El d¨¦ficit democr¨¢tico del 'plan Ibarretxe'
El rasgo m¨¢s sorprendente de la tramitaci¨®n del plan Ibarretxe quiz¨¢s radica en que el lehendakari haya conseguido culminar esa tramitaci¨®n sin que en ninguna de las instancias pol¨ªticas e institucionales del Pa¨ªs Vasco por las que ha pasado, antes de su remisi¨®n al Parlamento de Vitoria, se haya producido un debate serio y transparente, por lo menos sobre los contenidos m¨¢s pol¨¦micos del plan. S¨®lo silencios, o apoyos y rechazos sumarios, acompa?aron la tramitaci¨®n de la propuesta, como se reflej¨® en la ronda de entrevistas que Ibarretxe mantuvo en octubre de 2002 con representantes de agentes sociales, instituciones y partidos pol¨ªticos. La responsabilidad de esta ausencia de debate democr¨¢tico en la preparaci¨®n del texto remitido al Parlamento recae sobre quien, por su condici¨®n de lehendakari, tomaba la iniciativa del plan y estaba obligado a promover las condiciones que fuesen necesarias para facilitar su viabilidad, asegur¨¢ndose el amplio apoyo de la sociedad vasca del que ahora carece. Esta es una responsabilidad que no puede paliarse recapitulando las ocasiones de di¨¢logo frustradas a lo largo de dos a?os de tramitaci¨®n pues, incluso con ese repertorio de ocasiones fallidas a la vista, seguir¨¢ siendo cierto que el proyecto remitido al Parlamento vasco fue un producto elaborado, entre otras cosas, sin participaci¨®n de las instituciones forales y sin participaci¨®n del PSOE y del PP, que representan a sectores significativos de la ciudadan¨ªa vasca.
El 'lehendakari' deber¨ªa asumir su responsabilidad por presentar un plan sin amplio consenso social
El proyecto naci¨® lastrado por la ausencia de debate democr¨¢tico en su origen
La trascendencia pol¨ªtica de esta ausencia de debate para la credibilidad democr¨¢tica de su plan no ha escapado a la sensibilidad del lehendakari Ibarretxe. Seg¨²n se desprende de sus manifestaciones anteriores al voto favorable del Parlamento vasco del pasado 30 de diciembre, el lehendakari hab¨ªa ajustado los contenidos del plan y el calendario de su tramitaci¨®n en funci¨®n de un escenario distinto. El lehendakari hab¨ªa contemplado un escenario que atribu¨ªa el protagonismo a las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas, en las que tendr¨ªa la oportunidad de conseguir la mayor¨ªa absoluta que ahora le falta en el Parlamento, reivindicando para ello su proyecto de Estatuto Pol¨ªtico frente al bloque del no, formado por socialistas, populares y abertzales, que al derrotarlo habr¨ªan sido culpables de "negar la palabra al pueblo". En la previsi¨®n de semejante escenario no es dif¨ªcil adivinar cierta preferencia del lehendakari por esa derrota de su plan en el Parlamento vasco, lo cual le proporcionar¨ªa una oportunidad, supuestamente favorable, para suplir el d¨¦ficit democr¨¢tico que hab¨ªa marcado al plan Ibarretxe desde su origen, y a lo largo de su tr¨¢nsito por las instancias pol¨ªticas e institucionales del Pa¨ªs Vasco.
