El bobo
Tengo una confianza casi ilimitada en la ley de la causalidad m¨¢gica. Creo que, como dice la Edda islandesa, la primera y la segunda palabra te llevar¨¢n a la tercera. En Viena, el emperador decide firmar un decreto de persecuci¨®n de los hebreos. La noticia corre de jinete en jinete y llega a una lejana aldea de la Galitzia polaca. All¨ª, un escribano jud¨ªo intenta escribir una carta para alertar a m¨¢s gente. Nervioso, se le cae el tintero. Justo a esa hora, en palacio, el emperador se tiene que levantar de la silla ofuscado. Al tomar la pluma para firmar, se le ha derramado la tinta sobre el decreto y, lo que es m¨¢s importante, en la entrepierna. A los incr¨¦dulos les invito a pensar en un episodio m¨¢s reciente. En Buenos Aires, una mujer se pone una pa?oleta blanca en la cabeza. Y otra mujer se pone otra. Y otra, otra. Y otra. Las ignoran. Las tratan como espectros. En cierta forma, lo son. Su presencia es el recuerdo de la muerte. Las madres de las pa?oletas giran y giran en silencio en la plaza de Mayo. Ese trazo tenaz tiene un sentido: pone al descubierto el gran cr¨¢ter. Cada pa?oleta blanca empez¨® a verse como un sumario abierto contra los criminales que usurparon la naci¨®n. Fue as¨ª como una pa?oleta acab¨® con una dictadura.
Pero la ley de la causalidad m¨¢gica ofrece a diario manifestaciones mucho m¨¢s vulgares y c¨®micas. Escucho en la emisora del Santo Oficio a uno de sus intelectuales m¨¢s moderados: "Mamarrachos, tontos, bobos, que sois todos unos bobos" (sic). Como pueden comprobar, tambi¨¦n aqu¨ª se cumple el precepto de que la primera y la segunda palabra te llevar¨¢n a la tercera. Al principio, cre¨ª que se trata de un saludo original, una especie de alegre convocatoria. Tras muchos fracasos haciendo humor tradicional, los hermanos Marx se labraron as¨ª una reputaci¨®n, insultando a los espectadores. Pero no, est¨¢n hablando en serio. De repente, se abre una puerta en el transistor y aparece uno de ellos. Es clavado al hombrecito de Roswell, aquel primer extraterrestre de Nuevo M¨¦xico. ?Qu¨¦ hacer? Nada de sonrisas ni de buen rollo. Es algo que les pone furibundos. "Bobo, ?hay que votar no!", me espeta. "Adi¨®s, se?or Roswell", le contesto. Ha resuelto mis dudas sobre la Constituci¨®n europea. Votar¨¦ s¨ª por humano instinto de conservaci¨®n. ?Ven c¨®mo funciona la causalidad m¨¢gica?
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