Orejudo contra la historia
Extra?a carrera la de Antonio Orejudo (Madrid, 1963) que ha publicado con este ¨²ltimo tres relatos inquietantes, muy distintos entre s¨ª, como si fueran otros tantos bandazos, pero que los ha asestado de manera tan provocadora como inteligente y perfectamente pausada, cambiando de empresa editora cada vez, y con sus correspondientes dos premios anteriores y contradictorios, como si no quisiera casarse con nadie y ensayar cada uno de ellos como si fueran otras tantas explosiones. De hecho, estos libros vinieron separados por cuatro a?os de distancia, por dos editoriales muy distintas y por dos premios contrapuestos, uno a libro publicado y el otro a manuscrito: en efecto, Fabulosas narraciones por historias (en la benem¨¦rita Lengua de Trapo, 1996, que obtuvo el Tigre Juan para libro publicado) ya indicaba el camino, se?alando la necesidad de sustituir la historia por la f¨¢bula para entenderla mejor; mientras que Ventajas de viajar en tren (Alfaguara, 2000) recibi¨® el Premio Andaluc¨ªa en manuscrito y parec¨ªa ser una novela m¨¢s corta, m¨¢s posmoderna, sobre la sustituci¨®n de la cultura actual por la basura universal que nos invade. En resumen, hasta hoy se presentaba como el dinamitero m¨¢s actual de las letras espa?olas, como su provocador m¨¢s autocr¨ªtico y feroz.
RECONSTRUCCI?N
Antonio Orejudo
Tusquets. Barcelona, 2005
270 p¨¢ginas. 16 euros
Pero ?c¨®mo hacer arte sin memoria? Quiz¨¢ la respuesta de Orejudo sea la adecuada: verter en moldes viejos las f¨¢bulas de verdad
Pues bien, han pasado cuatro a?os y Orejudo sigue presentando las mismas caracter¨ªsticas, aunque parezca cambiar de modales, o al menos de modelos, bien que siempre cargado de esos dos conceptos, la "eutrapelia" y la "tropel¨ªa", que descubr¨ª en un largo trabajo en el que present¨® en 1997 en Castalia Did¨¢ctica una muy buena edici¨®n de tres novelas ejemplares de Cervantes. En su gran introducci¨®n a Cervantes, Orejudo nos ense?¨® que era un aut¨¦ntico profesor, un virtuoso de la did¨¢ctica, que tras cursar estudios de filolog¨ªa en Madrid, se doctor¨® en Estados Unidos donde fue profesor durante siete a?os hasta recalar (seg¨²n creo) en la Universidad de Almer¨ªa, desde donde sigue dando algunas pruebas de sus excelentes actitudes cr¨ªticas y ensay¨ªsticas. Aunque siempre, tal como nos mostr¨® en Cervantes -que supo unir lo idealista con lo realista, el libro de caballer¨ªas con la picaresca- mediante la "tropel¨ªa" (o manipulaci¨®n) y la "eutrapelia" (o armon¨ªa). De ah¨ª que el salto a la novela hist¨®rica "tradicional" haya resultado mucho menos mortal de lo que parece, pues creo que ha sido muy calculado.
Aunque al elegir el modelo de
la novela hist¨®rica Antonio Orejudo no solamente ha seguido otros de sus pasos profesionales sino que ha preferido imponerse moldes m¨¢s r¨ªgidos que en sus libertades anteriores, que m¨¢s parec¨ªan "libertarismos" propiamente dichos, con lo que la sorna y el disparate parecen brillar por su ausencia, aunque vayan por debajo. En esta ocasi¨®n no caben quiz¨¢ las menores dudas, pues la historia le merece todo su respeto, por muchas narraciones que vengan a trazar las f¨¢bulas irrisorias que las acompa?en. Aunque, en el fondo, la historia es tan desesperada que no necesita m¨¢s apoyos para sumirse en la tragedia. Estamos en pleno siglo XVI europeo, en 1535 en la ciudad alemana de M¨¹nster, en pleno debate entre los viejos cat¨®licos fieles a Roma y los rebeldes partidarios de Lutero, que van imponiendo su reforma para librar batallas m¨¢s o menos ca¨®ticas y muchas veces m¨¢s cruentas y disgregadoras de lo que se esperaba. Un obispo cat¨®lico se dispone a recibir a un antiguo disc¨ªpulo, joven amable e hijo de un orfebre (que a veces ha sido su amante) y que llega a la ciudad para predicar y ser consagrado sacerdote, pero que se va a convertir pronto en un l¨ªder anabaptista, Bernd Rothmann, cabecilla de la revuelta contra la corrupta jerarqu¨ªa cat¨®lica. La rebeli¨®n ser¨¢ aplastada, pero la semilla ha sido sembrada y no parece haber ca¨ªdo en el vac¨ªo.