Frustrada la oportunidad de intentar apuntalar la debilidad originaria de su plan en el marco de la sociedad vasca, Ibarretxe proclama ahora que, una vez aprobado, el proyecto es el proyecto del Parlamento vasco y que el Parlamento espa?ol no va a sustituir la voluntad de la sociedad vasca. Este ejercicio de funambulismo pol¨ªtico, como escrib¨ªa Josep Ramoneda en EL PA?S el pasado d¨ªa 6, aparte de no resistir su confrontaci¨®n con los procedimientos constitucionales, es de una debilidad manifiesta. Ibarretxe, pronto a computar los tres votos a favor depositados por los abertzales para dinamitar su escenario electoral preferido, vuelve la espalda a los otros tres votos abertzales expresamente dedicados a manifestar su oposici¨®n a los contenidos del proyecto. Igualmente, el lehendakari se las ingeni¨® en su momento para arrancar a sus socios de Gobierno una autorizaci¨®n un¨¢nime para remitir el proyecto al Parlamento, pese a las serias discrepancias que algunos manifestaban hacia su contenido, y ahora hace o¨ªdos sordos al hecho de que Ezker Batua-Berdeak, la federaci¨®n de Izquierda Unida en el Pa¨ªs Vasco, haya solicitado al grupo de esta formaci¨®n en el Parlamento espa?ol que presente y defienda su propuesta de federalismo como alternativa al proyecto de Ibarretxe, a favor del cual votaron sus tres diputados en el Parlamento vasco. M¨ªrese como se mire, el lehendakari dif¨ªcilmente puede pretender que su proyecto tiene el apoyo de los sectores de la sociedad vasca representados en el Parlamento de Vitoria por los partidos, abertzales o no, situados a la izquierda del partido socialista. En definitiva, aunque haya recibido 39 votos, uno m¨¢s de los necesarios para su aprobaci¨®n formal, el resultado final de la tramitaci¨®n seguida en el Pa¨ªs Vasco es que, el proyecto que naci¨® como una apuesta personal del lehendakari, el plan Ibarretxe lastrado por la ausencia de debate democr¨¢tico en su origen, tendr¨¢ que continuar su andadura en la pr¨¢ctica como una apuesta personal o, como mucho, como la apuesta del PNV-EA, y hay razones para creer que dif¨ªcilmente superar¨ªa el doble list¨®n que ¨¦l mismo se ha fijado: obtener el respaldo de una mayor¨ªa de vascos y vascas superior a la que obtuvo el Estatuto de Gernika y alcanzar un apoyo mayoritario en los tres territorios hist¨®ricos.
Queda por desvelar si el disciplinado voto un¨¢nime de los diputados del PNV a favor del proyecto en el Parlamento vasco refleja un apoyo igualmente incondicional por parte de los votantes de este partido. La cuesti¨®n es compleja por el oscurantismo que caracteriza la elaboraci¨®n de las pol¨ªticas del PNV, hasta el punto de que ni siquiera se conocen p¨²blicamente las aportaciones que pudieran haber surgido cuando el plan Ibarretxe pas¨® por los peculiares tamices de la organizaci¨®n del PNV, antes de ser remitido al Parlamento de Vitoria, pero no faltan indicadores que pueden acercarnos a una soluci¨®n veros¨ªmil. Las encuestas m¨¢s recientes acerca de la opini¨®n de los ciudadanos vascos sobre la propuesta del lehendakari indican que el 54% est¨¢n a favor de la reforma del Estatuto siguiendo los procedimientos constitucionales y que un 67% desear¨ªan verlo aprobado con un consenso por lo menos semejante al del Estatuto de Gernika. Adem¨¢s, la agrupaci¨®n empresarial Confebask y la Federaci¨®n de Asociaciones de J¨®venes Empresarios Vascos, manantiales del voto nacionalista moderado y conservador que tiene para el PNV una importancia mucho m¨¢s decisiva de la que hoy se le reconoce en sus estructuras dirigentes, manifestaron sus reservas, en la ronda de entrevistas del lehendakari de octubre de 2002, ante una iniciativa que en su opini¨®n pod¨ªa desembocar en la fractura social y tener efectos nocivos en la econom¨ªa vasca. La misma insistencia tenaz del lehendakari en la negociaci¨®n de un pacto pol¨ªtico con el Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero parece sugerir que el plan incorpora contenidos con fecha de caducidad prevista, los cuales se hallar¨¢n previsiblemente entre las propuestas m¨¢s soberanistas del plan Ibarretxe, una vez cumplida o frustrada la funci¨®n m¨¢s obvia de estas incrustaciones radicales, que era la de servir de se?uelo para el voto abertzale en las ya pr¨®ximas elecciones auton¨®micas.
