Paisaje de azogue y bermell¨®n
La antigua mina de mercurio de Almad¨¦n se abre al turismo
El 22 de julio de 2003 sali¨® la ¨²ltima gota de mercurio en Almad¨¦n, el pueblo-mina por excelencia. Despu¨¦s de 2.000 a?os de explotaci¨®n. El declive empez¨® en los a?os setenta del siglo pasado, cuando el precio del mercurio cay¨® en picado tras un envenenamiento masivo en Irak. La mala fama del mercurio se hab¨ªa afianzado. Despu¨¦s del cierre definitivo de la mina pod¨ªan ocurrir dos cosas: que las instalaciones quedaran a merced de los chatarreros y de los buscadores de tesoros mineral¨®gicos, como ha ocurrido en muchas otras minas, o reconvertirlas en un parque minero dedicado al azogue, el mercurio de los mineros. La respuesta lleg¨® de la mano de un macroproyecto tur¨ªstico, y antes de que los edificios empezaran a amustiarse, la Fundaci¨®n Minas de Almad¨¦n se puso manos a la obra.
Hace nueve meses se inaugur¨® un museo en el antiguo hospital de mineros, en pleno centro del pueblo. Una agradable sorpresa. All¨ª no s¨®lo se puede conocer la historia de la mina y del mercurio, sino tambi¨¦n sentir el ambiente claustrof¨®bico de una galer¨ªa o padecer virtualmente una de las enfermedades que provocaban los vapores del metal l¨ªquido. La metalurgia del mercurio ha sido especialmente perversa para los mineros: adem¨¢s de la silicosis que provoca toda galer¨ªa polvorienta y de los accidentes laborales habituales, el hidrargirismo, la enfermedad del azogue, hizo mella entre ellos.
Con la rehabilitaci¨®n del Real Hospital de San Rafael, el proyecto no ha hecho m¨¢s que arrancar. Falta todav¨ªa por rematar lo m¨¢s llamativo: un recorrido, a pie y en tren, con l¨¢mpara, casco y mono por las galer¨ªas m¨¢s antiguas (en el pozo de San Teodoro). La visita comenzar¨¢ el pr¨®ximo verano.
Instalaciones y artilugios
En compa?¨ªa de un gu¨ªa se recorren hoy las instalaciones tal cual eran, sin acicalamientos ni reestructuraciones. El paseo entre edificios yertos encostrados en un subsuelo ulcerado da una idea de los 2.000 a?os de actividades. Una mezcolanza de instalaciones y artilugios usados en los ¨²ltimos 300 a?os de laboreo forjan un paisaje de ferralla extra¨ªdo de una vi?eta de ciencia-ficci¨®n. As¨ª, la m¨¢s reciente mara?a de tubos y chimeneas de los hornos donde se tostaba el mineral compite con la sencillez de los Hornos de Aludeles, del siglo XVII, sabiamente pensados para literalmente destilar el azogue de la roca.
Los mineros trabajaban como topos. El yacimiento se explot¨® mediante pozos verticales y galer¨ªas horizontales que generaron una perfecta cuadr¨ªcula bajo la faz de la tierra. El pozo San Joaqu¨ªn es el m¨¢s hondo, con sus 700 metros y 27 plantas. En superficie, la grandeza del complejo se manifiesta por la talla de los bastidores, como el del pozo San Teodoro, que realmente obliga a levantar la vista; sin embargo, el hito del cerco minero es el viejo castillete del pozo San Aquilino, inutilizado tras un accidente en la claustrof¨®bica jaula, todo un referente del duro y a menudo injusto trabajo que marc¨® la vida de muchos. No lejos, en el almac¨¦n de azogue, se llegaron a embalsar hasta 270.000 toneladas de mercurio bajo la m¨¢s estricta vigilancia. La solidez de la muralla que rodea la mina da fe del tesoro que se guardaba (no hay que extra?arse si pensamos que el azogue de Almad¨¦n supuso un tercio de toda la producci¨®n mundial).
Una anomal¨ªa geol¨®gica
En pocos lugares de la Tierra se ha hallado tal acumulaci¨®n de este l¨ªquido metal. Que la naturaleza haya sido pr¨®diga aqu¨ª se debe a la actividad volc¨¢nica de hace 370 millones de a?os. El magma arrastr¨® ingentes cantidades met¨¢licas del interior terrestre que impregnaron las arenas del fondo marino de entonces. La multitud de cerros y farallones rocosos casi verticales que decoran el paisaje de la comarca son precisamente esas antiguas arenas transformadas en cuarcitas primero, y enderezadas m¨¢s tarde. En ellas aparece el rojizo cinabrio, el mineral explotable de mercurio, y tambi¨¦n el metal l¨ªquido en estado puro, chorreando llamativamente de las rocas.
Los romanos ya conoc¨ªan el cinabrio, lo mol¨ªan para sacar el c¨¦lebre bermell¨®n, quiz¨¢ el rojo m¨¢s hermoso con el que las damas patricias se maquillaban. Siglos m¨¢s tarde, cuando las minas del Nuevo Mundo reclamaron azogue para recuperar la plata, Almad¨¦n se transform¨® en sin¨®nimo de riqueza.
Hins al Madem, la mina de los ¨¢rabes, es tambi¨¦n pueblo. En las calles altas, la fachada de la antigua Academia de Minas y de la casa de los F¨²cares salen al encuentro del paseante. No lejos se abre la puerta de Carlos IV, recientemente restaurada: desde ah¨ª, las cuadrillas de carretas de bueyes y recuas de mulas emprend¨ªan la ruta del Azogue por un camino at¨¢vico cuyo rastro se sigue desde la carretera a C¨®rdoba. Sin dar la espalda a su pasado, el burgo presta o¨ªdos a nuevos proyectos, como el curioso hotel empotrado en los antiguos aposentos de la plaza de toros hexagonal, en su d¨ªa tambi¨¦n morada de mineros.
GU?A PR?CTICA
Dormir- Hotel Plaza de Toros (926 26 43 33).Plaza de Waldo Ferrer, s/n. La habitaci¨®n doble, de 78 a 108 euros.- Hotel Gema (926 71 03 54). Antonio Bl¨¢zquez, 104. Entre 65 y 80 euros la habitaci¨®n doble.Visitas- Real Hospital de Mineros (926 24 45 20).Plaza del Doctor Rodr¨ªguez Lope de Haro, 1. Abre todos los d¨ªas de 10.00 a 14.00. Precio: 3 euros.- Visitas concertadas al exterior de la mina (926 26 50 00). 7 euros.
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