La Iglesia y el sida
La Iglesia cat¨®lica sigue mostrando una ambig¨¹edad preocupante frente a los m¨¦todos de prevenci¨®n contra el sida, como si no fuera consciente de los graves riesgos que corre la humanidad con la propagaci¨®n de la enfermedad. El portillo que pareci¨® abrir el portavoz de los obispos espa?oles, en una reuni¨®n con la ministra de Sanidad, al uso del preservativo en el contexto de "una prevenci¨®n integral y global del sida" ha sido cerrado de inmediato a cal y canto. El portavoz ha sido llamado a cap¨ªtulo y obligado a volver al redil de la ortodoxia, negando en un comunicado cualquier cambio en la doctrina de la Iglesia respecto al uso del preservativo.
Que la toma de posici¨®n del portavoz episcopal, acogida con satisfacci¨®n por el Gobierno y las organizaciones m¨¢s comprometidas en la lucha contra el sida, no representaba el sentir de los obispos y de la Iglesia se dedujo a las 24 horas, el tiempo que tardaron los obispos espa?oles y especialmente el Vaticano en llamar al orden para desmentir todo cambio doctrinal: la ¨²nica prevenci¨®n moralmente admisible contra el sida es la castidad.
A la Iglesia cat¨®lica no le importa ir contracorriente de los organismos internacionales y de la comunidad cient¨ªfica, que defienden la eficacia incuestionable del preservativo para frenar la mayor epidemia de la historia de la humanidad. Es cierto que sus representantes aseguran sentir honda preocupaci¨®n por la propagaci¨®n de la enfermedad. Pero para que esa preocupaci¨®n fuera cre¨ªble, la Iglesia deber¨ªa comprometerse con m¨¢s seriedad y rigor, en la l¨ªnea de los expertos y especialistas en el tratamiento del sida, en la contenci¨®n de una enfermedad que s¨®lo en Espa?a afecta a 125.000 personas, en su mayor¨ªa j¨®venes, y cuyo tratamiento cuesta a la sanidad p¨²blica cerca de mil millones de euros.
?sa es la cuesti¨®n de fondo. Si insiste, como parece, en proponer la abstinencia y la fidelidad como los ¨²nicos m¨¦todos de prevenci¨®n contra el sida deber¨ªa asumir su responsabilidad por los graves riesgos para su salud y su vida que hace correr a quienes infringen esa norma de conducta. Una moral sexual que anteponga los principios a la persona y cierre los ojos a la amenaza del sida es inhumana. Es, como han se?alado la ONU y la OMS, una falta grave que cuesta vidas humanas. Si vali¨¦ndose de su influencia, la Iglesia insiste en oponerse o condicionar las pol¨ªticas preventivas del Estado sobre el sida, adem¨¢s de interferir en un asunto que no le compete, se situar¨¢ en una posici¨®n insostenible, pues su actitud puede constituir un grave riesgo para la salud p¨²blica.
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