Malos modelos

Paseando por los alrededores de un campo de f¨²tbol, me sent¨ª atra¨ªdo por el silbato del ¨¢rbitro. Fue como un aviso para que me acercara a presenciar el espect¨¢culo. Pero sin ser un asistente habitual no sab¨ªa de qu¨¦ tipo de espect¨¢culo se trataba. As¨ª que tom¨¦ asiento. Pude observar el duro trabajo de seguir silbando a pesar de los continuos reproches e insultos por parte de los protagonistas. Las broncas y las iras de los jugadores y de los espectadores eran una constante. Los o¨ªdos me dol¨ªan a causa de las alusiones maleducadas que el ¨¢rbitro iba encajando (?con profesionalidad?) como parte del juego. Los ojos me escoc¨ªan ante la poca voluntad de pedir perd¨®n en caso de entrada dura e injustificada (?muchas!). El tacto se quedaba en fuera de juego por la facilidad de la t¨¦cnica del zancadilleo. Y entre tanto juego sucio, el silbato del hombre vestido de negro segu¨ªa firme en sus decisiones. A mi entender con buen hacer. Por eso no pod¨ªa llegar a comprender por qu¨¦ sus decisiones eran siempre mal discutidas.

Entre tanta conducta irracional se me apareci¨® la imagen de los jugadores profesionales como respuesta. Muy probablemente, los jovencitos que empujan el bal¨®n no intentan hacer otra cosa que imitar a esos malos modelos. Y esto pasa en muchos clubes locales de muchos lugares.