Otra cosa ir¨ªa contra la propia tradici¨®n pactista del PNV y contra la realidad de la ciudadan¨ªa vasca que se ver¨ªa violentada por la pretensi¨®n artificial de dividirla en funci¨®n de su origen o pertenencia ¨¦tnica. Las ciudadanas y los ciudadanos de origen maketo que nutren las filas de la militancia o de los votantes nacionalistas, y los de origen euskaldun ideol¨®gicamente situados fuera del nacionalismo, como los muchos m¨¢s de cualquier origen que se sienten orgullosos de compartir los valores que definen la identidad vasca, no merecen, ciertamente, que el plan Ibarretxe haya previsto un mecanismo que permitir¨ªa al Parlamento vasco adoptar una ley clasific¨¢ndolos en ciudadanos de primera y de segunda divisi¨®n. Por otra parte, potencialmente, las propuestas soberanistas del plan son susceptibles de desencadenar un proceso de deterioro o destrucci¨®n del s¨®lido entramado de intereses econ¨®micos y sociales que unen el Pa¨ªs Vasco al resto de Espa?a. Este es un riesgo que nunca podr¨¢ ser asumido por el votante nacionalista moderado, al que incluso ser¨ªa muy peligroso situar ante una perspectiva de inestabilidad y ruptura. La historia, incluso la anterior a la aparici¨®n del PNV, es siempre una buena maestra y nos ense?a que el intento de unificar el mercado interior, situando las aduanas en puertos mar¨ªtimos y fronteras, realizado por Felipe V en 1717, fracas¨® en relaci¨®n con los puertos secos que separaban a Castilla de las provincias vascas. Despu¨¦s de este fracaso, esas aduanas no se situaron en la costa hasta 1841, cuando los comerciantes e industriales vizca¨ªnos del hierro estuvieron interesados en protegerse frente a los productos sider¨²rgicos brit¨¢nicos y en suprimir las barreras aduaneras en su comercio con el resto de Espa?a. A comienzos del siglo XXI, cuando el mercado interior en que operan los agentes econ¨®micos es el de la Uni¨®n Europea, es manifiestamente ilusorio imaginar que haya llegado el momento de revertir la situaci¨®n creada en 1841 y deshacer los efectos ben¨¦ficos que produjo para unos y para otros, asumiendo el plan Ibarretxe que, entre otras consecuencias, contiene el riesgo potencial de encerrar al Pa¨ªs Vasco en un cintur¨®n de barreras aduaneras.
Al lehendakari le corresponde ahora negociar el voto de las fuerzas parlamentarias presentes en el Congreso de Diputados, que tienen la ¨²ltima palabra sobre la viabilidad de su propuesta, o negociar "de Gobierno a Gobierno" si imaginamos que pudiera hacerse realidad su ansiada e inveros¨ªmil alternativa negociadora. El lehendakari ten¨ªa claro que no era lo mismo presentarse en esta negociaci¨®n con una propuesta elaborada y aprobada con el d¨¦ficit de debate democr¨¢tico que ha marcado al plan Ibarretxe desde su origen, que acudir con la misma propuesta si se hubiera hecho realidad el voto claramente mayoritario de los vascos y las vascas en un proceso electoral, desarrollado sin coacciones. El voto favorable del Parlamento vasco, parad¨®jicamente, ha dejado a Ibarretxe en una posici¨®n negociadora m¨¢s d¨¦bil de la que ¨¦l hab¨ªa imaginado y ahora se pregunta c¨®mo solucionamos esto. La raz¨®n democr¨¢tica invocada por el presidente Rodr¨ªguez Zapatero sugiere que la soluci¨®n hay que buscarla en el Pa¨ªs Vasco y que el lehendakari deber¨ªa asumir la responsabilidad por haber presentado en el Parlamento espa?ol un proyecto que, hoy por hoy, carece manifiestamente del amplio respaldo de la sociedad vasca que su trascendencia exig¨ªa.
Josep Llu¨ªs Sureda, catedr¨¢tico jubilado de Econom¨ªa Aplicada de la Universidad de Barcelona, fue asesor del presidente Josep Tarradellas en las negociaciones para el restablecimiento de la Generalitat de Catalu?a (junio-septiembre de 1977).
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