?Qui¨¦n mata mujeres en Guatemala?
Desde enero de 2004, m¨¢s de 450 mujeres de todas las edades y categor¨ªas sociales han sido asesinadas en Guatemala, un peque?o pa¨ªs consumido por la miseria. ?Por bandas de j¨®venes criminales? ?Por personas de su entorno? ?O por la polic¨ªa?
"Una noche me encontr¨¦ con tres hombres que, sin decirme nada, me dispararon", cuenta Imelda, de 21 a?os, mientras abraza a su hija peque?a. "Recib¨ª cinco disparos en las piernas, pero tuve suerte: vuelvo a caminar". Imelda conoce sin duda a quienes la dispararon, pero no dir¨¢ nada. En la residencia S¨®lo Para Mujeres, un oasis de paz para j¨®venes a la deriva situado cerca de la terminal de autobuses de la capital, la historia de Imelda no tiene nada de excepcional. Hace algunas semanas, otra residente, Esther, de 16 a?os, fue encontrada lapidada.
Una "sociedad de seguridad internacional" ha abierto una oficina de reclutamiento. Los aspirantes tienen que medir m¨¢s de 1,60 metros, lo que excluye a los mayas, peque?os de talla
Los diarios enumeran los homicidios del d¨ªa anterior, indicando mediante dibujos si se trata de asesinatos por arma de fuego, arma blanca o lapidaci¨®n, y publican curvas estad¨ªsticas
Al hojear el registro de la residencia donde, desde hace tres a?os, 246 adolescentes o mujeres j¨®venes han estado alojadas, Ana Ver¨®nica de Le¨®n, la gerente, realiza el terrible inventario de las que han muerto: cerca de una tercera parte, de las que a menudo tan s¨®lo queda una fotograf¨ªa. Casi todas huyeron de su familia, como esta chiquilla de 14 a?os violada por su padre, que se volvi¨® heroin¨®mana. Algunas fallecieron a causa del sida o de la droga, pero la mayor¨ªa fueron asesinadas a tiros o a pu?aladas. "Disponemos de un presupuesto para los entierros para evitar que acaben en una fosa com¨²n", precisa Anne Pascal, presidenta de la asociaci¨®n Les Trois Quarts du Monde, que financia el proyecto. Al recorrer el barrio de la terminal, se entiende enseguida de d¨®nde vienen las residentes y en qu¨¦ se ven inmersas con demasiada frecuencia. Deben resistir a los proxenetas que pululan en los infames bares de alterne, pero tambi¨¦n a los traficantes que, para alimentar el mercado de la adopci¨®n, no dudan en comprar, e incluso secuestrar, a los beb¨¦s.
Aunque no en todas partes es tan palpable como en esta cloaca pringosa, la violencia contra las mujeres causa estragos en toda Guatemala. Con el tel¨®n de fondo de la miseria y la descomposici¨®n social de este peque?o pa¨ªs centroamericano de 11,5 millones de habitantes, devastado por 36 a?os de una guerra civil (1960-1996) que provoc¨® 260.000 desaparecidos y de la que nunca se terminan de exhumar las fosas comunes.
Sin embargo, en la plaza de la Constituci¨®n, la reuni¨®n para el D¨ªa Internacional de la No Violencia contra las Mujeres no ha atra¨ªdo a mucha gente para proclamar que "el silencio mata" o gritar "?Justicia!". Pero el peque?o altar sobre el cual unas flores y frutas rodean los retratos de algunas m¨¢rtires -Clara, Gabriela o Sara- ha sido colocado delante de la catedral, y no del palacio nacional. Como si se encomendasen antes al cielo que al Gobierno para poner fin a esta plaga.
La inseguridad es beneficiosa para algunos. En la otra punta de la plaza, una "sociedad de seguridad internacional" ha abierto una oficina de reclutamiento. A condici¨®n de tener entre 18 y 40 a?os y de medir m¨¢s de 1,60 metros (lo que excluye a los mayas, peque?os de talla), los candidatos al puesto pueden esperar recibir un salario de unos 1.300 quetzales (130 euros), incluyendo el alojamiento y la alimentaci¨®n.
Cada ma?ana, los diarios Siglo Veintiuno y El Peri¨®dico enumeran los homicidios del d¨ªa anterior, indicando mediante dibujos si se trata de asesinatos por arma de fuego, arma blanca o lapidaci¨®n, y publican curvas estad¨ªsticas. Se asemejan a las cotizaciones burs¨¢tiles, pero se trata de la cotizaci¨®n de la vida. En ca¨ªda libre. Singularmente, la violencia feminicida no deja de aumentar: desde enero, m¨¢s de 450 mujeres han sido asesinadas, y suman 1.400 v¨ªctimas en cinco a?os.
Para poner rostros a estas cifras, El Peri¨®dico ha publicado las fotograf¨ªas de 77 v¨ªctimas de 2004. De Gladys Estela, de 14 a?os, apu?alada en el coraz¨®n, a Romelia, de 65, asesinada de cuatro balazos, pasando por Manuela, de 19, violada y asesinada junto con su beb¨¦ de 8 meses; Ana Fidelina, de 20, madre de dos hijos, lapidada en Popt¨²n; Blanca Estela, de 22, acribillada cuando estaba embarazada de ocho meses; Rosa Lourdes, violada y estrangulada con 24 a?os; o Claudia Luc¨ªa, de 20, estudiante de arquitectura, secuestrada y fusilada...
