Invierno en Empuriabrava
Acomp¨¢?enme, por favor, en un breve recorrido por Empuriabrava, la extensa urbanizaci¨®n que ocupa la parte central de la bah¨ªa de Roses. En el ¨¢ngulo sur, junto a la desembocadura del r¨ªo Muga, se alza un grupo de edificios de hasta 20 plantas, que da sombra a hileras de peque?as viviendas adosadas. En la parte de atr¨¢s se halla el edificio de 11 pisos donde hace unas semanas se incendi¨® un apartamento. Las tres personas muertas y las tres heridas graves, como otros residentes de esas colmenas tur¨ªsticas, son inmigrantes del este de Europa, norte de ?frica y sur de Am¨¦rica, habitantes de precario de apartamentos min¨²sculos sin escaleras de incendio. Hace 40 a?os, todo esto eran marismas, como las que a¨²n se extienden a uno y otro lado de la urbanizaci¨®n. Ampuriabrava -seg¨²n la graf¨ªa original bajo el franquismo, que fund¨ªa la historia cl¨¢sica y la naturaleza abrupta de la costa- fue construida a la manera de una peque?a Venecia residencial de chalets blancos con jard¨ªn, piscina y embarcaderos privados. Todo ello al alcance de nuevos residentes franceses y alemanes, a una jornada de viaje por autopista. Era el ensue?o del turismo de calidad, toda una nueva geograf¨ªa urbana bautizada con nombres de r¨ªos, lugares, monta?as y evocaciones griegas y latinas, una recreaci¨®n residencial del mito del Empord¨¤ que atestigua el monumento al pastor y a la sirena de la sardana de Joan Maragall, en la rotonda principal.
En alg¨²n momento se quebr¨® la orientaci¨®n inicial del ambicioso proyecto de los promotores Arpa y Vilallonga de Girona y el marqu¨¦s de San Mori, que el alcalde Casadevall impuls¨® de manera tan decidida. La gracia de los canales de agua marina se diluy¨® muy pronto en un rompecabezas de los m¨¢s diversos estilos y vol¨²menes, con gran densidad de edificaci¨®n. Los primeros ecologistas de la transici¨®n consiguieron parar la extensi¨®n de ese modelo constructivo a las marismas colindantes con la creaci¨®n del Parc dels Aiguamolls del Empord¨¤, estaci¨®n privilegiada en las migraciones de aves entre ?frica y el norte de Europa, cuya observaci¨®n atrae a numerosos visitantes. En los cruces de las largas avenidas, junto a las direcciones de acceso a la carretera de Figueres a Roses, aparece a menudo la direcci¨®n "centre hist¨°ric". Se refiere al n¨²cleo urbano de Castell¨® d'Emp¨²ries, villa condal, a cuyo t¨¦rmino pertenece Empuriabrava, tras algunos intentos fallidos de separaci¨®n municipal. De aqu¨ª llegaban los bramidos salvajes del monstruo de las marismas, el legendario bruel cantado por Jacint Verdaguer y por Carles Fages de Climent. Siguiendo el camino elevado junto a la Muga que une la villa con el mar, en invierno se pueden admirar a la vez el blanco radiante de las nieves del Canig¨® y el azul circular de la bah¨ªa, cerrado en sus extremos por las puntas opuestas de los cabos Norfeu y Montg¨®. La mirada se va r¨¢pidamente hacia la mancha de cemento esparcida en demas¨ªa junto al arco arenoso de la inmensa playa y en las laderas de la sierra de Roda. El vuelo de una avioneta y la ca¨ªda suave de paracaidistas indican la situaci¨®n del peque?o aer¨®dromo. El perfil marinero del edificio comercial del puerto evoca los tr¨¢ficos incontrolables en peque?as embarcaciones por los canales.
De nuevo en tr¨¢nsito por las avenidas, se contempla un paisaje suburbano masificado y prematuramente envejecido: edificaciones yuxtapuestas de las m¨¢s diversas alturas y densidades, sin espacios p¨²blicos o plazas a la vista, a¨²n con solares vac¨ªos y rincones por urbanizar. Los d¨ªas de lluvia, el agua rebosa pronto las alcantarillas. En la entrada principal, grandes naves de exposici¨®n de embarcaciones deportivas, salas de fiestas y centros comerciales. En el paseo principal, en segunda l¨ªnea de mar, la zona comercial de Els Arcs aguarda a medio gas el hormigueo de las tardes de est¨ªo, con temor a incidentes en sus noches.
En una de las rotondas, un busto de Carles Fages de Climent, colocado con motivo de su centenario en 2003, contempla impasible las calles vac¨ªas de este d¨ªa de invierno. El poeta fue de los que so?aron en la urbanizaci¨®n completa de la bah¨ªa, con su carretera junto al mar, una autopista e incluso un canal navegable hasta Figueres, en un art¨ªculo p¨®stumo publicado en La Vanguardia en 1968. Ramon Reig, amigo suyo y de Salvador Dal¨ª y cronista a la acuarela del cielo inmenso y los detalles fugaces de esas marismas, ya hab¨ªa advertido contra "la pedanteria, la fanfarroneria i l'exc¨¦s d'avidesa comercial" que pod¨ªan llevar a la destrucci¨®n del mayor aliciente de la Costa Brava, su propia naturaleza.
Jaume Guillamet es decano de la Facultad de Periodismo de la Universidad Pompeu Fabra
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