitido, por primera vez, a un periodista y a un fot¨®grafo acompa?ar, a finales del oto?o, a sus fuerzas de seguridad cuando llevan a cabo operaciones contra la inmigraci¨®n ilegal en el S¨¢hara, en los alrededores de T¨¢nger, Tetu¨¢n, Nador y a lo largo de la frontera argelina.
"A principios de 2004 nos llegaron instrucciones firmes para atajar el fen¨®meno" de la inmigraci¨®n clandestina, explica Mohamed Rharrabi, gobernador de El Aai¨²n. "Nos exigieron que obtuvi¨¦semos resultados", precisa. "Creo que podemos afirmar que abortamos el 50% de las traves¨ªas a Canarias".
Poco antes, en noviembre de 2003, el rey Mohamed VI hab¨ªa convocado a los m¨¢ximos responsables de sus fuerzas de seguridad para pedirles que redoblasen sus esfuerzos. Estaba, al parecer, impresionado por las im¨¢genes que hab¨ªa visto, en las televisiones espa?olas, de los cad¨¢veres de ahogados tras el naufragio de una patera frente a Rota el mes anterior. El desastre caus¨® la muerte de 37 marroqu¨ªes.
La iniciativa real ha dado r¨¦ditos que los marroqu¨ªes quieren mostrar y que los espa?oles reconocen. No en balde, el n¨²mero de inmigrantes detenidos en las costas andaluzas y canarias tras llegar en patera disminuy¨®, en los 10 primeros meses de 2004, un 23% (13.053) con relaci¨®n al mismo periodo del a?o anterior.
Del lado marroqu¨ª han sido capturados, en los 11 primeros meses, 24.820 aspirantes a emigrar ilegalmente (el 64% son subsaharianos), una cifra algo inferior a la de 2003. "Se debe a que nos hemos concentrado algo m¨¢s en desmantelar redes de tr¨¢fico de seres humanos, lo que, a su vez, reduce el n¨²mero de candidatos apresados", explica un alto funcionario del Ministerio del Interior.
Este departamento ha tenido ¨¦xito en el norte del pa¨ªs, mucho menos en el S¨¢hara. "Si de algo han servido las patrullas mixtas con la Guardia Civil es que nuestros colegas espa?oles se han dado cuenta de la dificultad del terreno", afirma el capit¨¢n Hassaouan, que manda la patrulla que parti¨® de El Aai¨²n en una ma?ana de oto?o con este corresponsal a bordo.
A su lado, sus hombres empujan, bajo un sol de plomo, un todoterreno embarrancado. Un poco m¨¢s lejos, otros sustituyen el neum¨¢tico pinchado de un jeep Wrangler de la Gendarmer¨ªa. A los que no est¨¢n ocupados en reparaciones, las paradas forzosas les brindan la oportunidad de rezar mirando a La Meca.
Los 11 veh¨ªculos de la patrulla han salido por separado de la ciudad. "Si nos ponemos en ruta juntos, es posible que alg¨²n chivato advierta a las mafias de que vamos en busca de subsaharianos", se?ala el capit¨¢n. Al extenso terreno accidentado, repleto de recovecos, de grutas rec¨®nditas y salpicado de casuchas abandonadas, se a?ade ahora una contrariedad: la plaga de langosta que azota la costa del S¨¢hara.
Hace 32 grados a la sombra y la caravana avanza con las ventanillas cerradas para que los insectos rojizos, de diez cent¨ªmetros de largo, no se introduzcan en el interior de los todoterrenos, que carecen de aire acondicionado. Los pasajeros sudan la gota gorda mientras observan c¨®mo las langostas se estrellan contra el parabrisas, que, paulatinamente, enrojece.
"Los hombres y el material hacen enormes esfuerzos", recalca el capit¨¢n Hassaouan. "En estas condiciones clim¨¢ticas, el material nos dura poco", prosigue. "Necesitamos ayuda de los europeos". "Necesitamos veh¨ªculos m¨¢s robustos, radares, infrarrojos, c¨¢maras t¨¦rmicas, etc¨¦tera". "Adem¨¢s", se queja, "desde principios de a?o casi s¨®lo nos dedicamos a la inmigraci¨®n, en detrimento de la delincuencia com¨²n, del contrabando...".
El teniente Laadam, que lleva a cabo las patrullas mixtas con la Guardia Civil, no disimula su envidia ante el equipamiento de sus colegas espa?oles. "En Fuerteventura tienen cuatro patrulleras, una de 33 metros y otra que alcanza los 50 nudos", mientras la Gendarmer¨ªa s¨®lo dispone de una en El Aai¨²n. "Cuando vienen los espa?oles, aportan consigo sus c¨¢maras t¨¦rmicas" de visi¨®n nocturna, a?ade admirativo.