Al contrario que la ola de cr¨ªmenes cometidos en Ciudad Ju¨¢rez, localidad mexicana fronteriza con Estados Unidos, donde alrededor de 400 obreras han sido asesinadas en los ¨²ltimos 10 a?os, en Guatemala no hay una tipolog¨ªa de las v¨ªctimas. Entre ellas hay una mayor¨ªa de amas de casa, empleadas de la confecci¨®n, algunas obreras y estudiantes, pero en la mayor parte de las fichas policiales su ocupaci¨®n est¨¢ "indeterminada". Se trata en su mayor¨ªa de ni?as y j¨®venes: el 56% tiene entre 2 y 30 a?os.
Las maras
En cuanto a los asesinos, los primeros acusados son las maras. "Son bandas de barrio en las que los j¨®venes m¨¢s pobres entran con menos de 12 a?os para sentirse protegidos y respetados", dice Sergio Fernando Morales, procurador de derechos humanos, especie de mediador que s¨®lo tiene una autoridad moral. "Las maras siempre han existido, pero han pasado de la delincuencia al crimen".
El procurador atribuye esta escalada a un fen¨®meno de reimportaci¨®n. "Muchos guatemaltecos han pasado clandestinamente a EE UU para instalarse en Los ?ngeles. All¨ª, en contacto con las bandas de j¨®venes negros, los delincuentes latinos han adoptado unos comportamientos de extrema violencia. La polic¨ªa californiana ha reaccionado, y a cada detenci¨®n sigue una expulsi¨®n. De este modo, se trata de unos profesionales que se han reinstalado en el pa¨ªs. Disponen de armas modernas, granadas, fusiles de asalto, y matan a todos aquellos que tratan de resistirse a ellos, en especial cuando asaltan un autob¨²s".
Al parecer, en la capital hay m¨¢s de 90 maras, que agrupan a unos 10.000 pandilleros, y cerca de 400 en el resto del pa¨ªs. Los mareros son implacables cuando se trata de defender su territorio o a sus compa?eras, a las que consideran de su propiedad. Una joven que abandona a un marero est¨¢ condenada. El asesinato de una mujer podr¨ªa tambi¨¦n formar parte de ritos inici¨¢ticos impuestos a los nuevos miembros. El hecho de que las torturas y los actos de barbarie acompa?en a menudo a los asesinatos -violaci¨®n, cabeza cortada, mutilaciones varias- hace pensar asimismo en la existencia de pr¨¢cticas sat¨¢nicas.
"Tambi¨¦n hay mareras", indica el periodista Carlos Arasola, "pero cuando una de ellas es v¨ªctima de un ajuste de cuentas, no pasa inadvertida: una chica con tatuajes es catalogada como marera".
Una sociedad terriblemente machista
EN LA SEDE de la Polic¨ªa Nacional Civil (PNC), un palacio barroco con suelo de baldosas encerado, ?scar Pivaral, su portavoz, parece sereno. Sin embargo, acaba de publicar un comunicado sobre una masacre cometida en los confines del pa¨ªs. Balance: cuatro muertos, entre ellos una mujer y una ni?a. Aunque el ataque a una granja haya sido perpetrado por hombres vestidos con uniformes azules que lanzaron granadas de fragmentaci¨®n, la PNC ya ha concluido que se trata de "venganzas personales por problemas de tierra...". ?Se puede creer a Pivaral cuando imputa en un "80%" los asesinatos de mujeres a las maras?
Hay que subir hasta el ¨²ltimo piso de la PNC para encontrar la peque?a secci¨®n de homicidios contra mujeres, creada en abril. En la vasta habitaci¨®n, equipada con tres viejos ordenadores, la actividad parece limitarse a las labores de archivo. Ren¨¦ Salazar, el jefe de esta secci¨®n, aunque insin¨²a que la dificultad de las investigaciones se debe sobre todo a que "la mayor¨ªa de las veces los cuerpos son encontrados lejos de su lugar de residencia, en descampados o basureros", no duda en afirmar que "el 85% de los asesinatos de mujeres son resueltos".
"En una sociedad terriblemente machista, la violencia contra las mujeres empieza por la negaci¨®n de derechos como el acceso a la salud o al trabajo", afirma Mirna Oliva, feminista del movimiento La Cuerda. Las ind¨ªgenas (los mayas representan el 43% de la poblaci¨®n) sufren una triple discriminaci¨®n: de sexo, de raza y de pobreza. Bajo la presi¨®n de la Iglesia, cuya influencia disminuye a favor del Movimiento Evangelista, ultrarreaccionario, que desplaza a enormes multitudes y se enriquece a un ritmo vertiginoso, el aborto sigue estando penalizado, mientras que los abusos sexuales permanecen impunes y el c¨®digo penal es propio de la Edad Media. Un ejemplo: el autor de una violaci¨®n a una menor es liberado si se compromete a casarse con su v¨ªctima.
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