Un modelo gaditano para Salgari
Alicia Castellanos investiga las aventuras del marino Carlos Cuarteroni en un extenso ensayo
La abnegada labor de los historiadores casi siempre tiene sus recompensas. Quienes dedican su vida a bucear entre archivos y bibliotecas a menudo encuentran, entre el polvo y el olvido, verdaderos lingotes de oro. Tal fue el caso de Alicia Castellanos Escudier, licenciada en Geograf¨ªa e Historia, doctora y especialista en la emancipaci¨®n de Filipinas, quien recientemente ha dado a la imprenta la vida y embarques de un personaje ¨²nico: Cuarteroni y los piratas malayos, publicado por la editorial S¨ªlex.
El encuentro entre Castellanos y Cuarteroni fue, en un principio, obra del azar. "Yo ve¨ªa siempre la placa conmemorativa que tiene en la avenida Ram¨®n de Carranza, y me preguntaba qui¨¦n ser¨ªa el tal Cuarteroni. Cuando en 1998 fui comisaria de la exposici¨®n Espa?a y Filipinas, encontr¨¦ su testamento y tuve la sensaci¨®n de que hab¨ªa sido elegida para contar su vida. Empec¨¦ a tirar del hilo y fueron saliendo todas las etapas y avatares de ¨¦sta. M¨¢s tarde, a ra¨ªz de un art¨ªculo m¨ªo aparecido en la prensa, la familia de Cuarteroni que sigue viviendo en C¨¢diz, los Fern¨¢ndez Pag¨¦s, se pusieron en contacto conmigo y me proporcionaron datos muy valiosos para completar el estudio", asegura la investigadora.
El personaje hist¨®rico de Carlos Cuarteroni, en efecto, no tiene un solo pasaje de desperdicio: marino-ge¨®grafo, comerciante de la Carrera de Indias, pescador de perlas y carey, obispo de Labuan, protagoniz¨® en la segunda mitad del siglo XIX una haza?a extraordinaria. En 1842 logr¨® encontrar un barco ingl¨¦s que se hab¨ªa hundido en el Mar de la China lleno de lingotes de plata. Inmensamente rico, abandona su vida anterior, se hace misionero y se impone la sacrificada misi¨®n de liberar a los cientos de cautivos filipinos de los piratas moros-malayos, esclavizados en la costa de Borneo.
Al mando de su goleta M¨¢rtires de Tun-King, Cuarteroni se presentaba en los puertos piratas m¨¢s peligrosos y temidos por los europeos, y tras pagar los rescates llevaba a los presos de vuelta a sus hogares. Tras su nombramiento de prefecto apost¨®lico de la misi¨®n de Labu¨¢n y conseguir permiso del sult¨¢n de Brunei, construy¨® dos iglesias y varias casas-misiones en el noroeste de Borneo. "Para mi gusto, fue un santo", declara Alicia Castellanos. "Las misiones que crea son aut¨¦nticas ONG. All¨ª acud¨ªa cualquiera que pudiera necesitar ayuda: esclavos, n¨¢ufragos... Como abolicionista activo, Cuarteroni fue sin duda el m¨¢s importante de su tiempo", agrega la doctora.
Transcurridos varios a?os y a ra¨ªz del nacimiento del pueblo Nuestra Se?ora de Bel¨¦n bajo el amparo de las misiones, se produjo un cambio radical en la actitud del sult¨¢n y de los ingleses. A partir de entonces las misiones ser¨¢n hostigadas continuamente por los mahometanos con el benepl¨¢cito del gobernador de Labuan, representante de la reina de Inglaterra en Borneo.
Existencia novelesca
"La vida de Cuarteroni da para cinco o seis novelas", afirma Castellanos, quien invirti¨® seis a?os de trabajo para completar su estudio, examinando archivos de Espa?a e Italia. "Se ha convertido en una parte de m¨ª, y suelo referirme a ¨¦l con el orgullo de las madres que proclaman lo guapos que son sus hijos. Como personaje, traspasa la imaginaci¨®n m¨¢s remota. Hablaba franc¨¦s, ingl¨¦s, tagalo, malaca... Ten¨ªa los rasgos del hombre del siglo XVIII y el esp¨ªritu aventurero del XIX", a?ade.
Cuarteroni tuvo tiempo de regresar a su ciudad natal antes de exhalar su ¨²ltimo suspiro. El 7 de marzo de 1880 lleg¨® a C¨¢diz y su salud empeor¨® tras sobrevenirle una neumon¨ªa que precipit¨® su muerte. No faltan razones para creer que la incre¨ªble historia de este gaditano bien pudo inspirar al mism¨ªsimo Emilio Salgari para prefigurar su m¨¢s celebrado personaje, Sandok¨¢n. "Cuarteroni fue coet¨¢neo del raj¨¢ ingl¨¦s de Sarawak, y hacia 1855 public¨® en Roma una narraci¨®n muy l¨²cida de aquel ¨¢mbito. Puesto que sabemos que Salgari apenas viaj¨®, y m¨¢s bien era un rat¨®n de biblioteca, es muy probable que tuviera acceso a una obra escrita en italiano que pudiera prestarle tan valiosos materiales", apostilla Castellanos.
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