A los miembros del instituto armado les falta, en cambio, informaci¨®n. "Traen nombres o descripciones de escondites que, a veces, les han dado los inmigrantes que detienen, pero cuando vamos a verlos, hace tiempo que se han largado", comenta el teniente Laadam.
La renta per c¨¢pita espa?ola multiplica por 12 la marroqu¨ª, lo que, en cierta medida, explica la carencia de medios. No obstante, Rabat acaba de firmar con la Uni¨®n Europea una ayuda no reembolsable para el control de fronteras, hasta 2008, de 40 millones de euros.
Pese a la escasez de medios, Marruecos "ha logrado que su costa noroeste sea pr¨¢cticamente estanca", asevera, orgulloso, Mohamed Halab, gobernador de T¨¢nger. Las ¨²nicas embarcaciones con inmigrantes que alcanzan ahora las costas de C¨¢diz parten de m¨¢s abajo, precisa, desde Kenitra, a tan s¨®lo unos 40 kil¨®metros al norte de Rabat. En cambio, la presi¨®n migratoria se ha acentuado un poco en el este del Mediterr¨¢neo y en el S¨¢hara.
A Soldi, el gambiano, le espera, tras su captura, un centro de acogida en El Aai¨²n donde pasar¨¢, como mucho, un par de semanas. Mientras tanto, un juez marroqu¨ª le condenar¨¢ a una pena de un mes por entrada ilegal, que no cumplir¨¢, y a una multa, que tampoco podr¨¢ abonar. A continuaci¨®n ser¨¢ expulsado.
Para Coumba y Mamadu, dos senegaleses detenidos d¨ªas antes que Soldi, el tr¨¢mite ya est¨¢ concluyendo. Acaban de ser trasladados, en la calle Meca de El Aai¨²n, de un furg¨®n policial a un autob¨²s de la compa?¨ªa p¨²blica CMT fletado por el Gobierno Civil. Viajar¨¢n de una tacada hasta Casablanca, despu¨¦s a Fez y de ah¨ª hasta Oujda, a una docena de kil¨®metros de la frontera con Argelia.
"No lo volver¨¦ a intentar, regresar¨¦ a casa", promete Coumba, que ronda la treintena, "porque he sufrido demasiado". A su lado, Mamadu, que acaba de cumplir los 20 a?os, disiente. "Yo s¨ª probar¨¦ de nuevo", repite, suscitando aprobaci¨®n en el grupo. "Tengo un hermano en EE UU que me pagar¨¢ el viaje".
Por ahora va a viajar a Argelia, por cuya frontera terrestre de Oujda entr¨®, probablemente de noche, hace unos meses, pese a que est¨¢ te¨®ricamente cerrada desde hace m¨¢s de una d¨¦cada. El muro militar que defiende el S¨¢hara del Frente Polisario y las minas diseminadas impiden acceder a Marruecos a trav¨¦s del desierto, un camino, en principio, m¨¢s corto.
"Hasta noviembre de 2004 hemos expulsado a 14.410 personas" a Argelia, precisa Ahmed Hmidi, gobernador de Oujda, "de las que 12.693 eran subsaharianos". Desde 1997, Rabat ha devuelto a su vecino a 97.659 inmigrantes clandestinos.
Pese al esfuerzo de transparencia que hicieron con este corresponsal, las autoridades marroqu¨ªes no permitieron ver una de esas expulsiones que se desarrollan de noche, aprovechando el intervalo entre dos patrullas de la Gendarmer¨ªa o del Ej¨¦rcito argelino. Muchos subsaharianos acabar¨¢n, pronto o tarde, cayendo en las redadas de las fuerzas argelinas, y ¨¦stas, a su vez, les obligar¨¢n a cruzar la frontera en sentido inverso. "Juegan al pimp¨®n con seres humanos", se lamenta un responsable de una ONG.
La masa roja esparcida por el parabrisas del todoterreno obliga a detenerse para limpiarlo con un pa?o y recuperar la visi¨®n. "En el fondo", comenta fatigado el teniente Laadam, "la inmigraci¨®n clandestina es como la plaga de langosta". "Nosotros, aqu¨ª, podemos frenarla, pero si no se combate en origen, all¨ª donde se generan las calamidades de ?frica, nunca podremos vencerla". Los insectos han arruinado la agricultura de muchos pueblos del Sahel, y Rabat prev¨¦ que en los pr¨®ximos meses habr¨¢ una nueva gran oleada de inmigraci¨®n hacia Europa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.