El Papa y Espa?a
Desde la llegada de los socialistas al poder hace nueve meses, Espa?a es observada con lupa por la Iglesia cat¨®lica, y, por supuesto, por el Papa. Juan Pablo II aprovech¨® ayer la visita ad limina que realizan cada cinco a?os los obispos al Vaticano para verter juicios cr¨ªticos sobre la conducta de nuestros poderes p¨²blicos con la religi¨®n cat¨®lica. Las palabras ante el grupo de prelados espa?oles, encabezados por el presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Rouco Varela, pueden de nuevo tensionar las delicadas relaciones Iglesia-Estado, justo cuando ambas partes parec¨ªan dar se?ales de voluntad por calmarlas y evitar absurdas fricciones que a nada bueno conducen.
El Papa considera que el laicismo que vive nuestro pa¨ªs -un fen¨®meno que, dicho sea de paso, no es ni mucho menos reciente y que es extensible a otras naciones de nuestro entorno- est¨¢ llevando a la restricci¨®n de la libertad religiosa y promoviendo el desprecio de la religi¨®n. Se interpreten como se quieran, y se pretenda o no rebajar el tono, son palabras excesivamente duras e incluso un punto injustas teniendo en cuenta que las relaciones entre la Santa Sede y Espa?a se gu¨ªan por un concordato, suscrito en 1979, que no ha sido denunciado por ninguna de las partes.
"En Espa?a se va difundiendo una mentalidad inspirada en el laicismo, ideolog¨ªa que lleva gradualmente de forma m¨¢s o menos consciente a la restricci¨®n de la libertad religiosa hasta promover un desprecio o ignorancia de lo religioso, relegando la fe a la esfera de lo privado y oponi¨¦ndose a su expresi¨®n p¨²blica", proclam¨® ayer el papa Wojtyla antes de pedir que no sean arrancadas las "profundas y vivas ra¨ªces cristianas" espa?olas. Juan Pablo II ya hizo una dura reconvenci¨®n al jefe del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, cuando ¨¦ste le visit¨® por primera vez en junio pasado, ante el desconcierto del mandatario.
El Papa volvi¨® ayer a la carga sobre uno de los puntos m¨¢s conflictivos y que m¨¢s malentendidos han originado: la ense?anza de la religi¨®n en los colegios, sobre la que dijo que el Gobierno tiene el deber de garantizarla. Todos los planes conocidos del Ministerio de Educaci¨®n asumen el compromiso de mantener la asignatura de religi¨®n cat¨®lica en todos los centros p¨²blicos, aunque sin valor curricular, corrigiendo as¨ª una reforma que hab¨ªa aprobado el anterior Gobierno pero que nunca ha llegado a ponerse en pr¨¢ctica.
Los obispos espa?oles han manifestado su disgusto por ¨¦ste y otros proyectos legislativos en materia de divorcio y matrimonio de homosexuales, que el Gobierno socialista promueve en cumplimiento de su programa electoral. De ah¨ª a hablar de atropello de la doctrina cat¨®lica y restricci¨®n de la libertad religiosa media un abismo. Los sentimientos de los creyentes cat¨®licos deben merecer todo el respeto de los poderes p¨²blicos, pero no hasta el extremo de traducir sus normas morales en leyes que obligan a todos los ciudadanos.
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