Esta historia de religiones enfrentadas -dentro de una misma religi¨®n- va a desembocar en una descripci¨®n de las luchas de poder en estado puro, donde cada cual funciona como un fundamentalista m¨¢s y la historia se desmenuza en una serie de personajes y escenarios donde todos se entrecruzan sin parar. El fil¨®logo que es Orejudo nos llega te?ido de un historiador bien documentado, aunque a veces sus carcajadas sean tan feroces como siempre, sus anacronismos y anticipaciones configuren una sorna tan bien medida como de costumbre. Pasan los a?os -18 exactamente- y reaparecen algunos fugitivos huidos de M¨¹nster, en las cercan¨ªas de Ly¨®n, donde a trav¨¦s de los juegos y cambios de voces narradoras, no var¨ªan demasiado sus identidades, pues al final se van a reunir en una misma acci¨®n. Un agente protestante clandestino se inserta en la figura de un falso inquisidor, donde todo se re¨²ne, y los diversos saberes de la ¨¦poca -la medicina, la imprenta y la teolog¨ªa- se unen en una serie de c¨ªrculos conc¨¦ntricos que nos acercan a un final sabiamente calculado: la b¨²squeda de un misterioso hereje autor de un no menos misterioso libro titulado La restituci¨®n del cristianismo, que no va a ser otro que nuestro oscense Miguel Servet, m¨¦dico y te¨®logo, quemado vivo por Calvino en Ginebra en 1553.
Es curioso que fuera el protestante Calvino quien quemara herejes, y no la Inquisici¨®n cat¨®lica, que era lo suyo. Este libro me trae recuerdos de la espl¨¦ndida recreaci¨®n en El Caballero de Sajonia (Juan Benet, en sus cuatro profundos di¨¢logos de Mart¨ªn Lutero, de 1991) o la gran pieza de Alfonso Sastre de 1965 La sangre y la ceniza. Flores rojas para Miguel Servet m¨¢s pol¨ªtica que religiosa, o la imposible "cuadratura del c¨ªrculo", donde ?lvaro Pombo no pudo reconciliar entre s¨ª la religi¨®n y la guerra en 1999 y sigue sin poder hacerlo. Quiz¨¢ esta "reconstrucci¨®n" no sea sino el intento de Orejudo por crear una verdadera "des-construcci¨®n", lo que parece estar m¨¢s de acuerdo con su ideolog¨ªa personal. Es curioso que utilizando los moldes tr¨¢gicos de la novela hist¨®rica con absoluta correcci¨®n y fidelidad a prueba de bomba -aunque anacronismos y disparates vengan a minar tanto formalismo de manera sorda y disimulada- el fondo hist¨®rico sea dinamitado por la tremenda severidad de la historia contada, con lo que le viene a dar la raz¨®n cuando afirmaba que "la novela es un subproducto de la ficci¨®n en prosa". ?Qu¨¦ ser¨¢ entonces el subproducto actual que es la llamada "novela hist¨®rica", de un subproducto m¨¢s amplio y general que todo lo engloba?
Y no es de extra?ar la mala fa-
ma que se extiende por la novela hist¨®rica, dado que el verdadero problema es de la historia en general. "La Historia es una cat¨¢strofe", declaraba paladinamente en la televisi¨®n y hac¨ªa un llamamiento a las nuevas generaciones europeas para olvidar su historia. Pero ?c¨®mo hacer arte sin memoria? Quiz¨¢ la respuesta de Orejudo sea la adecuada: verter en moldes viejos las f¨¢bulas de verdad, y darle la vuelta a esa hecatombe sombr¨ªa de cr¨ªmenes, canibalismos y violencias sin final y as¨ª manda a los dos ¨²ltimos protagonistas (uno es el mismo del principio) por la calle de Miguel Servet con que le ha honrado Ginebra, "para almorzar en una de las casas de hu¨¦spedes m¨¢s famosas" de la ciudad, en un barrio residencial donde se espera a los turistas espa?oles, y "donde se come bien, se bebe bien y pronto se olvidan all¨¢ las aflicciones". "Y sin decir palabra los dos hombres se componen la ropa y reanudan su descenso". ?Reconstrucci¨®n? ?No ser¨¢ Re-De-Construcci¨®n? ?De qu¨¦ y para qu¨¦, veamos? Una peque?a joya que no quiere decir su nombre o que lo dice al rev¨¦s, bendita sea.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.