A vueltas con el pa?uelo musulm¨¢n
Un grupo de mujeres magreb¨ªes debate sobre la conveniencia de llevar el s¨ªmbolo religioso para favorecer su integraci¨®n
"?Qu¨¦ bien!, tienes carn¨¦ de conducir... Veo que tambi¨¦n tienes cursos de inform¨¢tica y de idiomas... Pero ver¨¢s, es que... el pa?uelo, ?te lo podr¨ªas quitar para venir a trabajar?". Estas palabras las ha tenido que o¨ªr una y mil veces la marroqu¨ª Makrini Bouchra. "Pero mira a F¨¢tima, ella trabaja en un restaurante y s¨ª que puede llevar el pa?uelo", le contesta otra mujer marroqu¨ª. "?Claro! ?Pero es que los trabajos en los restaurantes no los quiere nadie! ?Por eso s¨ª que te dejan llevar el pa?uelo!", contesta, airada, Bouchra.
El debate entre las mujeres no ha hecho m¨¢s que empezar. "A m¨ª me han llegado a decir: ?vas a trabajar con esa pinta?", cuenta otra musulmana, mientras el resto asiente. Las mujeres magreb¨ªes del distrito de Barajas tienen un peque?o local cedido por la junta municipal. En ¨¦l se re¨²ne un viernes de cada dos para hablar, tomar t¨¦ y dulces ¨¢rabes que cocinan ellas mismas.
Muchas de ellas jam¨¢s han entrado en un bar por miedo a la reacci¨®n de sus maridos
Algunas aseguran que se han sentido discriminadas despu¨¦s del 11 de marzo
Cualquier tema hace saltar chispas en el grupo. Cuentan que el pa?uelo musulm¨¢n forma parte de la simbolog¨ªa del Cor¨¢n y que de alguna manera significa que ellas, como mujeres, est¨¢n cumpliendo bien con su religi¨®n. "Yo estuve seis meses sin trabajo por culpa del pa?uelo musulm¨¢n. Luego me cogieron en un sitio como limpiadora, estuve dos d¨ªas quit¨¢ndoles la porquer¨ªa y despu¨¦s no me cogieron ni me pagaron porque me dijeron que hab¨ªa estado de prueba", se queja Samina, que con 42 a?os est¨¢ embarazada de su primer beb¨¦.
En el grupo que se re¨²ne en Barajas hay muchas universitarias que empezaron los estudios en Marruecos y que aqu¨ª no los han podido terminar por falta de dinero y de oportunidades. "Aqu¨ª al final todas trabajamos en limpieza o en hosteler¨ªa", se quejan.
Las mujeres aprovecharon el vienes pasado la visita del concejal del distrito, Tom¨¢s Serrano, para preguntarle por las cosas que les preocupan: "?Podemos tener acceso a los pisos de protecci¨®n oficial?", "?podemos tener una mezquita para las mujeres?", le preguntaron. Los hombres musulmanes disponen de un peque?o local en el que pueden rezar, pero a ¨¦l no pueden acceder las f¨¦minas. Ellas, de momento, acuden a rezar a la mezquita de la M-30. Y est¨¢n empe?adas en que la junta les ceda un solar para construir una mezquita femenina.
Poco a poco, y gracias a sus reivindicaciones, estas mujeres han ido consiguiendo peque?os logros. "Hace poco demandaron clases de ¨¢rabe para sus ni?os, para que no perdiesen el idioma de sus padres. En el colegio Calder¨®n y con la colaboraci¨®n de la Asociaci¨®n Atime, los peque?os reciben sus clases dos d¨ªas a la semana por la tarde", explican Soledad M¨¢rmol, educadora social, y Emilia Morales, jefa de Servicios a la Ciudadan¨ªa.
Otra de las preocupaciones de las magreb¨ªes son las guarder¨ªas. "Cuando estamos trabajando no sabemos con qui¨¦n dejar a los ni?os", se quejan. Mientras est¨¢n reunidas, los peque?os permanecen en un local continuo de juegos.
Sus hijos empiezan a asumir unas costumbres que ya se alejan de las musulmanas. La hija de una de estas mujeres trabaja en una discoteca. Salma, otra ni?a marroqu¨ª, ha salido este carnaval disfrazada de Mar¨ªa Isabel, la ni?a que canta Antes muerta que sencilla. Pero sus madres a¨²n tienen sobre sus conciencias la voz del marido. "?Claro que tenemos libertad! Yo puedo ir a casa de una amiga a tomar el t¨¦", cuenta Amina el Gharbi, de 34 a?os, que viste a la manera occidental y nunca ha llevado pa?uelo.
"Libertad tenemos la justa. Eso de decirle al marido que se quede con los ni?os que yo me voy con mis amigas no se puede hacer", cuenta Makrini Latiffa. Muchas explican que jam¨¢s han entrado en un bar o en una cafeter¨ªa porque temen que luego los maridos las "rega?en". "No tenemos la libertad que tienen las mujeres espa?olas, no podemos llegar m¨¢s tarde de las once, nos tienen controladas...", comentan.
?Y los hombres marroqu¨ªes ayudan en casa? "Un magreb¨ª nunca ayuda en casa. La casa es toda para m¨ª. La llevo yo sola", se queja Zineb Abouroussain. Amina el Gharbi, en cambio, s¨ª que tiene un marido que la ayuda con las tareas dom¨¦sticas. "?Pero es que tu marido no parece marroqu¨ª!", le contestan las otras. Algunas disculpan a los maridos: "Es que tienen trabajos muy duros, no trabajan en una oficina. Son jardineros, obreros... Es normal que cuando llegan a casa no quieran ayudar", justifica la marroqu¨ª Makrini Lattifa.
Todas coinciden en que, desde los atentados del pasado 11 de marzo, se han sentido un poco discriminadas. "Vas en el metro y te miran mal", comentan. Las mujeres tienen asumido el despectivo adjetivo de moro como algo que van a tener que llevar a cuestas toda la vida.
"En el colegio nuestros hijos son los moros. Yo tengo una carnicer¨ªa y s¨¦ que dicen 'ah¨ª est¨¢ la carnicer¨ªa de la mora', comenta otra, como acostumbrada. "A m¨ª una se?ora me insult¨® el otro d¨ªa en el autob¨²s y me sent¨ª fatal", cuenta una tercera.
Algunas mujeres, despu¨¦s de los atentados, decidieron ponerse el pa?uelo musulm¨¢n para reforzar su identidad.
?Y volver alg¨²n d¨ªa a Marruecos? "Noooo", contestan casi al un¨ªsono. "S¨®lo con dinero. Para poder montar all¨ª un buen negocio. Con las manos vac¨ªas, desde luego que no", concluyen.
El programa municipal al que se acogen las mujeres magreb¨ªes en Barajas se llama Culturab, y gracias a ¨¦l organizan exposiciones sobre cultura ¨¢rabe. Ellas reclaman tambi¨¦n tener un par de talleres donde poder hacer con tranquilidad su artesan¨ªa.
La Junta de Distrito de Barajas tiene adem¨¢s un grupo de apoyo a las mujeres latinoamericanas que se llama Tejiendo Redes y que tiene la misma finalidad que el grupo magreb¨ª: ayudarles a trav¨¦s de la labor de los mediadores en su proceso de adaptaci¨®n al distrito.
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