El artista mirando al vac¨ªo
La noticia. Dice su paisana la escritora tinerfe?a Mar¨ªa Rosa Alonso que Cristino de Vera es quiz¨¢ el artista m¨¢s generoso de Espa?a. Ha legado en vida m¨¢s obras que cualquiera de sus contempor¨¢neos, vivos o muertos, y se han beneficiado de ello instituciones de su tierra y muchos museos de Espa?a. Expuso en el monasterio de Silos y les dej¨® a los monjes todos sus cuadros. Dej¨® bastante de su obra en el Reina Sof¨ªa cuando expuso all¨ª una antol¨®gica, e hizo lo propio cuando cerr¨® su muestra en el Museo Arqueol¨®gico Nacional. Ahora anuncia una donaci¨®n de cerca de cincuenta obras al IVAM valenciano, donde expondr¨¢ en mayo. Es un hombre extraordinario; sus amigos cuentan de ¨¦l multitud de an¨¦cdotas nacidas de su larga historia de genio solitario (de la soledad lo rescat¨® Aurora Ciriza, su mujer), pero una vale para conocer su alma: desde que ten¨ªa 40 a?os (ahora tiene 73) llama a sus amigos para decirles adi¨®s, "estoy a punto de morir", y cuando cumpli¨® 60 consider¨® adecuado enviarles la postal de un esqueleto. Su obra es un di¨¢logo con el abismo. Mientras habl¨¢bamos mir¨® un peri¨®dico. "La ministra Salgado lo dice bien: cond¨®n, porque el que lo invent¨® se llamaba Condom". Y son¨® el tel¨¦fono; llamaba Manuel Vicent, y le dijo Cristino: "Aqu¨ª, con la muerte y el vac¨ªo, de qu¨¦ co?o est¨¢ hecho todo, sino de muerte y de vac¨ªo". Un d¨ªa, en una exposici¨®n suya, una se?ora le dijo: "Le comprar¨ªa, pero, ?qu¨¦ tal est¨¢ usted de salud?", insinu¨¢ndole que quiz¨¢ valdr¨ªa m¨¢s despu¨¦s de muerto. Y ¨¦l no se inmut¨®. Cristino es as¨ª.
El arte. "Es como una ecuaci¨®n sin t¨¦rmino, un camino sin final. Cuando se llega a un punto, un l¨ªmite, se ve que es s¨®lo una cima peque?a, el reflejo de una m¨¢s larga... Piensas: el impulso siguiente es la cumbre, llegar al lugar de la belleza absoluta... Pero es un sue?o, porque el tiempo del vivir a veces es tan corto y veloz como el viento... No es posible llegar a esta meta, a ese espejismo de plenitud".
La belleza. "La belleza es escudo contra el sufrimiento. Es extra?o el dolor humano, tan antiguo como el tiempo. Persiste a trav¨¦s de los siglos. Es como una sombra que siempre est¨¢ a tu lado. Eres su prisionero. A veces te deja un tiempo y ves la luz, la plenitud de las estrellas, el infinito del mar, la paz que te produce contemplar el universo, una melod¨ªa, un cuadro, un poema... El reflejo de la bondad de un rostro. Y ves as¨ª la existencia, la plenitud de las estrellas".
La despedida. "Al final, el vac¨ªo, el silencio. Huyen de ti los ponientes y el alba... La quietud y el reposo, y lo m¨¢s doloroso es no ver la luz, esa claridad que alimenta el alma de ¨¢rboles, monta?as, esa peque?ez... Lejos se va despacio el territorio de la memoria... La nostalgia de un c¨¢ntico. La levedad de una caricia. El dulce consuelo de un color. Ya no poder pintar la recta l¨ªnea del horizonte".
La vejez. "No es cansancio, es algo m¨¢s difuso, el largo camino recorrido... Es la lentitud, la melancol¨ªa. El aroma de la vida que despacio a¨²n te acompa?a. El tiempo te da la mano y te ayuda en el camino y surge en ti la compasi¨®n por ti y por todo, como una camarada que cumpliese un deber antiguo y sagrado... Todo va siendo nebuloso, siempre tuviste un rastro... Ya se ha borrado".
Fin. "El caminar por la existencia... La espesa niebla... pensar en el invisible tiempo, en el misterio de la belleza... Buscar refugio del dolor humano, del propio dolor. La paz, esa muralla que es acogida. A veces el esplendor de la alegr¨ªa de un radiante d¨ªa... Melodioso como una armon¨ªa que ya escapa. No te acoge... y s¨®lo te deja... en la frialdad del tr¨¢nsito".
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